El asturiano en la Xunta: derecho y TC



(Asoleyóse en La Nueva España del 19/10/2019

EL ASTURIANO EN LA XUNTA: DERECHO Y T.C.

                He dejar constancia, antes de nada, de mi respeto personal e intelectual hacia el Letrado Mayor de la Xunta, don Alberto Arce. Ello no me impide dejar clara mi absoluta discrepancia con las interpretaciones que, con respecto a la legislación y el uso del asturiano en el Parlamento, hace, interpretaciones que llevan al absurdo y que constituyen, además, un arma gratuita que se proporciona a quienes están entregados a una guerra a muerte contra el asturiano y, en consecuencia, sus hablantes y sus derechos.
                El nudo de la discrepancia es la aseveración de que basta que un solo diputado manifieste que no entiende el asturiano, para que, en defensa de su derecho a entender, se prohíba a los demás usarlo, ¡atención!, sean diputados, consejeros no diputados o invitados a una Comisión parlamentaria.
                Es decir, que el derecho de uno elimina el derecho de todos los demás, los explícitamente recogidos en el artículo 11 del Reglamento de la Xunta para los diputados y los que implícitamente recogen el artículo 4º del Estatuto y la Ley de uso y promoción, al menos en el estado actual de la Cámara, donde no hay “traductores”. No me digan ustedes que no es una proposición, cuando menos, paradójica.
                Al Letrado Mayor no se le escapa que detrás de todo este debate hay una cuestión fáctica. “Podría pensarse, dice, que el bable no presenta dificultades de comprensión para un castellano parlante y que, por ello, no precisa implementación alguna. No nos corresponde a nosotros enjuiciar ese extremo”.  Efectivamente, es necesario un analfabetismo esencial o ser muy corto de entendederas para decir que no se entiende una intervención en asturiano (¿alguno de los que lo hace se atrevería a sostener su postura en Galicia o en Valencia?). Pero advirtamos que para que un diputado diga que no entiende el asturiano e impida a los demás hablarlo, no hace falta que no lo entienda, basta con que lo diga.
                Es querer inhibirse de la realidad ignorar el que la utilización de ese “derecho a entender” de los diputados de tres formaciones de la Cámara no responde a su necesidad de seguir con perfecta inteligencia los debates, sino a que se ha convertido en un instrumento en su lucha contra el asturiano y los derechos de sus hablantes. Porque es suficiente que digan que no entienden para inhabilitar el derecho de los asturhablantes. Digámoslo explícitamente: ese discutible derecho subjetivo no lo están usando sus teóricos poseedores contra la cooficialidad del asturiano, como tienden a dar a entender torticeramente, sino, simplemente, contra el uso del asturiano, contra los hablantes de asturiano. De ese modo, la interpretación del Letrado Mayor de la Cámara se ha convertido— sin que él lo pretendiera, por supuesto— en el sustento del “Derecho a TC”, donde TC no son las siglas del Tribunal Constitucional, sino que la T es una abreviatura del verbo “tocar”.
                Esa práctica del derecho a TC deja patente que estamos ante una virulenta lucha contra el asturiano, y no estrictamente contra la cooficialidad. Se manifiesta de mil modos: el PP proclamó en su momento que no aceptaría que la Consejera de Cultura hablase en bable, fuese quien fuese quien acudiese a escucharla (la entendiese o no, pues); una diputada abandona un acto no parlamentario porque una escritora en asturiano y destacada académica habla en asturiano. Llegan incluso a pedir traductores cuando se hable asturiano —una de las soluciones sugeridas por el Letrado Mayor para resolver el problema— en el marco de la legislación actual; es decir, llegan a pedir más gasto solo para demostrar que el malvado uso del asturiano conduce a más gasto: nada les importa, ni sus contradicciones, con tal de dar cauce a su aversión.
Esa realidad del conflicto, esa evidencia de ese tipo de mentalidades y de que nos hallamos ante un ataque diario contra los derechos de los hablantes de asturiano viene a poner de manifiesto la falacia practicada —no sé si conscientemente, es decir, con insidia, o solo con ignorancia —por tantos que dicen defender el asturiano (suelen decir “bable”), quererlo y protegerlo, pero deniegan la cooficialidad.
No hay más que dos medios de proteger una lengua. El primero es usarla: una lengua que no se usa y que no tiene circulación social es una lengua muerta. ¿Cómo pueden decir que quieren proteger el asturiano si después prohíben hablarlo, ni siquiera en el limitado marco de los derechos que hoy acogen el Estatuto, la Ley de Uso y el Reglamento de la Cámara? El segundo, es el de la ejemplaridad: las lenguas, especialmente las  minorizadas, como lo está el asturiano, necesitan ejemplaridad, esto es, que los ciudadanos comunes las vean usadas en los medios que hoy tienen prestigio y por las personas que tienen prestigio. Si no es así, si en esos medios no se usa o se prohíbe y a las personas que pueden ser ejemplares —los parlamentarios, por ejemplo— se les impide su utilización, ¿qué significa afirmar que se defiende el asturiano y se debe proteger? Nada. Palabrería. Una pura falacia.
He aquí cómo los perseguidores del asturiano, los que se proclaman defensores del mismo pero sin permitir su uso, vienen a convertirse, paradójicamente, en los máximos propugnadores de la cooficialidad. Porque ellos hacen ellos imposible una “normalidad o convivencia amable” del asturiano con el castellano sin cooficialidad.
Y para más inri, queriendo hacerse pasar por ser ellos las víctimas y los agredidos.

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