Juticia a lo moro, justicia a la española

(Ayer, en La Nueva España) JUSTICIA A LO MORO, JUSTICIA A LA ESPAÑOLA Estos días, un personaje famoso, Kevin Space (que, por cierto avileseó y niemeyerió cuatro veces por invitación de don Vicente Álvarez Areces), ha sido absuelto por un jurado de nada menos que de nueve cargos por delitos sexuales. Hasta aquí, casi normal, lo anormal es que, en alas del movimiento # meToo, las redes sociales y la cobardía de «negociantes», «mundo de la cultura» e instituciones, ya había sido condenado sin juicio seis años antes: arruinada su carrera, expulsado de una serie que protagonizaba, borrado digitalmente de una película de Ridley Scot que ya estaba terminada; y, ahora piensen en su día a día: arruinadas su vida personal y social. ¿Quién lo resarce? Nadie. ¿Quién repara el daño permanente? Nadie. Los movimientos que acusan sin pruebas y que logran establecer la condena social a través de miles de cómplices que se convierten en dioses justicieros multiplicándola en las redes son una nueva versión de la «Ley de Lynch» o de aquella «justicia popular» que en Grecia condenaba a muerte a Sócrates o a Alcibíades. O, si les gusta más, «justicia a la mora». Recuerden ustedes. Capítulo XXVI de la segunda parte del Quijote. El muchacho que relata ante el retablo de maese Pedro el episodio de Gaiferos y Melisendra, tras referir la afrenta de un moro a una dama y el castigo que por ello recibe, proclama con admiración: «y veis aquí dónde salen a ejecutar la sentencia, aun bien apenas no habiendo sido puesta en ejecución la culpa; porque entre moros no hay «traslado a la parte», ni «a prueba estese», como entre nosotros». A lo que don Quijote replica: «—Niño, niño, seguid vuestra historia en línea recta y no os metáis en las curvas o transversales; que para sacar una verdad en limpio menester son muchas pruebas y repruebas». Pero hay otro tipo de justicia, que podríamos llamar «a la española», aquella que practicaba durante años, con pruebas y repruebas, la Inquisición. Recuerden a Fray Luis: cuatro años de cárcel, hasta que lo soltaron, inocente. Pues bien, casualmente, ha coincidido con la exoneración del señor Kevin, la de la Audiencia Nacional nada menos que a veinte acusados tras la ampliación del puerto de El Musel. Veinte acusados. Ocho años de trámites, nada menos. Y lo que es peor, la Audiencia Nacional censura el que hayan llegado a juicio oral «hechos con escaso o nulo poder incriminatorio», lo que implica una censura a los jueces que iniciaron el procedimiento y al fiscal que siguió insistiendo pese a que el Tribunal de Cuentas no halló «perjuicio al erario» en el 2019. Ya saben: ocho años de censura social, de pérdidas de empleo, de gastos en defensa, de señalamiento social, de incomodidades familiares… Justicia «a la española», ya ven, no como «a la mora», aquí es con papeles. Llevo una anotación de casos donde el instructor o la fiscalía abren una causa general que queda en nada o casi nada después de mucho tiempo. Son muy abundantes, y la reparación del daño, moral, económico, personal, nunca es resarcible. A veces da la impresión de que lo que se persigue no es tanto la búsqueda de la justicia como la búsqueda de la imagen de que “el mocín” es un incansable perseguidor de la justicia.

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