Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
¡Tate, tate!
(Ayer en La Nueva España)
¡TATE, TATE!
El domingo 12 publicaba LA NUEVA ESPAÑA una entrevista con don David Mingo, autor de un libro en el que recoge las opiniones de algunos próceres contrarios a la oficialidad. Don David es madrileño de nacimiento, allí enseña, y veranea en Llanes. De casi todos los entrevistados conozco declaraciones o actuaciones contrarias a la oficialidad del asturiano, alguno de ellos es especialmente belicoso. En alguna medida, el señor Mingo recoge el pensar de los entrevistados, pero, en todo caso, lo que expresa son sus ideas.
Lo que le ha empujado a las entrevistas y a la publicación del libro es, según sus palabras, que «Las políticas de cooficialidad en España traen malestar y discordia, me preocupaba que eso pudiera pasar aquí, por eso hice este libro». Repasemos sus razones y argumentos.
En primer lugar, afirma que no está en contra de la lengua o de las «variedades lingüísticas», «que hay que promocionar». ¿Qué quiere decir con eso? ¿Qué son las «variedades lingüísticas»? Quiere decir, como afirman muchos de los de los predicantes de los «miles de bables», que se debe enseñar en cada pueblo una lengua o lenguaje diferente, que se debe formar un profesorado distinto para cada «variedad»? ¿O es que para promocionarlos no se deben enseñar? ¿Y en los medios de comunicación? ¿Habría varios locutores para cada noticia? ¿Sería necesaria la presencia del Paracleto para todo ello?
Y, mutatis mutandis, ¿ese respeto para las «variedades» sería el mismo para su sacro castellano (o «español», como dicen algunos)? ¿Habría enseñantes con un programa distinto para Sevilla, Salamanca, Cádiz, Cáceres, etc.? ¿Los medios públicos estatales hablarían con diversas «variedades»? Solo de pensarlo se horrorizaría, evidentemente. Entonces, ¿por qué lo que es injustificable e imposible en un caso debe ser lo adecuado y correcto en otro?
Además, utiliza un tópico absolutamente falso, que cuando «dos asturianos se encuentran (quiero entender yo: de lugares diferentes) hablan en castellano». ¿Pero estos tipos en qué chigres paren? Básteme apelar a Xovellanos cuando manifestaba que no había grandes diferencias en el habla de unas zonas de Asturies a otras.
Toda esa argumentación tiene una implicación incontrovertible: por lo que se labora, velis nolis, independientemente de la voluntad o la inconsciencia del emisor, es por mantener el asturiano en su condición de lengua marginal o de los marginales, de lengua inferior, en situación de diglosia, lo que significa apostar por su rápida e inevitable extinción en no muy largo plazo. Igual ocurre con quienes se oponen a la cooficialidad. La cooficialidad es una fórmula necesaria para el mantenimiento del asturiano, al visibilizar su uso como «digno», su estatus como no marcado negativamente. ¿Garantiza su supervivencia? Depende, pero sin ello no la habrá, aunque no basta.
¿Se puede estar en contra de la cooficialidad? Por supuesto. Pero sabiendo lo que entraña, cuál es la apuesta. Lo que no se puede decir es que se está a favor del mantenimiento y progreso del asturiano y negar la cooficialidad (o no utilizar los medios audiovisuales, como hace el Gobiernu).
Y aquí entramos en otro aspecto, aún más profundo, de la posición de don David (y de muchos de los partidarios de sus argumentos y posturas). Afirma él que se predica por ahí que «Estar contra la oficialidad es de malos asturianos». No lo he oído nunca. En todo caso, por supuesto que no es así. Pero lo que sí hace con esa afirmación falsa (u oída a pocos y presentada como general) es construir un enemigo maligno y peligroso: el partidario de la cooficialidad; el primer peldaño para el edificio de la demonización del partidario de la oficialidad, de la oficialidad, y, en último término, del asturiano.
Y a partir de ahí profundiza en su pensamiento, o manía: sostiene que la lengua crea siempre «un nacionalismo radical», en todas partes, y que la oficialidad crearía inevitablemente ese nacionalismo radical. Que «las políticas de normalización» fundamentarían unas elites que «romperían la igualdad» y propiciarían ciudadanos de primera y de segunda, marginando a quienes no hablasen asturiano.
Permítanme un par de notas de sociología e historia antes de concluir. La primera: ¿de verdad teme que la cooficialidad lleve a la aparición de partidos nacionalistas radicales en Asturies? ¿De verdad? ¡Qué risa! La segunda: afirma que los partidos nacionalistas radicales están ligados a la lengua. ¿ERC o BILDU o el BNG, si quiere don David considerarlos así, son partidos radicales a nativitate o solo llegan a ella por la lengua? ¿Y cómo que la reivindicación lingüística va unida siempre a la radicalidad o que causa inevitablemente problemas? ¿Por qué oculta que la «galleguización lingüística» aparece en Galicia con Fraga y Xosé Luís Barreiro? Y, finalmente, puestos a buscar radicalismos, puede irse don David, ayer y hoy, a tierras de habla castellana a buscar radicalismos de todo tipo. Luego, su argumento es falaz.
Antes de terminar, no quiero dejar de considerar que los argumentos que hoy utilizan los contrarios a la normalización social del asturiano y la cooficialidad son exactamente los mismos que se utilizaban hace cuarenta años cuando se proclamaba que enseñar el asturiano en las escuelas era una estupidez y que más valía dejarlo morir. Bueno, hoy se tapan con las «variedades» y la promoción —está ahí detrás la Ley de Uso y Promoción, que tanto nos costó arrancar a izquierda y derecha—. Un pasín adelante, o un pasín atrás, según el punto de vista.
Pero concluyamos. ¿Qué es lo que de verdad piensa don David Mingo y, seguramente, muchos de los paradiscurseantes? Esto: «Allí donde se han desarrollado políticas de normalización lingüística y cooficialidad se ha generado malestar y discordia entre los ciudadanos». «En ese momento es cuando se rompe la igualdad entre todos los españoles y donde no hay las mismas oportunidades para alguien de Cáceres o de Irún».
Claro como el agua. Creo que no necesita explicación. Salvo el castellano… Intelligenti…, dice el adagio latino.
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