PREJUICIO, PASIÓN Y EJEMPLARIDAD
Comprendo que haya quien no
entienda la utilidad del asturiano o que se oponga a su normalización por las
razones que sean. Pero suele subyacer en esas posturas una auténtica pasión,
con pulsiones que van desde la distinción de clase a las del autoritarismo. Es
“el síndrome de la u”, que el otro día ejemplificaba M. A. Revilla en
televisión: se reían de él (y lo despreciaban) en Santander “porque era de los
de la u”. Me lo reveló un día Antonio Masip: “Si, por lo menos, se propusiese
Uviedo, que no acabase en u”. Repito: uno entiende las reservas y argumentos
frente al proceso de normalización, pero hay mucho más detrás cuando personas
que se presumen distinguidas patean en el Campoamor porque se los salude en
asturiano. Mucho más.
Asimismo hay mucha desinformación
voluntaria sobre lo que son las lenguas. Cuando se habla de “bable de
laboratorio” o de “lengua inventada” se pasa por alto que todas las lenguas
cultas y escritas han sido inventadas en algún momento. El castellano por
Alfonso X, el alemán por Lutero. Catalán y gallego lo han hecho desde hace
menos de un siglo, menos aún el euskera.
Hay también mucho que decir sobre
el asturianismo lingüístico y la demanda de cooficialidad. Se ha convertido
esta en un bálsamo milagroso que recuperaría socialmente la lengua. Ayudaría, pero no es ese el problema de la
supervivencia de nuestra lengua, sino un problema de ejemplaridad de quienes
tienen autoridad. En ese sentido hay actos desoladores. Acabo de ver en un
programa de la TPA a dos próceres del asturianismo cultural hablar en estricto
castellano. En dos entrevistas, a dos cabezaleros (-ero y –era) en igual
actitud. ¡Y académicos! Podría seguir.
Si quienes deben dar ejemplo no lo hacen, de nada valdrá la
oficialidad.
Por cierto, ¿la supresión de la web en asturiano del Sespa
es el comienzo de la cooficialidad amable?
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