Cofiñu nun ye Cofiño

(Ayer, en La Nueva España) COFIÑU NUN YE COFIÑO La frase no expresa su literalidad, sino un juicio. Cofiñu (Parres) ha recibido de forma indirecta una distinción de notabilidad al haber recaído sobre un hotel sito en él un doble reconocimiento, como mejor hotel de lujo de montaña. Sin embargo, sobre Rafael Cofiño, el director general de Salud Pública, y Juan Cofiño, vicepresidente del Gobiernu, cuyo apellido proviene precisamente de esos confines geográficos, Cofiñu, pero cuyos antepasados han sido sometidos a la oficialidad del castellano (que, ya se sabe, no es una lengua de imposición), sobre ambos, digo, no debe recaer premio alguno, sino una reprobación, el primero por haber salido de su departamento el disparate de la licitación del hospital de Cabueñes, que, como saben, no ha tenido ni un solo concurrente; el segundo, por haber asegurado, frente a los avisos en contrario, que sí se presentarían licitantes al concurso. No, no son lo mismo, ni aunque ambos políticos no hubiesen sido arrancados de su asturianidad en el registro del apellido de sus antepasados: no se han cubierto de gloria. Como no se ha cubierto de gloria don Adrián Barbón al afirmar que las inundaciones del hospital de Les Arriondes eran culpa del cambio climático. ¡Hombre, don Adrián, si siempre fueron los donde sito está terrenos inundables! ¡A ver si ahora el cambio climático va a ser también el responsable del déficit! Quien sí se gana todas las medallas en su persecución de los conductores es Pere Navarro, el capo de la DGT (dicho sea en castellano dialectal). Ahora amenaza con reducir la validez del carné de conducir de los mayores de 65 años, según él porque se ven involucrados en el 28% de los accidentes mortales. Bien, pero informa él, en el caso de peatones o bicicletas son el 50% de las víctimas. ¿Alguna alerta sobre los peatones? ¿Sobre las vacas sagradas? Al señor Navarro solo le quitan el sueño los conductores.

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