¿A Zapatero o a Aznar? La anomalía española

(Ayer, en La Nueva España) ¿A ZAPATERO O A AZNAR? LA ANOMALÍA ESPAÑOLA Doña Leonor ha jurado ante las Cortes la Constitución, algo que, como se ha señalado, no hace ninguna otra monarquía en el mundo. Esa jura es, simplemente, un acto de normalidad democrática y constitucional: confirma el cumplimiento de las normas, refuerza la continuidad de la institución monárquica. Pero, al mismo tiempo, subraya la anomalía española: parte de las fuerzas que están amparadas en el Congreso por la misma Constitución en que se inserta la Corona deciden no asistir al acto emitiendo un comunicado bastante, digamos, faltón, y carente de la más elemental cortesía. Son las mismas fuerzas, todas, menos una, que hace poco decidieron no asistir a la ronda de consultas para elegir candidato a la Presidencia del Gobierno. ¡Lo mismo parte del Gobierno! Si ello no es normal, y grave, ya me dirán ustedes. Se puede estar en contra de la monarquía, o de España como estado unitario, que es en el fondo la cuestión, pero mientras uno no se haya echado al monte y goce de los privilegios y los dineros que permite el entramado constitucional, saltar el juego institucional es un acto, sobre acaso infantil y sin duda descortés, amenazador. Que esos sean los socios -legales y emocionales- del Gobierno y parte del mismo díganme ustedes a dónde nos aboca. Tengo amigos republicanos, y sé que hay una parte de la opinión pública que lo es, la mayoría por un prejuicio discursivo. Yo no lo soy. Si uno mira a las restantes monarquías europeas (Bélgica, Dinamarca, Liechtenstein, Luxemburgo, Mónaco, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia), la impresión es que no les ha ido mal con el sistema. Pero si además uno contempla sin anteojeras lo que han sido nuestras dos experiencias republicanas, la primera y la segunda, constata que ambas han sido un absoluto caos y un desastre. A la segunda, que para algunos ha sido el paraíso celestial, sólo ha venido a disimularle su verdadero ser el golpe de Franco y su dictadura, pero, en realidad, menos los ilusos que firmaron manifiestos para traerla y que tuvieron que salir por pies y los pocos que creían de verdad en ella, todos, a izquierda y derecha, trabajaron por destruirla. De modo que, sobre las repúblicas, bien podría uno decir aquello de Estanislao Figueras al montar en el tren a París: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Y una reflexión para los republicanos de discurso y buena fe: ¿Qué tal Aznar de Presidente de la República, si es usted de izquierdas? ¿Qué tal Zapatero, si lo es de derechas? Salud, y cumplimiento constitucional.

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