Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
Pqueñas grandes cosas
(Ayer, en La Nueva España)
PEQUEÑAS GRANDES COSAS
«Propugno el derecho del hombre corriente a decir lo que piense del Gobierno que exista, por poderoso que sea, y asimismo su derecho a derribar ese Gobierno si cree que con ello va a mejorar su humor o va a mejorar su casa o su país, y siempre que para ello persuada a bastante gente de que vote con él».
W. Churchill
Leo y oigo sin pizca de asombro el asombro de comentaristas y particulares por que la derecha hubiese superado en el conjunto de España (700.000 votos y un 3% más el PP que el PSOE) a la izquierda, como si la meritoria e impoluta labor del Gobierno Sánchez-Podemos hubiese sido despreciada e ignorada pese a la evidencia de su incontrovertible bondad.
Precisemos, ante todo, dos cuestiones sobre los resultados. En cuanto a la izquierda, el gran vapuleado ha sido Podemos, la parte más estridente del Gobierno. Por la derecha, gran parte de su subida se debe a la desaparición de Ciudadanos. Estas dos variables no explican el conjunto de los resultados, pero son parte importante de ellos. Y en cuanto a la adscripción general de los votantes, existen dos tipos: los «herodianos», que son aquellos que seguirían votando a Herodes tras la matanza de los inocentes, bien justificándola, bien desconociéndola, bien echando la culpa al rival, y los «no herodianos», aquellos que cambian su voto o se quedan en casa según la coyuntura, el juicio sobre el gobierno o, simplemente, la moda o el humor. Los primeros constituyen la base firme de los partidos a una y otra banda. Los segundos son menos.
Pero volvamos al voto en estas elecciones. ¿Hay razones para que los «no herodianos» hayan votado distinto a lo que han hecho en otras elecciones o para que se hayan quedado en casa? Pues quizás existen algunas pequeñas grandes cosas. Veámoslas.
A confesión de parte, sobran pruebas, dice el adagio. He aquí al señor Barbón echando la culpa a la gestión del lobo de la pérdida de escaños en la zona rural. ¿Y cómo ha sido esa gestión? Pues producir daños morales y económicos a los ganaderos, carecer de empatía hacia sus problemas y hacia el sufrimiento de los animales atacados, aterrorizados y lesionados, y apoyar el discurso o manía (que algunos llamarán ideología) de quienes tienen empatía con las imágenes de los lobos, con los que no conviven ni cuyos daños sufren. En otros términos, apoyar les zunes o caprichos de unos pocos contra la realidad de otros muchos.
Pasemos a otro ámbito. Los robos de la propiedad de la vivienda, llamados eufemísticamente ocupaciones. Si ustedes escuchan a las podemitas del Gobierno, es ese un problema que, en realidad, es inexistente o que afectaría solamente a los muy ricos y capitalistas, y que acrecientan las empresas que venden alarmas para las casas. O a Patxi López (el tipo que impidió a Rajoy dar el pésame a los familiares de Isaías Carrasco, una infamia difícilmente olvidable): para él, el 99% de los robos de la propiedad de la vivienda (ocupaciones) se producen en inmuebles vacíos de grandes propietarios. Pero, si ustedes se toman la molestia de leer o ver las noticias, sabrán todos los días de familias «normales» expoliadas de su renta o de su casa, teniendo que pagar, además, la luz y el agua de la que ya no es su casa. Verán también cómo muchos de esos expropiadores amparados por la ley son simplemente mafiosos o bandas organizadas, no pobres familias sin techo. Pues bien, para mejorar la cosa, la nueva ley de vivienda agrava más la situación, y a quienes no quieren poner su segunda vivienda en renta por miedo a que se queden con ella durante unos años sin pagarles un duro les suben el IBI como castigo.
Lo de la ley trans o la ley Sisí —y especialmente, en este caso, la gestión del disparate, que obligó al PSOE a pedir ayuda al PP— son dos ejemplos más de esas «pequeñas grandes cosas» que pueden haber hecho a más de uno trasladar su voto, quedarse en casa o castigar a quienes legislan sin seso y perseveran con contumacia. Lo de la ley de protección animal, lo dejo en la consideración de ustedes.
Lo más notable de estas decisiones es, por un lado, que se legisla sin importar las consecuencias de lo que se legisla —pese a las advertencias de los técnicos— y, sobre todo, que se legisla para imponer a todos el capricho, la manía o la zuna (insisto, ellos lo llamarán «ideología») de un pequeño grupo cercano al poder.
Y algún peso hubieron de tener en algún voto dos decisiones, estrictamente políticas, de pago de alianzas: los indultos a los golpistas catalanes, la modificación de las leyes para librarlos de las condenas por malversación o atenuarlas y la eliminación del delito de sedición; los acuerdos con Bildu y su proyección ante la opinión pública como fuerza «constructora de leyes» para toda España.
Finalizo con dos reflexiones. La primera, Bildu no se «equivocó» llevando en su lista exetarras y gente condenada (y con sus penas con la justicia ya saldadas, ciertamente): su éxito electoral ha sido notable. De ahí, por cierto, pueden ustedes sacar alguna conclusión sobre los votantes de Bildu y de una parte de la sociedad vasca.
La segunda. El PNV debe de estar empezando a arrepentirse de aquel día que le temblaron las piernas ante la moción de censura a Mariano Rajoy.
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