DELICIAS CASTELLANAS
Las
palabras del Rey en la entrega del Cervantes, afirmando que el castellano nunca
había sido lengua de imposición, y las posteriores de la ministra Pilar del
Castillo, a El País, reiterando la misma idea, han tenido la virtud de
despertarnos la memoria histórica a los demócratas y nacionalistas, porque a
los demócratas centralistas no les ha provocado recuerdo alguno. Hemos apuntado recientemente[1]
cómo el castellano ha venido actuando en Asturies a modo de instrumento de
dominio de clase social y cómo, igualmente, la escuela ha sido un artefacto de
persecución del asturiano, en beneficio tanto de una determinada idea
uniformista de España cuanto de una concreta estructura social.
Pero,
al margen ya de esta continua maquinaria, el castellano ha tenido también la
legislación y otras instituciones como mecanismo de arrasamiento o
marginalización de otras lenguas, entre ellas la nuestra. Convendría repasarlo.
En
la Gaceta del
19 de septiembre de 1923, Manuel Primo de Rivera y Orbaneja firmaba un decreto que, amén de otras cosas,
manifestaba: “en los actos oficiales de
carácter nacional o internacional no podrá usarse por las personas investidas
de autoridad otro idioma que el castellano, que es el oficial del Estado
español” y que las corporaciones de carácter local o regional están “obligadas a llevar en castellano los libros
oficiales de registros, actas, aun en los casos de que los avisos y
comunicaciones no dirigidas a las Autoridades se hayan redactado en lengua
regional”. La Gaceta
del 9 de junio de 1930 anula la anterior disposición, pero reitera que las
corporaciones antedichas “llevarán los
libros oficiales de registros y actas en castellano y emplearán este idioma en
todas las comunicaciones oficiales”.
La
siguiente dictadura, la franquista, toma diversas medidas uniformadoras a favor
del castellano. Algunas perlas: La
Orden del 20 de mayo de 1940 prohíbe la inclusión en el Registro
de la Propiedad
Industrial de “razones
sociales, títulos o denominaciones constituidas por palabras extranjeras o
pertenecientes a dialectos del idioma castellano, que están en pugna con el
sentimiento nacional y españolista proclamado por el Nuevo estado y que debe
ser expresión y norma de conducta de todos los buenos españoles” (es esta
voluntad, por cierto, la que se lleva por delante el nombre de “Sporting” para
el team xixonés). La Orden de 18 de mayo de 1938
prohíbe los nombres en lengua no castellana, los que no estén en el santoral y
los extranjeros. Y dice cosas como esta: “Debe
señalarse también como anomalías registrales la morbosa exaltación en algunas
provincias del sentimiento regionalista, que llevó a determinados registros
buen número de nombres que no solamente están expresados en idioma distinto al
oficial, castellano, sino que entrañan una significación contraria a la unidad
de la Patria ”,
y “La España
de Franco no puede tolerar agresiones contra la unidad de su idioma”. Y el
21 de mayo de 1938, en relación con las cooperativas, el Ministerio de
Organización y Acción Sindical publica una orden en la que expresa que “Queda terminantemente prohibido el uso de
otro idioma que no sea el castellano en los títulos, razones sociales, Estatutos o Reglamentos y en la
convocatoria y celebración de Asambleas o Juntas de las entidades que dependan
de este Ministerio”. Y una orden del 9 de abril de 1939 lleva el celo a
manifestar que “queda prohibido el empleo
de idiomas distintos del español para la nomenclatura de los hospedajes en
España”. Orden del 4 de agosto de 1939: “Se prohíbe el uso de dialectos y de idiomas distintos del castellano”
(Y si ustedes tienen dudas de la significación de “lengua” y “dialecto”, los
fascistas no la tenían. Así decían las profesoras en Cataluña a los niños que
hablaban en catalán: “Habla en cristiano,
niña: eso ni siquiera es un dialecto”; de modo que pueden realizar la
traslación a Asturies). La relación podría seguir, pero estimamos que es
suficiente.
El
IDEA, una institución franquista dirigida desde el principio por el
representante del nacionalcatolicismo Sabino Álvarez Gendín, pone, cómo no, en
práctica los principios de la nueva dictadura. Y así, al convocar concursos de
narrativa, prohíbe el uso del asturiano y sólo por excepción permite su uso en
los diálogos, cuando hablen los “marginales”. De la misma forma, quienes
utilicen el asturiano en el teatro han de tener una censura adicional. Así, el
13 de mayo de 1946, aparece este anuncio en la prensa asturiana: “Se pone en conocimiento de las compañías
profesionales y de aficionados que, por orden del ilustrísimo señor director
general de Cinematografía y Teatro, de fecha del día 29 del pasado abril, las
obras que han de ser representadas en lenguas vernáculas deberán someterse al
visado de esta delegación provincial, requisito que ha de estimarse previo a
los trámites generales ante la Dirección General ”.
Pachín de Melás |
Toda esta actuación institucional tuvo su
traducción en nuestra literatura (su práctica desaparición) y en la estimación
sociológica de nuestra lengua, que, sobre venir siendo la de los marginales y
la de los pobres (estigmatizada por ello), pasaba a ser también la lengua de
los derrotados en las guerras civiles, acrecentándose, así, sus connotaciones
sociales negativas.
En
relación con ello, no se ha señalado, que yo sepa —y merece la pena hacerlo—,
cómo un buen número de escritores en asturiano, de forma principal u ocasional,
han formado parte del bando de los derrotados en nuestra segunda guerra civil.
Por ejemplo, “Pachín de Melás” (el homenajeado este año en el Día de les
Lletres) expira en 1938, en la cárcel del Coto, en Xixón; el republicano Rufino
Alonso García escapa a Barcelona, donde muere en 1938; al exilio emigran Emilio Palacios (autor de Llinguateres), Matías Conde (Sol en los pomares), Celso Amieva, María
Josefa Alonso Álvarez, Rufino Alonso Álvarez, José Antonio Naves y Enrique
Pérez Álvarez (éste ve fusilados a su padre y hermano en las tapias del
cementerio de Villaviciosa en 1937); Jesús Arango Álvarez y Manuel García Pardo
ven la cárcel y la depuración.
Como
se ve, pues, el castellano no ha sido nunca lengua de imposición, ni lo es hoy,
como nuestro Rey y nuestra Ministro han dicho. Porque todo lo antecitado no son
más que una dulce confitura: delicias castellanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario