Escipión.- Y continúa diciendo Platón: "y a los que obedecen a sus jefes les acusa el pueblo y los insulta como esclavos voluntarios, en tanto alaba a los que, siendo magistrados, quieren parecer como si fueran particulares, y a los particulares que pugnan para que no haya diferencia entre un particular y un magistrado, y los colman de honores, de modo que resulta necesario en tal república que todo sea enteramente libre, y que no solo toda casa quede libre de todo dominio, sino también que este mal alcance a los animales; en fin, que el padre tema a su hijo, y el hijo abandone a su padre; que no haya pudor alguno para que sean del todo libres no haya diferencia entre un ciudadano y un extranjero, el maestro tema a sus discípulos y sea complaciente con ellos, los discípulos se burlen de sus maestros, los jóvenes asuman las funciones de los viejos, y los viejos desciendan a las diversiones de los jóvenes, para no hacerse odiosos y pesados frente a ellos. [...] y en tan amplia libertad, incluso los perros y los caballos, hasta los asnos corran tan desenfrenados que haya que apartarse de su camino. Así, pues -dice Platón-, de este libertinaje sin límites resulta al fin que los ciudadanos acaban por hacerse de mentalidad tan desdeñosa y enervada que, en cuanto se produce el mínimo acto de gobierno, se irritan y no lo toleran; por lo que también empiezan a despreciar las leyes, para que nadie les mande".
(Cicerón, De republica)
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