Sariegu-La Villa: un viaje y un vacío
La huella de los antiguos pobladores en la toponimia y la arquitectura
Xuan Xosé Sánchez Vicente 12.01.2018 | 23:55
Sariegu-La Villa: un viaje y un vacío
Me acerco a Sariegu por asuntos relacionados con la sidra. No han dado aún las nueve de la mañana, hay anticiclón, el cielo está intensamente azul y en los prados el blanco de la escarcha domina sobre el verde de la hierba. Frío: hace tiempo que mi coche me ha avisado, con un guiño de luz amarilla y encarnada después, de que la temperatura camina hacia los cero grados.
Sariegu es uno de tantos concejos asturianos cuyo nombre no coincide con el de la capitalidad y que ni siquiera tienen una población que lo fuera en lo antiguo. También, como otros concejos y poblaciones, su nombre es un misterio o un medio misterio: creen algunos que su origen sería un gentilicio, otros que su origen está en la raíz sal-/sar-, "agua" o "río". La causa de esa falta de transparencia de la lengua es que Asturies estaba poblada mucho antes de la llegada de los romanos, y esos pobladores nos han dejado su impronta en las palabras con que nombramos muchos lugares.
Acabadas las gestiones me dirijo hacia La Villa, mi siguiente destino, por la AS 267. Sin salir del concejo, a izquierda y derecha, mientras serpenteo cuesta arriba, voy anotando los nombres de los lugares, repetidos tantos de ellos en tantos lugares de Asturies: La Matosa, El Xerrón, La Güelga, La Cadellá, Espina, La Fayuca, El Picu, El Bustiu, La Berruga, El Carrocéu: describen unos accidentes geográficos; otros, terrenos caracterizados por una determinada vegetación; algunos tienen relación con el cultivo y el pastoreo (El Bustiu). Dos de ellos hacen relación a actividades muy determinadas, no específicamente de cultivo o aprovechamiento: una defensiva, El Pozu los Llobos; otra artesanal-industrial, La Teyera.
El poblamiento antiguo ha dejado, asimismo, huellas en la arquitectura, en los templos en concreto: en los de Narzana, San Román y El Carabiéu subsisten elementos del arte asturiano (siglo X) y del románico (siglo XII).
Hasta degolar La Campa la carretera ha ido más o menos ceñida a izquierda y derecha por el terreno. A partir de La Campa, el camino irá ceñido por la derecha, donde encontrará salidas para algún pueblo; a la izquierda ahora se abre la enorme extensión del valle de Valdediós y los montes que lo separan de la rasa costera.
Valdediós ha sido desde tiempo inmemorial un centro de poder y de cultura. Al lado de la maravilla de arte asturiano del Conventín, el convento propiamente dicho ha condicionado la vida de los alrededores y ha formado sacerdotes y seminaristas hasta épocas muy recientes. Deshabitado y abandonado por un tiempo, tras sucesivos intentos de asentamiento, lo ocupa ahora una orden de monjas, las carmelitas samaritanas, una de cuyas hermanas, la madre Olga María, escribe en estas páginas todas las semanas.
A izquierda y derecha vuelven a aparecer nombres que también se repetirán en otros muchos lugares de nuestra patria: Vallinascura, El Peredal, Castiellu, La Granda, La Bustariega, La Piñera, Poladura, Les Baragañes, Arbazal, La Viesca, La Gotera, El Peruyeru, La Gotera, La Ferrera. Algunos tienen un cierto particular encanto, como los de Villabona y Villarrica. Otros aluden seguramente a un propietario, tal Bozanes. De este mismo tipo es posiblemente Ambás, a ambos lados de la carretera y de un cierto volumen de población. Que yo sepa, es también topónimo de Carreño y de Grao e inevitablemente me recuerda el magnífico trabajo etnográfico y musical que realiza Xosé Ambás.
He ido contemplando el paisaje y reflexionando sobre los topónimos, pero me doy cuenta ahora de un hecho fundamental: he llegado al valle y no me he cruzado con un solo vehículo en todo el trayecto. Y son en este momento las diez y media de la mañana. Con el título de "Desolación" he descrito en LA NUEVA ESPAÑA del 29/03/15 un viaje, aquel al atardecer, en que, volviendo por La Llama de El Infiestu a Colunga, no encontré actividad hasta cerca de esta localidad. La luminosidad anticiclónica de esta mañana no provoca en mí aquella sensación, pero sí la de soledad.
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