Sobre ETA (recordando el pasado) II

Inserto aquí un artículu del 21/06/2006. Honrar a los asesinados exige también honrar la memoria de la historia.

artículu del 21/06/2006
EN MANOS DE LA GRAN RAMERA

Ven aquí, te manifestaré el juicio de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas; con la cual fornicarán los reyes de la tierra, y se emborracharán los habitantes de ella con el vino de su fornicación.

Concluyendo el mes de marzo, con motivo del pronunciamiento de ETA, analizábamos en estas mismas páginas los elementos sustanciales de la negociación, sus presupuestos (visibles o intuibles), los previsibles desarrollos de la misma, las hipótesis sobre las que cada parte negociaría. Señalábamos: a) que era una hipótesis verosímil el entender la aparición de los enmascarados como el término de un proceso de conversaciones y pactos; b) que, por la impresión que suscitaban las imágenes de los días 22 y 23 de marzo (vídeo de la banda, reacciones de los parlamentos y los gobiernos) en términos de gestualidad y emocionalidad, “parecería más bien que han sido los demócratas quienes se han acercado a los asesinos, y no éstos a nosotros” y que “no se puede llegar por menos a la conclusión de que han resultado plenamente vencedores los de ETA”; c) que el proceso y los resultados dependerían de las expectativas de cada una de las partes, así como, sobre todo, de lo que creyesen que el otro estaba dispuesto a ceder o de su ansiedad por llegar a acuerdos. El último de los elementos centrales del artículo, el relativo a qué sería una paz verdadera y qué una paz falsa, lo expondremos más adelante.

En estos poco más de dos meses las cosas parecen haber confirmado suficientemente las hipótesis y previsiones de aquel escrito marcial, en alguno de los casos en la peor de las direcciones desde el punto de vista de muchas personas. En primer lugar, es ya incontrovertible que el proceso de negociación entre el PSOE y ETA (o Herri Batasuna, como lo prefieran) venía de largo, aunque lo negase el Gobierno. Es más, bajo esa luz adquieren plenamente su significado hechos y palabras (entre otros, la destitución de Fungairiño, el nombramiento del Alto Comisionado para las Víctimas, la pregunta de Otegi “¿pero de esto está enterado Conde Pumpido?”) cuya relación con el (pre)acuerdo se rechazó en su día. En segundo lugar, es indudable que los triunfadores hasta ahora en la caminada, quienes parecen dirigirla e imponer su ritmo, son HB-ETA, cada una de cuyas exigencias de calendario o exención de cumplimiento de la ley es secundada por el Gobierno.

¿Y cómo está el fondo de la cuestión? ¿Qué ha cedido cada una de las partes hasta ahora o qué presupuestos de negociación mantiene? Lo que ETA ha colocado sobre la mesa es que no mata y que han cesado casi por completo la extorsión y el saqueo. No ha entregado las armas ni ha manifestado su disposición a disolverse; mantiene sus demandas históricas: reconocimiento del derecho de autodeterminación, inclusión de Navarra en Euskadi, amnistía para los responsables de delitos y crímenes. El Gobierno ha aceptado como interlocutor legal (de hecho) a la organización terrorista y se muestra dispuesto a sentarse a “hablar” con ella sobre esas demandas políticas, aunque afirma que sólo para denegarlas.

Muchos españoles se hallan entusiasmados por la ruta puesta en marcha por Rodríguez Zapatero: por ser del PSOE, unos, y estar siempre dispuestos a tener como bueno lo que de su organización proceda, incluso en el caso de que no les guste plenamente lo que ven; muchos, seducidos por el reclamo “proceso de paz” y encerigolaos por la beatitud que encierra su promesa final, sin que se formulen pregunta alguna sobre los daños colaterales del mismo o la escoria que acompañe a su ganga; un número no considerable, porque quieren que les quiten de encima el problema como sea.

Otros, sin embargo, ven todo ello con reacciones que van de la rocea a la preocupación grave. En primer lugar, porque se ha elegido un modelo de negociación -pública y con charanga parlamentaria-, que, sobre inusual en estos casos, da todas las ventajas a ETA-HB. Después, porque el Gobierno y el PSOE vienen mintiendo y engañando de forma sistemática, saltando sus propias palabras y límites día tras día (“no ha habido negociación”, “no se negociará hasta que no se entreguen las armas”, “sería un error histórico tener prisa”), o con expresiones que parecen considerar imbéciles a los ciudadanos (“sólo nos reuniremos con ellos para mirarlos a los ojos y que acepten la democracia”). No constituye vector menor de desasosiego el que el Presidente actúe de forma reiterada como un mentiroso compulsivo o, si lo prefieren, de forma más piadosa, como un enfermo del síndrome de Korsakov. En todo caso, parece que es el Gobierno –y no la banda- quien se encuentra en un verdadero estado de ansiedad por llegar a acuerdos, tal vez porque es ese un ensueño compulsivo de Zapatero. Recordemos, al respecto, lo que en su día dijo un abogado etarra a uno de sus clientes carcelarios: “Tío, esta es nuestra oportunidad: este Zapatero está dispuesto a hacer lo que sea por pasar a la historia como el que trajo la paz”.

Están de un lado, pues, estas evidencias inquietantes. La seguridad casi absoluta también de que, antes de las próximas elecciones, Herri Batasuna volverá a estar legalizada, sin que ETA haya entregado las armas ni renunciado a la violencia, sino, más bien, habiéndose constituido en garante en la sombra del proceso. Para ver las cosas de otra manera, sólo cabe recurrir a una profundísima fe, confiando en que la realidad sea exactamente lo contrario de lo que parece y amaga: enfotándose en que Zapatero lo tendrá todo controlado, que no pagará ningún precio político –como prometió, y pese a las apariencias- y que la banda, aunque parezca ir saliendo triunfadora, se limitará a entregarse atada de pies y manos al juego democrático.

Uno de los aspectos más preocupantes de todo esto es el de cuál será la realidad de la “paz”, en el supuesto de que todas las cosas saliesen al final como los más fieles o enfotaos dicen que saldrán. Un número no pequeño de ciudadanos (entre ellos muchos socialistas, como Redondo, Pagazaurtundúa, Rosa Díez o Teo Uriarte) vienen señalando con mayor alarma cada día que la paz no puede ser lo que han troquelado como “la paz de Azkoitia”, aquella situación, precisamente, de paz fascista que yo señalaba en mi artículo del 26 de marzo en estas páginas de La Nueva España (“Euskadi: Sin justicia y libertad no hay paz”):

“En el supuesto de que el proceso llegue a su término, tendría que preocuparnos extremadamente la situación final de las calles de Euskadi. Porque no debería ocurrir que, establecida una situación de ausencia de asesinatos y extorsiones, el dominio de la plaza pública siguiese siendo de quienes la han conquistado en estos últimos años mediante la coacción, las delaciones, el chantaje, la chulería y las amenazas, ya que, de ser así, se consolidaría una situación de vencedores, los causantes del dolor y la muerte, y vencidos, sus víctimas. Sería inaceptable que el conflicto paradigmático que se da en Azkoitia, donde la ciudadana Pilar Elías tiene que convivir con el desafío cotidiano del asesino de su marido, se generalizase. No podría propiciarse una solución en que los asesinos, sin arrepentimiento ni petición de perdón, volviesen a sus pueblos como triunfadores, y se pavoneasen de ello frente a las víctimas. En esa situación, no habría libertad real en la sociedad vasca.”

No conocemos si todo esto preocupa a Rodríguez Zapatero y los suyos; si, preocupándoles, han encontrado la forma de soslayarlo. Lo único que sabemos es que el Gobierno va lanzado como un misil hacia el término del proyecto, en la confianza ciega de que todo saldrá bien y de que se encontrarán siempre las fórmulas oportunas para sortear los obstáculos. Como si de un Jueves chestertoniano se tratase, que conociese al tiempo lo que desea la policía y lo que piensan los criminales, Zapatero está absolutamente convencido de que ETA-HB no ansía otra cosa que cesar en la violencia e integrarse como buenos chicos en el mundo democrático, y de que todas sus exigencias no son más que palabras.

En la sinceridad, en la voluntad, en la “bondad” y en la palabra de quienes tienen en su haber mil asesinatos, extorsiones, secuestros, torturas y, sobre todo, una absoluta insensibilidad hacia las víctimas, una total intolerancia hacia los derechos de los otros para ser distintos. Ahí ha puesto toda su confianza y su esperanza don José Luis, el converso de la plaza de toros de El Bibio. Ahí. Como ponerla en la Gran Ramera de Babilonia.

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