La primavera árabe y los ciegos occidentales


La semana pasada Mursi, el presidente electo de Egipto, dio un golpe de estado al situarse por sí y ante sí por encima de la ley y declarar intocables, irrevocables e injuzgables sus decisiones y decretos.
Esto es lo que da de sí "la primavera árabe": En algunos países a la revolución siguió la implantación de la Sharia, total o parcialmente; en otros, simplemente, la dictadura.
Y uno recuerda, una vez más, el entusiasmo de la prensa occidental, de los intelectuales y los políticos (especialmente, en el ámbito progresista), -un entusiasmo que uno nunca compartió y contra el que avisó- por aquellas "revoluciones" de la primavera árabe.Y recuerda también que el entusiasmo llegaba al paroxismo y a la convulsión orgásmica cuando se subrayaba su "modernidad" por convocar los manifestantes "a conceyu" mediante los teléfonos móviles e internet.
Y, ya entonces, subrayaba y recordaba cómo, asimismo, el progresismo, en particular, y occidente, en general, habían apoyado y aplaudido a Jomeini y su revolución en Irán.
De modo que cuando ustedes vean aplaudir a cierta gente pónganse en lo peor. Y si, además, su entusiasmo llega al orgasmo porque quienes corren hacia el precipicio lo hacen convocados e impulsados por "las nuevas tecnologías", échense a llorar por ellos: no por los aplaudidores, sino por los aplaudidos.

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