Unas gotas y improvisación y lo que reirá Montoro

                                      (Asoleyóse ayer en La Nueva España)





UNAS GOTAS DE IMPROVISACIÓN Y LO QUE REIRÁ MONTORO

                Por la mejor voluntad que ponga el Gobierno y por acertadas que sean en parte sus medidas, nadie podrá negar que ha actuado con cierto retraso y que lo viene haciendo con improvisación. Por ejemplo, desde el cierre de los colegios la semana pasada hasta ayer miércoles, día 18, no se aclaró qué ocurría con la obligación de los padres asalariados de quedarse en casa cuidando a sus hijos, es decir, con su derecho a ello, ni tampoco qué sucedía con sus retribuciones. Del mismo modo, la autorización de servicios abiertos al público y las limitaciones a la circulación de personas parecen, del mismo modo, no muy minuciosamente estudiadas.
                Al margen de la coyuntura que provoca las medidas expuestas en los artículos 7 a 16 del Real Decreto-ley del 18 de marzo, el de ayer,  sobre “moratoria de deuda hipotecaria para adquisición de vivienda habitual”, que pueden entenderse, conviene reflexionar sobre el discurso y la política de fondo de este Gobierno sobre la vivienda, la propiedad de la misma y los precios de los alquileres.
                El 11 de marzo, es decir, hace solo una semana pero antes del big-crunch, el Gobierno del binomio apostólico, Pedro-Pablo, en un Real-Decreto mangaráu, ampliaba el plazo de prohibición de desahucio hipotecario para determinados casos, y anunciaba nuevas medidas a añadir a las ya existentes a fin de evitar el desalojo por impago de alquileres. Si a este tipo de disposiciones les añadimos las que pretenden limitar el precio de los arrendamientos, nos enfrentamos a una cuestión económica estructural y a otra legal. En cuanto a la primera, ¿no es cierto que este tipo de medidas desaniman a poner en el mercado viviendas en alquiler, y que ello hará subir el precio de las que se pongan? Ahora bien, el Gobierno tendrá también la tentación de obligar a ofrecer las viviendas vacías, bien mediante subidas de impuestos a las que no lo hagan, bien mediante el decreto obligatorio puro y duro. Nos encontramos, pues, ante una semiexpropiación de facto de la propiedad, cuya intensidad probablemente crecerá en el futuro.
                ¿Y por qué este gobierno no hace una cosa más fácil, cubrir los impagos de los morosos? En primer lugar, sin duda, porque aumentaría el número de deudores ante la cobertura pública de las deudas. Pero, principalmente, por razones discursivas y de imagen: actuando así aparecen tanto como los defensores de los desheredados cuanto como feroces enemigos del capital y la propiedad privada, sustancia que engorda su cuerpo en las urnas.
                Y, a propósito de expropiaciones de facto, aunque sean parciales o temporales, LA NUEVA ESPAÑA y Ramón Díaz vienen, semana tras semana, proporcionando ejemplos de eso que yo he troquelado en estas páginas como “ni sus hijos, ni su piso, ni su hórreo”: una granja de cerdos que hubo de pasar por veintisiete ventanillas durante seis años para un permiso. Si esto no es expropiación y abuso, ya me dirán.
                Por cierto, cuidado con los festejos irreflexivos a propósito de todo aquello que se califique como “progresista”. He aquí lo que dice el psiquiatra Guillermo Rendueles al respecto de la eutanasia: “Hay una romantización del suicidio. A las personas que deciden terminar voluntariamente con su vida se las considera héroes, pero no se le considera de tal forma a la persona que decide aguantar con un ELA hasta el último minuto. Si el héroe y el progresista es que el opta por la eutanasia, favoreces el proceso”.
                Y, en otro orden de cosas: ¡tampoco no se estará riendo Cristóbal Montoro (y Mariano Rajoy, más discretamente)! Resulta que aquellos presupuestos tan desastrosos, tan chapuceros, tan vilipendiados, de 2018, han prolongado su vida en 2019, en lo que va de 2020, y, previsiblemente, van a hacerlo igualmente durante todo este año. Pero no por el coronavirus, sino porque el binomio apostólico no tiene socios para llevar adelante unos nuevos (si es que entre ellos son capaces de ponerse previamente de acuerdo). Risum teneatis? A que a ustedes también se les escapa la risa. Al menos durante un instante, aunque sea en esta tenebrosa coyuntura.

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