Cuáles son los puntos fuertes de la especificidad cultural de Asturies? Sin discusión ninguna, el arte asturiano y el arte rupestre -y, secundariamente, los castros-. De forma más discutida, el asturiano, nuestra llingua.
Olvidémonos de este punto, por esa y por razones prácticas en relación con el tema que vamos a tratar. Vengamos al llamado arte prerrománico, al que, siguiendo a Jovellanos, prefiero llamar «arte asturiano»: constituye, sin duda, una de las grandes joyas de la humanidad, una de las piezas singulares de nuestra actividad como especie; como, asimismo, lo constituye nuestro patrimonio pictórico paleolítico.
Habría ahí, pues, un conjunto sustancial de elementos capaces de concitar la atención de Europa y del mundo sobre nuestro país como territorio particularmente atractivo desde el punto de vista cultural, susceptible, por tanto, de concurrir con éxito para obtener la nominación de Capital Cultural de Europa para el año 2016.
Pero no diríamos todo si no señalásemos probablemente algo aún más especial ligado a nuestro territorio: nuestra condición de llende donde se pone límite a la expansión del Islam y de protoestado de la modernidad occidental, todo ese conjunto de creencias y valores que constituyen después la identidad de España y Europa. Eso es Asturies, ya la consideremos como una entidad que, en parte, se agota en sí misma, ya la tengamos como no más que el ñiciu -visión que, obviamente, no comparto- del que después nacerá España.
Ahora bien, ¿cuál es el trato real que todo ello merece a nuestros gobernantes, y aun a parte de nuestros grupos sociales dirigentes? Pues no hay más que mirar al arte asturiano, vejado por la incuria desde siempre; no hay más que preguntarse por los servicios que el arte parietal presta a la ciudadanía en materia de conocimiento y acceso al mismo, tan escasos, tan descuidados. No hablemos ya de su difusión entre los asturianos y de su proyección hacia afuera, nulos o escasos. Y eso, en lo tocante a los elementos de la cultura material. Porque si nos referimos a Covadonga, como lugar simbólico del nacimiento del Estado asturiano, de España y de Europa, la cosa es aún más bochornosa: para unos -la izquierda- es lo innombrable, por las connotaciones políticas y religiosas de su significado; para otros -la derecha-, mero referente episódico, vacío de cualquier contenido que no sea el de la teleología hacia lo español. (Por cierto, tampoco la Iglesia ha destacado en la adecuada ponderación del lugar, ni siquiera en la de lo propiamente mariano del mismo).
Y para unos y para otros, una consideración de lo asturiano que va desde el menosprecio a la minusvaloración, siempre empeñados en tener como más importantes cualesquiera otros lugares o hechos culturales, en clara homología con su sumisión política y emocional a las órdenes de sus casas centrales.
Pues bien, con esos mimbres toda la seudopreparación para concurrir a la candidatura de Capital Europea de la Cultura para el año 2016 ha sido una comedia rural a la asturiana: unos -los socialistas-, tratando de engañar como si fuesen en serio, sabiendo que hasta la forma en que se planteaba la candidatura era inválida y, al mismo tiempo, negando la singularidad que Uviéu tiene en cuanto presencia en ella del arte asturiano y del parietal y como tercera capitalidad histórica del Reinu de Asturies. Los otros -la derecha-, jugando a quiebros y requiebros, actuando a monteraes de ahora sí y ahora no, tratando de hacer pasar por jugadas inteligentes lo que no son más que trilerías de patio de colegio. Y, entre unos y otros, asturianaes. Asturianaes de esa Asturies misérrima que nos rige desde hace tanto tiempo, a la que los ciudadanos no le importan más que para engañarlos y conseguir su voto; que consideran la identidad y la cultura asturiana un asunto menor, si no despreciable; de esa Asturies tuerta, cuyo único ojo bueno mira siempre hacia Madrid.
Ha salido -y saldrá-, pues, lo que tenía que salir. Y, como buenos asturianos de esa Asturies huera y estéril, podrán cantarse unos a otros -eso, sí, lo harán después de una buena fartura, y no como en el cantar de donde proceden los famosos versos:
¡Que tan vaina yes tú como yo / y yo como tú / y semos los dos!
Olvidémonos de este punto, por esa y por razones prácticas en relación con el tema que vamos a tratar. Vengamos al llamado arte prerrománico, al que, siguiendo a Jovellanos, prefiero llamar «arte asturiano»: constituye, sin duda, una de las grandes joyas de la humanidad, una de las piezas singulares de nuestra actividad como especie; como, asimismo, lo constituye nuestro patrimonio pictórico paleolítico.
Habría ahí, pues, un conjunto sustancial de elementos capaces de concitar la atención de Europa y del mundo sobre nuestro país como territorio particularmente atractivo desde el punto de vista cultural, susceptible, por tanto, de concurrir con éxito para obtener la nominación de Capital Cultural de Europa para el año 2016.
Pero no diríamos todo si no señalásemos probablemente algo aún más especial ligado a nuestro territorio: nuestra condición de llende donde se pone límite a la expansión del Islam y de protoestado de la modernidad occidental, todo ese conjunto de creencias y valores que constituyen después la identidad de España y Europa. Eso es Asturies, ya la consideremos como una entidad que, en parte, se agota en sí misma, ya la tengamos como no más que el ñiciu -visión que, obviamente, no comparto- del que después nacerá España.
Ahora bien, ¿cuál es el trato real que todo ello merece a nuestros gobernantes, y aun a parte de nuestros grupos sociales dirigentes? Pues no hay más que mirar al arte asturiano, vejado por la incuria desde siempre; no hay más que preguntarse por los servicios que el arte parietal presta a la ciudadanía en materia de conocimiento y acceso al mismo, tan escasos, tan descuidados. No hablemos ya de su difusión entre los asturianos y de su proyección hacia afuera, nulos o escasos. Y eso, en lo tocante a los elementos de la cultura material. Porque si nos referimos a Covadonga, como lugar simbólico del nacimiento del Estado asturiano, de España y de Europa, la cosa es aún más bochornosa: para unos -la izquierda- es lo innombrable, por las connotaciones políticas y religiosas de su significado; para otros -la derecha-, mero referente episódico, vacío de cualquier contenido que no sea el de la teleología hacia lo español. (Por cierto, tampoco la Iglesia ha destacado en la adecuada ponderación del lugar, ni siquiera en la de lo propiamente mariano del mismo).
Y para unos y para otros, una consideración de lo asturiano que va desde el menosprecio a la minusvaloración, siempre empeñados en tener como más importantes cualesquiera otros lugares o hechos culturales, en clara homología con su sumisión política y emocional a las órdenes de sus casas centrales.
Pues bien, con esos mimbres toda la seudopreparación para concurrir a la candidatura de Capital Europea de la Cultura para el año 2016 ha sido una comedia rural a la asturiana: unos -los socialistas-, tratando de engañar como si fuesen en serio, sabiendo que hasta la forma en que se planteaba la candidatura era inválida y, al mismo tiempo, negando la singularidad que Uviéu tiene en cuanto presencia en ella del arte asturiano y del parietal y como tercera capitalidad histórica del Reinu de Asturies. Los otros -la derecha-, jugando a quiebros y requiebros, actuando a monteraes de ahora sí y ahora no, tratando de hacer pasar por jugadas inteligentes lo que no son más que trilerías de patio de colegio. Y, entre unos y otros, asturianaes. Asturianaes de esa Asturies misérrima que nos rige desde hace tanto tiempo, a la que los ciudadanos no le importan más que para engañarlos y conseguir su voto; que consideran la identidad y la cultura asturiana un asunto menor, si no despreciable; de esa Asturies tuerta, cuyo único ojo bueno mira siempre hacia Madrid.
Ha salido -y saldrá-, pues, lo que tenía que salir. Y, como buenos asturianos de esa Asturies huera y estéril, podrán cantarse unos a otros -eso, sí, lo harán después de una buena fartura, y no como en el cantar de donde proceden los famosos versos:
¡Que tan vaina yes tú como yo / y yo como tú / y semos los dos!
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