Los cuentos, claros

(Ayer, en La Nueva España) LOS CUENTOS, CLAROS El acuerdo de financiación “singular” de Cataluña que han firmado el PSOE y ERC para aupar a Salvador Illa como President de la Generalitat no viene más que a proseguir la senda que ya se había iniciado con el convenio entre ambas formaciones para la investidura de Pedro Sánchez. (En realidad, es una senda que el PSOE inició en 2003 para Pasqual Maragall). Los socialistas, tanto los del Gobierno central como los de los autonómicos, así como los medios y los comentaristas de su onda, manifiestan reiteradamente que no se puede criticar el acuerdo porque no está claro lo que dice y que conviene esperar hasta ver sus cifras (o datos) precisos. Esto, sin embargo, es un puro cuento. Lo que dice lo firmado (ya digo, en línea con lo rubricado anteriormente) es claro y patente. Dice: uno, que Cataluña recaudará el 100% de los impuestos producidos en su territorio y que lo realizará a través de una Agencia Tributaria propia; dos: que, de ellos, devolverá el coste de los servicios que el Estado preste en Cataluña y una aportación “a la solidaridad” al resto de comunidades autónomas, una aportación que vendrá condicionada así: “Sempre que duguin a terme un esforç fiscal també similar”; en todo caso, esa solidaridad estará limitada por el principio de ordinalidad. Es decir, que, si Cataluña es la cinco, digamos, en dar, no puede ser la sexta en recibir, en el balance de recaudación y reversión. Perseguidos por ese acuerdo que siempre han negado que se fuese a producir y que ahora vienen a negar que se haya producido en esos términos, el mundo socialista afirma que no pueden rechazarlo porque no se sabe muy bien lo que dice. Pero, sin embargo, es claro lo que dice. Lo ha dicho, con su meridiana claridad embarulladora, doña Maria Jesús Montero: «Lo que dice el acuerdo es lo que dice el acuerdo. Lo que no dice el acuerdo no lo dice». Y lo demás, digamos, son cuentos. En primer lugar, se subvierte (como lo subvierten ya Euskadi y Navarra) el principio de justicia progresiva fiscal moderna: es el dinero de los ciudadanos con más dinero el que revierte en los que tienen menos, no el de las comunidades. Y es esto lo que resulta, en términos de las dos partes que lo defienden y/o ocultan, más reaccionario. En segundo lugar, la valoración de los servicios del Estado en Cataluña será un nuevo “cupo”, es decir, habrá de negociarse y se acordará en virtud de las necesidades políticas de las partes, como los demás. La experiencia nos dice que siempre es a favor de la autonomía. En tercer lugar, la “solidaridad” (¿por qué no llamarlo la “caridad”?), la aportación para repartir entre las demás comunidades, se establecerá según dos principios: el esfuerzo impositivo de los demás (de ahí la algarabía sobre las bajadas de impuestos) y la ordinalidad. Es decir, no mucho y “asegún”. Si ustedes siguen con un mínimo de atención el ruido actual en torno a la cuestión, habrán advertido dos cosas: la primera, que nadie admitirá salir perdiendo del nuevo sistema de financiación comunitaria que van a provocar ERC /PSOE (nuestro Presidente: “Ya lo he dicho y lo seguiré diciendo: no voy a aceptar ningún sistema de financiación que perjudique a Asturias”), y la segunda, que va a haber más dinero para todos, es decir, que todo el mundo va a salir beneficiado. Ahora bien, si hacemos abstracción de la ruptura reaccionaria del mapa de justicia progresista tributaria entre una parte de los ciudadanos españoles (lo que no es cosa menuda), estas dos primeras afirmaciones, que se cumplirán, implican dos cosas: una menor aportación de los ciudadanos de Cataluña a la caja común; un aumento del dinero destinado a la financiación de todas las comunidades autónomas, para que todas salgan “indemnes”, y hasta contentas. Esto es, mayores impuestos para cada uno de los ciudadanos y más endeudamiento para cada uno de los ciudadanos, mañana, pasado mañana o el lustro que viene. Y todos satisfechos, esto es, callados.

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