(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos.)
La (r)evolución pendiente
El proceso precongresual del PSOE
Xuan Xosé Sánchez Vicente 07.01.2017 | 03:05
Releo "Federico Sánchez se despide de ustedes", el texto en que Jorge Semprún Maura noveliza, entre otras cosas, los años en que fue ministro de Cultura con Felipe González Márquez (1988-1991). Coincide ese período con la caída del muro de Berlín y la evidencia de la ruina del sistema socialista o, de otro modo, de los países del "socialismo real". Pues bien, desde su experiencia como miembro del comité central del PCE, su trabajo en la clandestinidad y, previamente, su lucha en la resistencia francesa y su internamiento en Buchenwald, Semprún realiza algunas consideraciones sobre la "ideología" tradicional de la izquierda, su práctica y su discurso, la que pasa por Marx y Lenin y pretende la conquista del Estado para implantar una sociedad sin clases y una nueva realidad. Esto dice: "desde que Carrillo me hizo expulsar en 1964 del partido comunista por crimen de revisionismo, sé a qué atenerme. Sé que se considera de derechas ceñirse a la realidad, analizarla rigurosamente, condición preliminar a toda voluntad seria de reforma y de transformación. En cambio, ser de izquierdas consiste en proclamar de manera voluntarista y dogmática la ruptura social, el salto adelante. O mejor dicho, en el vacío".
Analizando el triunfo electoral del PSOE y su política transformadora destaca que Felipe González "ha tenido la virtud de comprender las necesidades de la realidad. Ha dado un viraje hacia la realidad desde antes de la toma del poder, y no un viraje hacia la derecha. Por fin un partido de la izquierda del sur de Europa iba a ganar las elecciones para gobernar la realidad del presente, transformándola, en vez de reinar impunemente sobre la ilusión de un porvenir". Ahora bien, ese giro felipista, esa adecuación a la realidad, no era compartido por el partido y por el sindicato afín más que parcialmente (tal vez, digo yo, sólo en la medida en que el triunfo proporcionaba beneficios a los de casa), y esa facción no era capaz de entender que la caída del muro de Berlín suponía (demostraba) el fracaso del socialismo y venía a reforzar la socialdemocracia europea.
De ese modo, y en vísperas del XXXII congreso del PSOE, se enfrentaban dos tendencias: "Una corriente, en primer lugar, socialdemócrata moderna, que asumía las realidades de la economía de mercado, que se proponía reorientarlas -aun a sabiendas de que eran irrebasables, por lo menos dentro del modo de producción predominante a escala mundial, cuyos infinitos recursos había demostrado el estrepitoso y sangriento fracaso de la experiencia soviética-, que pensaba, en cualquier caso, que sería imposible elaborar una nueva estrategia de izquierdas sin aceptar hasta sus últimas consecuencias la lógica del mercado, para dominarla". Y una segunda, de larga tradición en el partido socialista, que personificó en los años treinta Largo Caballero, que califica de "oportunista de izquierdas", "oportunista en el sentido de que, sin una línea clara, tiene la tentación de situarse siempre retóricamente a la izquierda de la izquierda, con rasgos populistas y demagógicos".
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No tendrá mucho que cavilar el lector para ver que, grosso modo, esa es la situación que vive hoy el PSOE (y una parte de la izquierda europea): [........................................................................]
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