Logomaquia y verborrea

(Ayer en La Nueva España) LOGOMAQUIA Y PALABRAS MÁGICAS “El que quiera ser dictador haría bien en estudiar semántica”, decía el lingüista Hjelmslev. Y es que el lenguaje no sirve solo para comunicar, sino también para ocultar, dar una pátina brillante a lo que es siniestro o atemperarlo, emitir sonidos que, sin significar ninguna cosa concreta, muevan emociones… Ese uso del lenguaje es muy frecuente en nuestros días, aunque no exclusivo, y lo es especialmente en el ámbito de la política y la propaganda comercial. Vengamos a algún uso reciente, las nuevas normas escolares sobre el pase gratuito de curso, sin repeticiones pese a tener suspensos, novedad relativa, pues viene a continuar la línea dominante de estos últimos años. Recuerden ustedes, a propósito, que el curso pasado ya hubo prácticamente un aprobado general en Asturies en las etapas previas al bachillerato. He aquí a la ministra de Educación, Pilar Alegría: “El cerco a la repetición busca una motivación basada en el esfuerzo, no en el castigo”. Es decir, el alumno renuente ya sabe que va a pasar de curso, apruebe o no. Ahora bien, el saberlo lo ayuda a esforzarse, puesto que no va a tener el castigo de suspender, perder a sus compañeros y que lo riñan en casa. ¡Perfecto! Reyes Maroto es ministra de Industria de un Gobierno que presumió de ser los más rápidos en desenfundar al oeste del Volga, y, pese a lo que hacen otros países de la UE, y no digamos China o la India, corrió a desmontar las térmicas. Pues bien, ahora se estudia, ante las necesidades, dilatar el proceso en alguna de esas industrias. La frase: “No se rectifica con la descarbonización, solo acompasamos los tiempos del proceso”. Es decir, no “rectificar”, no “corregir”, no “retrasar”. “Acompasamos”. ¿Qué les parece? ¡Magnífico! Se suprimen centenares de plazas de aparcamiento, se anulan calles para el tránsito o se reducen los carriles de circulación, todo ello con las consecuencias que ustedes suponen, o padecen, depende de dónde vivan. ¿Se prohíbe? No. ¿Se elimina? No. ¿Se restringe? Tampoco. ¿Qué ocurre entonces? Se “pacifica el tráfico”, he ahí la invención semántica del edilazgo xixonés. Y ya que estamos en Xixón. No es malo recordar la donosa invención de doña Ana, la alcaldesa. ¿Ha prohibido ella los toros en la ciudad? ¡Qué va! ¡Líbrela el Diañu Burllón de tal cosa! ¿Prohibir ella? Lo que ha hecho ha sido “dar otros usos a la plaza de toros”. Claro que, para hallazgo, el de don Hugo Morán. ¿Lobos carniceros en exceso? ¿Lobos escandalosamente depredadores? ¿Lobos exterminadores de rebaños? ¡No, hombre, no! “Lobos conflictivos”. Eufemismo se llama la figura. Ocultación del problema, la finalidad. Pero no se centren ustedes en los políticos. Ahí tienen un vocablo, que como en las procesiones de ciertos rituales, recorre manifestaciones, manifiestos y proclamas: “digno”. Así, unos reclaman “pensiones dignas”, otros, “salarios dignos”, y de ahí extiendan ustedes el adjetivo por innúmeros campos: empleos, viviendas, lo que quieran. ¿Pero qué es una pensión digna, qué un salario digno? ¿Cómo es un empleo de ese jaez o una vivienda? Esto es, ¿cuál es su cuantía en los dos primeros casos? ¿Cuáles son las características de un empleo así? ¿El que está bien pagado? ¿Aquel en que se trabaja pocas horas o días? ¿Donde uno no se ensucia? Nadie contesta a ello. Seguramente porque el bajar a la realidad entraña problemas, mientras la proclama satisface a todo el mundo y es difícil que, así dicho, nadie se niegue a que los exigentes tengan un lo que sea digno. El problema comienza cuando se echan los números o se indaga en las condiciones y se hace la pregunta siguiente, ¿y eso de dónde sale? ¿Aumentamos el déficit, la deuda, los impuestos? No aprieten mucho porque la respuesta se va a producir entonces: “Me es igual, yo quiero lo mío”. Y, más apretados e ideologizados: “de los ricos”. Resuelta la incógnita de la jaculatoria.

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