Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Unos siglinos de historia
(Ayer, en La Nueva España)
L’APRECEDERU
UNOS SIGLINOS DE HISTORIA
Publicaba LA NUEVA ESPAÑA la semana pasada un reportaje sobre el castro del Chao San Martín. La vida en el lugar se extendió desde la Edad del Bronce hasta el siglo II d. C., en que un seísmo lo destruyó. Al principio de nuestra era, convivió con la ocupación de Roma, que estableció allí un centro para la explotación de la riqueza aurífera de la zona. Como otros astures prerromanos, los habitantes del castro dominaban la minería, la metalurgia y la orfebrería (piénsese, por ejemplo en el aniellu d’oru de la Mata’l Casare, un monumento megalítico).
En el impulso al conocimiento del castro tuvo un papel decisivo José María Naveiras Escanlar. A “Pepe el Ferreiro”, un personaje difícil y singular, la cultura material asturiana le debe mucho por la recuperación y conservación de la misma, como, asimismo, la prehistoria y la historia le deben bastante a Joaquín Manzanares, otra persona que se movió al margen de la cultura oficial.
Los castros reconocidos, varios centenares, ocupaban prácticamente toda Asturies. A su condición de vivienda y fortaleza unían la de ser centro ganadero que explotaba la vecindad.
Esa extensión por todo el territorio se acentuó en los siglos medievales y posteriores, cubriendo prácticamente la explotación del suelo por el ganado hasta los últimos riscos con hierba.
Ahora bien, esa ubicua presencia humana se está reduciendo drásticamente en los últimos tiempos, no sólo por la evolución de la economía y la demografía, sino por la intervención política. Como ya avisamos en la primera ampliación del Parque de Cuadonga, esas políticas «conservacionistas» lo que hacen es dificultar la vida a sus habitantes —que allí llevan siglos, humanizando el territorio—.
En palabras de Rafael Menéndez y Fermín Rodríguez: «La protección ambiental colabora al abandono de la montaña asturiana y parece tener el objetivo encubierto de dificultar la actividad humana».
Lo empezamos a decir en 1995: «Quieren acabar con ellos».
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