Presos a la calle, politicos también

PRESOS A LA CALLE, POLÍTICOS TAMBIÉN En 1932 unos cuantos militares, encabezados por Sanjurjo, intentaron dar un golpe de Estado contra la República. Condenados a severas penas, la derecha, cuando triunfó en las elecciones de 1933, los amnistió. En 1934 el PSOE, apoyado por ERC, propició un golpe de Estado armado. En Asturies, la rebelión supuso algunos miles de muertos y cientos de condenados o fugados tras su fracaso. Cuando el PSOE ganó las elecciones en 1936 amnistió a los golpistas condenados. De modo que precedentes sí hay. Sobre la amnistía que barajan con más descaro Junts y con un cierto disimulo el PSOE, habrán leído ustedes dos tipos de opiniones. Una parte, minoritaria y expuesta por gentes próximas al PSOE o a la izquierda, sostiene que una amnistía es constitucional, fundamentalmente, porque la Carta Magna no la prohíbe, y que es una decisión política, más allá de lo jurídico, por tanto. Resultan mayoría quienes entienden que la amnistía no cabe en el quehacer del Gobierno, puesto que es una medida “alegal”, es decir, fuera de la Constitución. En primer lugar, porque no la mienta esta, aunque sí los indultos. En segundo lugar, porque sí contempla el indulto (que se puede conceder tras haber sido condenado el reo) y porque prohíbe expresamente los indultos generales, solo los individuales, y la amnistía vendría a ser, por tanto, “un perdón general”. Una tercera postura es la tautológica, la que argumenta nuestro presidente, don Adrián, que sostiene que si la decide el PSOE es que cabe en la Constitución, «porque nuestro partido es el más constitucionalista de todos». Bueno, aparte de la figura retórica y de fe, habrá que recordar a don Adrián que los socialistas se abstuvieron en la votación del artículo 1.3 de la Constitución, y que ahora parecen pasar por alto el 1.2. No es cuestión menor el gran número de prebostes socialistas que reniegan de la amnistía y del trato con Junts sobre ella, afirmando rotundamente, además, que no sería constitucional (que son dos cosas distintas). Les pongo aquí una pequeña nómina de ellos: Juan Carlos Campo, magistrado y exministro; Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha; Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura; Tomás Gómez, ex secretario general del PSOE madrileño; Javier Lambán, expresidente de Aragón; Joaquín Almunia, exministro, y, para mi sorpresa, los radicales y “vasquistas” Jesús Eguiguren, negociador con ETA, y Odón Elorza, exalcalde de Donosti. ¿Que hay más? Ya lo saben ustedes. Y muchos de ellos recuerdan el «no pasarán» de don Pedro Sánchez Pérez-Castejón: «Hasta el 23-J Sánchez proclamaba que la amnistía no cabe en la Constitución». ¿Cómo se los descalifica desde las filas socialistas?: diciendo que son viejos y que estos tiempos son otros. Claro que podría explicarse de otra forma: que ya no están en el negocio, lo que sensu contrario… A las dos amnistías antedichas, de perdonar a los suyos, Patxi López ha venido al Pozu Funeres a añadir otra, la de 1977, para señalar que esta «perdonó igual a los defensores de la democracia que a los que la pisotearon». Como gran parte de la izquierda, el PSOE ha creado una fábula de corderos y lobos sobre la República, borrando la realidad de la misma, por ejemplo, su golpe de Estado del 34 o el hecho de que paredones y cunetas funcionaron paritariamente durante la guerra en un lado y otro (cosa distinta es después de 1939), incluso, liquidando a los del propio bando, como a los del POUM. Por eso, quienes volvieron del exilio o salían de la cárcel y quienes venían del franquismo decidieron que había que borrar aquella etapa definitivamente. Que se lo pregunten, por ejemplo, a Rafael Fernández o a Marcelino Camacho. De modo que las palabras de López no son más que retórica de la mala, sofismas para militantes y gente de la propia iglesia. Y a propósito, se le podría preguntar a este ciudadano: «¿Pero tú sabes lo que es una amnistía, Patxi?». Por cierto, el señor López, que fue lehendakari con los votos que el PP le regaló gratis et amore, cometió la mayor y más miserable canallada de la que yo tengo recuerdo: se personó en la puerta del velatorio para impedir a Mariano Rajoy entrar a dar el pésame a los familiares de Isaías Carrasco, asesinado por ETA. Era en vísperas de unas elecciones generales. La amnistía que demanda Junts no es moco de pavo. Pide que se den por no existentes los delitos no solo de los delincuentes, digamos, políticos, sino de todos aquellos que, en aras de la proclamación de independencia, quemaron y saquearon, así como de aquellos que defraudaron dinero público y están condenados o en espera de juicio. Eso sí, la amnistía no debe incluir a aquellos miembros de las fuerzas del orden que estuviesen acusados o encausados por contener los desórdenes. Según muchos, la amnistía, además, vendría a suponer una reprobación de la Constitución y de los actos con que legítimamente el Estado repuso el orden constitucional; implicaría, en términos algo dramáticos, «la voladura de la Constitución y del pacto del 78». Pero la verdad es que, en parte, ya han sido amnistiados: la eliminación del delito de sedición, la cual facilitó el indulto de los condenados en su día por el golpe, fue, en realidad, una «amnistía» del delito. Es verdad que queda pendiente, rebajado, el delito de malversación, así como el de desórdenes públicos, que afectarían a muchos de aquellos para los que se pide y negocia ahora una amnistía general. La frase del titular de este artículo, «Presos a la calle, políticos también», es una consigna que, en los meses anteriores a la Constitución y las primeras elecciones, coreaban y pintaban grupos anarquistas. Y, ahora, ya puestos a ello, ¿por qué no, si se va adelante? Habrá delitos menores que aquellos que se vayan a amnistiar. Total, ya han empezado a hacerlo con algunos condenados por agresiones sexuales, con la ley Sisí. Y respecto a la «pacificación», que se pregona como el gran argumento de fondo para la amnistía, ¿qué quieren que les diga? ¿Ahora que ni siquiera hay delito por proclamar la independencia desde un balcón van a abstenerse? ¿Y más si se acabase de declarar inexistente mediante la amnistía el delito de golpe de Estado cometido en 2017? En fin, en cuestiones de buenas costumbres sí me atrevo a entrar, ¿pero en cuestiones de fe? Los creyentes son inasequibles al desaliento y ciegos a la evidencia. Pero, en todo caso, ¿no les provoca un poco de malestar el ver a Iris, la mensajera de los dioses, genuflexa ante Puigdemont en Bruselas para conseguir su sí? ¿Y no les suscita ninguna inquietud o preocupación el cortejo entre Ortúzar y el prófugo maleteril en Waterloo?

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