(Trescribo, como, davezu, los primeros párrafos).
¿Renovación del PSOE o de sus votantes?
El discurso que el Partido Socialista ha venido sembrando
XUAN XOSÉ SÁNCHEZ VICENTE 15.10.2016 | 04:24
Eva Llarandi (¿algún escribano habrá confundido en el pasado el apellido familiar con nuestro Llerandi?). Rubia, guapa, elegante, espabilada, con desparpajo. Profesora de Secundaria, sindicalista, concejala, navega en las ondas del PSOE de Pedro Sánchez. La sorprendo en una de las tertulias que frecuenta. A propósito de la formación del Gobierno, alguien argumenta que en Europa los socialdemócratas pactan sin problemas con la derecha para constituir Ejecutivos. Replica con pasión: "Es que yo no soy socialdemócrata, yo soy socialista". Pasmo.
No sabe lo que dice. O se es socialdemócrata o se es socialista al modo de la Rusia de Stalin, como en Corea, en Cuba, en la China de Mao, en los países del Este antes del telón de acero? Tertium non datur. ¿Quiere ella decir ella esto último? Seguramente no. ¿Entonces qué quiere decir? Pues una especie de pensamiento emocional donde se congregan todas las bondades imaginarias y ningún mal. Pero eso carece de cualquier contenido real, es un puro flatus vocis.
En el año 2012 publicaba yo aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, tras la derrota del PSOE en las generales, primero, y en Euskadi y Galicia después, un artículo titulado "¿Renovación del PSOE o de sus votantes?". Analizaba allí los problemas electorales del partido de Pablo Iglesias no desde el punto de vista de su acción de gobierno o del incumplimiento de sus promesas, sino desde el del tipo de mentalidades con que se constituía el grueso de sus votantes. Y apuntaba los siguientes vectores: sobre un discurso generalizado hacia la igualdad y la justicia -no siempre en meridad de altruismo-, quienes depositaban a su favor el sufragio por esperar algún beneficio; quienes tenían al PSOE como única Iglesia a tuerto o a derecho; y un "amplísimo grupo constituido por quienes aúnan el rencor por la memoria de la guerra civil y el franquismo (vivida o aprendida en las narraciones de los mayores), la consideración de la derecha como la encarnación del mal y, por tanto, como el enemigo permanente, la visión de los empresarios como explotadores y un anticlericalismo más o menos militante".
Como la mayoría de los partidos -no todos- de la izquierda democrática europea, el discurso del PSOE sobre la realidad del mundo y las soluciones que para corregirla daba se basaba, en un principio, sobre un análisis que nunca había sido cierto y, por lo tanto, proponía unas recetas que nunca habrían sido certeras. En las últimas décadas las realidades de que se hablaba se habían evaporado por completo y lo que se decía sobre el mundo era como el eco de un eco. [......................................]
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