Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Asturianismu y asturianismos
(Ayer, en La Nueva España)
ASTURIANISMOS Y ASTURIANISMU
La palabra asturianismu (asturianismo) tiene tres acepciones fundamentales: 1) “Locución, giro o modo de hablar propio de los asturianos”, según el DRAE, y que el DALLA define de forma semejante, 2) “Doctrina política que centra sus prioridades en Asturies, la defensa de sus intereses y su identidad”, significado que el DRAE no recoge y que el DALLA traduce de forma timorata y elíptica, 3) “Amor o apego a las cosas características o típicas de Asturias”, que, con distintas formulaciones, acogen ambos diccionarios. Faltaría por formular una cuarta acepción: “Amor y defensa de las características de Asturies y de sus intereses, sin necesidad de adscripción a una doctrina política”.
De la tercera acepción tenemos ejemplos múltiples y variados. «Verbi gratia, el noreñense Jesús Ortea, investigador marino, pone nombres de localidades o de personas asturianas a las especies nuevas que descubre; una científica de nuestro país, Carmen Martínez, bautiza como «Rosa Narcea» una rosa única en el mundo por su antigüedad. ¿Y quién de todos los emigrantes entrevistados por este periódico no han manifestado su amor o su entusiasmo por tal o cual lugar, por este o aquel alimento, por el conjunto de la tierra?
Sin embargo, de lo que andamos muy escasos es de manifestaciones entre nosotros de la cuarta de las acepciones: el amor activo y con traducción efectiva en la defensa de nuestros rasgos de identidad, en la percepción de Asturies como un todo, en la defensa y lucha real por nuestros intereses como colectividad. Como dice un amigo, con lúcida aunque quizá exagerada imagen, muchos asturianos son capaces de llegar a las manos en Albacete por una discusión sobre algún personaje o paisaje asturiano, pero luego, aquí, son incapaces de mover un dedo por nada colectivo, si no es que manifiestan hacia ello el más absoluto desprecio o indiferencia.
Por lo demás, no es infrecuente que seamos acérrimos de nuestra localidad, pero que permanezcamos inconmovibles ante lo que afecta a otras localidades o al conjunto del país. Y no digamos ya nada sobre la ignorancia que sobre nuestra tierra o nuestras cosas tenemos —parte de esa culpa es de la escuela, donde está ausente su conocimiento, o solo aparece en los programas, pero no en las clases—. “Pocos asturianos sabrían decir diez variedades de queso de aquí en una encuesta”, manifestaba la productora polesa Isaura Souza Ordiales en estas páginas.
Sobre nuestra tolerancia para que nuestros representantes políticos sometan siempre los intereses asturianos a los de sus jefes políticos en Madrid o a los de otras comunidades, ¿qué les voy a decir? Es una tradición inveterada que pueden ustedes encontrar, por ejemplo, en el proceso de tramitación de los estatutos durante la Segunda República. Y, además, esa sumisión o indiferencia se viste como «sentido de Estado», «responsabilidad», «altruismo»…, algo de lo que nosotros estaríamos imbuidos y los demás (ciegamente egoístas), no.
Ello, en la práctica, se traduce en lo que ustedes saben, ser los últimos de la cola, pero, además, en nuestra invisibilidad. En 2014 don Gaspar Llamazares presentaba, sin éxito, en las Cortes una proposición para que la RAE modificase la inaceptable (y discriminatoria) definición que del asturiano (lengua asturiana) daba. Con ese motivo escribí un artículo titulado «El DRAE nos desvela», en el que señalaba que en comparación con la definición de «gallego», la nuestra era discriminatoria, que frente a «galleguismo», «asturianismo» como “apego a las cosas asturianas” no había aparecido hasta el 2001, y que, así como constaba «galleguista», «asturianista» estaba ausente (ha aparecido más tarde). Y afirmaba que «Pese a que nos creemos los más grandes y afamados de la Tierra, por Covadonga o por el 34 o tal vez por nuestra capacidad potatoria (si acudimos a la copla popular que niega que no estemos en el mapa, pues «bebiendo sidra conoznos hasta el Papa), lo cierto es que somos unos grandes desconocidos: nosotros y nuestra cultura».
Ni nos vemos ni nos ven titulé el último libro en que recopilo los artículos semanales que publico en LA NUEVA ESPAÑA. Es una implicación: «no nos vemos (como colectividad, no nos queremos) y, por tanto, no nos ven». ¿Creen ustedes que es una manía o un error de percepción de quien esto firma? Miren ustedes. En una entrevista en estas páginas el 17 de septiembre, Ramón Medrano Llamas, un alto ingeniero de Google, preguntado sobre nuestra patria, aseveraba: «Asturias tiene una historia muy larga y rica, y pocas cosas creo que nos faltan por hacer. Hoy en día pienso que debemos intentar pasar a la primera división en España, querernos y creérnoslo».
Me limito a reiterar: «querernos y creérnoslo».
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