Marxinalización del asturianu:

Pongo equí un artículu asoleyáu en Ríu Nalón sobre les persecuciones y prohibiciones que l'asturianu y otres llingües d'España sufrieren nos caberos tiempos. L'artículu -y esi ye'l so contestu- asoleyóse inicialmente en La Nueva España del 02/05/01.




                  EL CASTELLANO SÍ ES UNA LENGUA DE IMPOSICIÓN


            La recientes palabras del Rey, con motivo de la entrega del Premio Cervantes, manifestando que el castellano nunca había sido una lengua de imposición, nos permiten revisar lo que de verdad o falsedad tiene esa afirmación en relación con la piedra de toque de nuestra lengua nacional, el asturiano.
            Como recordarán ustedes, hace un mes aparecía en los medios de comunicación la noticia de que en un colegio se sancionaba con cinco duros a los niños que pronunciasen palabras en asturiano. Con castigo monetario o únicamente con reprensión o censura, esa ha sido la actitud permanente de nuestra escuela con respecto a la llingua llariega: su persecución. Digo mal, no sólo lo ha sido. Como en tiempos pasados, hoy la enseñanza persigue las manifestaciones del asturiano, con sanciones, a veces; con burlas, en muchas ocasiones; con humillación del hablante, siempre.
            Y esa persecución no se realiza para que el hablante aprenda chino-mandarín o romanche. Se hace para que, abandonando su asturiano, hable la variante culta del castellano o castellano estándar. En otras palabras, para que se integre en la lengua histórica y modelo culto de la misma de la región del estado y de los grupos sociales que, a lo largo de la historia de España, han estatuido su predominio social y territorial. La escuela, como toda escuela, pretende, entre otras cosas, reproducir los patrones de comportamiento y dominio vigentes en la sociedad.
            De este modo, la enseñanza en Asturies ha trabajado y trabaja en una doble dirección: reprimir directamente el asturiano e interiorizar en los individuos la represión, haciéndolos sentirse, de hablar asturiano, ciudadanos de segunda clase y, por tanto, marginales.
            Es verdad que, en el ámbito de la antigua tierra de los Luggoni, ha contribuido poderosísimamente otro factor: la actitud de las clases medias y de la Universidad. En el caso de las restantes lenguas españolas en conflicto con la del estado, la actitud de esos dos grupos ha sido, en general, siempre idéntica: acomodación a la cultura castellana y utilización de la misma como arma de clase, como marca de identidad que justificaba su status y su papel rector dentro del país, frente a la cultura propia, marcada negativamente como “vulgar” o “aldeana”. Ahora bien, mientras en esas nacionalidades o países, en el último siglo y medio, ha surgido, frente a la actitud general, un grupo poderoso de intelectuales y clases medias que valoró la cultura llariega como positiva, en Asturies tales grupos no han aparecido hasta casi finales de los setenta, y lo han hecho con escasa dotación numérica.
            Pero una lengua no sólo se impone a otra mediante su persecución o sambenitación en la escuela, Cuando una lengua no se puede utilizar ante la justicia o la administración, cuando está excluida de los tribunales de justicia u otros actos “nobles” de la vida social, se produce un doble efecto de multiples consecuencias: se castiga a quien usa la lengua prohibida, se premia a quien usa la lengua aceptada y, naturalmente, se refuerza la valoración psicológica de una como “marginal” (“de aldeanos, tontos y probes”) y de otra como “noble” (“de urbanitas cosmopolitas, ilustrados y ricos”). Si eso no es una imposición, venga el Rey y lo vea.
            Pero hay más. Si bien el asturiano no ha sufrido más que estas persecuciones vehiculares y sociales (las más efectivas y terribles), y no ha tenido una proscripción institucional explícita, como la del catalán con el Decreto de Nueva Planta, no ha estado tampoco libre de prohibiciones más o menos institucionales. Así, en los primeros años de la dictadura franquista, las obras teatrales en asturiano debieron pasar una censura especial. De la misma forma, el organismo franquista IDEA (hoy RIDEA) prohibía el asturiano en el uso de las narraciones de ficción, salvo si, en los diálogos, hablaban los tontos o los marginales, esto es (para ellos), los hablantes de asturiano.
            Quizás podamos comprender mejor nuestra historia si alguien se sorprende de que semejante prohibición haya sido reiterada en este año de gracia de 2001 en un concurso literario convocado por una institución cultural asturiana. Porque las prohibiciones y persecuciones siguen dándose, ya no únicamente en el ámbito estrictamente institucional-legal (Estatuto), sino en el diario de la escuela y de la vida social y cultural. Y el que haya asturianos que se sorprendan por ello, que conserven su inocencia hasta ese punto, quiere decir que la imposición no sólo es una práctica habitual, sino que ha extendido sus argucias hasta el punto de ocultársenos a la vista, como a Ulises le velaron su verdadera figura los dioses a su llegada a Ítaca, para que, así, pudiese hace su mortandad con más descuido de las víctimas, y, por ende, con más efectividad.

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