(Asoleyóse ayer en La Nueva España)
Es un ejercicio de purificación
el poner la vista en aspectos de nuestra sociedad que no sean los de la
coyuntura, la epidemia y sus incalculables consecuencias futuras.
Sirva como ejemplo la
información sobre las sociedades ciudadanas deportivas y de ocio de Xixón que
viene realizando LA NUEVA ESPAÑA en las últimas semanas. El Grupo Covadonga, el
Club de Natación Santa Olaya, el de Golf de Castiello, el CHAS y otras son asociaciones
de tipo diverso: multitudinarias algunas, como el Grupo; populares una parte,
otras de carácter social más limitativo por sus características. Pero todas
ellas constituyen un magnífico ejemplo de cómo, a partir de un núcleo inicial
de emprendedores y entusiastas, esas sociedades van creciendo en afiliados y en
el número y calidad de sus actividades (algunas de estas van más allá del puro
entretenimiento o del ejercicio para la salud individual y toman parte en
competiciones de nivel), o se extienden y amplían su solar y sus instalaciones.
Aunque a veces estas sociedades
pidan algún auxilio a las administraciones, su característica fundamental es
que son el dinero, el trabajo, el empeño y el entusiasmo de sus miembros el que
las sostiene durante muchas décadas y las hace crecer. Y es que la sociedad es
mucho más que lo que habitualmente parece ser lo único que la constituye: las
administraciones, el Estado, sus normas y sus presupuestos. Sin la riqueza de
estas iniciativas colectivo-privadas y sin las de cada individuo, con su
discurrir vivencial y su trabajo, nuestra sociedad no existiría, o sería
diferente, brutal y pobre.
Naturalmente, no ocurre esto
solo en Xixón. En la mayoría de las ciudades y pueblos asturianos existen
grupos privados organizados, de uno u otro tipo, que, desde su particularidad
asociativa, enriquecen la vida colectiva. Sirvan de ejemplo el Centro Asturiano
de Uviéu o Los Humanitarios de Morea.
Todos, desde los grandes a los
humildes, son nuestra riqueza.
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