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Don Javier y don Pere, de Comedia (o la eterna comedia del PSOE)

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Es este un articulo del 21/06/13. Se refiere a la concreta actuación por esas fechas de una vieja comedia que lleva representando el PSOE desde agosto de 2003, a raíz del Manifiesto de Santillana: la del "federalismo asimétrico". Verán cómo, a día de hoy, sigue siendo la misma. 
(Por cierto, y para los señardosos: ¿Alguién se acuerda hoy de quién diablos es ese Pere (Navarro) del artículo? Pues hace poco más de un año pitaba muchísimo. ¡O tempora...!, o sea, ¿Ubi sunt...?


                 JAVIER Y PERE, DE COMEDIA

                Esta semana pasada. Han andado de comedia. Exactamente de «ñaque», aquella forma de representación que Rojas Villandrando definía así en su El viaje entretenido: «Ñaque es dos hombres; éstos hacen un entremés, algún poco de un auto, dicen unas octavas, dos o tres loas, llevan una barba de zamarro, tocan el tamborino. Y cobran a ochavo y en esotros reinos a dinerillo; viven contentos, duermen vestidos, caminan desnudos, comen hambrientos y espúlganse el verano entre los trigos y en el invierno no sienten con el frío los piojos».
                La obra representada es, por otra parte, antigua, muy antigua. Se trata del mismo texto que con el título de «Manifiesto de Santillana» suscribieron los próceres del PSOE el 30 de agosto de 2003. Menos de un mes más tarde, a mediados de septiembre, decía yo con respecto al texto y al acto:
«Constituye, básicamente, un conjunto de vacuidades a las que se suman algunas propuestas un poco más concretas pero no muy precisas, como las de la reforma del Senado, la conferencia de Presidentes o la de una cierta presencia de las autonomías en la toma de decisiones de la Unión. Podríamos pensar que la declaración constituye un puro acto propagandístico o tener por bueno lo que susurran muchos socialistas: que una vez pasadas las elecciones catalanas, y cumplido el trámite de prestar al candidato Maragall un soporte de credibilidad autonomista / catalanista, todo quedará en agua de borrajas. No lo hagamos: creámoslos, tomémoslos en serio».
«Es sabido que, desde el primer momento de la constitución del estado de las autonomías, vascos y catalanes no se encuentran cómodos en su encaje constitucional. Una parte porque no quieren estar en España, otra porque no acepta que los niveles de autonomía tengan una cierta homogeneidad en las diecisiete comunidades. De esa manera, vascos y catalanes han hecho, desde 1982, diversas propuestas de modificación del statu quo. La del PSC de Maragall se conceptúa como «federalismo asimétrico» y busca, en sustancia, una Cataluña menos integrada en España y que transfiera menos riqueza al resto de comunidades. La propuesta no solo responde a la concepción que el candidato socialista catalán tenga de su país o del Estado, sino que se constituye como un elemento básico para tratar de captar votantes de CiU en las elecciones autonómicas».
Pues bien, desde esa fecha las dos variables, la del federalismo asimétrico y la de la financiación insolidaria para Cataluña, han venido siendo impulsadas, aplaudidas y votadas por todo el PSOE, sin excepción, incluidos el califa don Vicente, y el califa en lugar del califa, don Javier. Las declaraciones de ambos y los apoyos explícitos al Estatut y a los privilegios de Cataluña —incluidas fotos en la Generalitat— están a disposición de quien quiera verlas. Es cierto que, cuando se les ha preguntado en su tierra, ambos gestores del gobierno asturiano para el PSOE se han mostrado incómodos y han boriado algunas respuestas que pretendían sugerir una cierta incomodidad o desacuerdo. Pero después, en la práctica, han apoyado todas las decisiones políticas y textos jurídicos que han avanzado por esas dos líneas, federalismo asimétrico y financiación privilegiada para Cataluña.
Por cierto, y ya que todo el PSOE, desde el señor Rubalcaba hasta sus palafreneros de la FSA, llevan más de una década hablando de federalismo, ¿podrían decirnos de qué federalismo hablan, porque hay tantos en el mundo como estados complejos existen? ¿Serían capaces de explicarnos en qué aspectos concretos no es hoy España un estado federal? ¿Se trataría de un estado federal a cuatro o también contaríamos los asturianos? Y, ya por molestar, una cuestión nada baladí: ¿hablamos de un federalismo de big-bang o de big-crunch?, ¿para garantizar una mayor homogeneidad y equidad entre los ciudadanos o para garantizar la superioridad de unos cuantos?, ¿a fin de fortalecer la unidad territorial o para preparar la marcha de algunos?
Sobre esta historia tan vieja de engaño y traición a los asturianos y a otros, un aspecto novedoso, el de la incesante actividad de Pere Navarro. Como se sabe, don Pere venía actuando de «bululú», que es, según el citado Villandrando,  «un representante solo, que camina a pie y pasa su camino, y entra en el pueblo, habla al cura y dícele que sabe una comedia y alguna loa: que junte al barbero y sacristán y se la dirá porque le den alguna cosa para pasar adelante. Júntanse éstos y él súbese sobre un arca y va diciendo: «agora sale la dama» y dice esto y esto; y va representando, y el cura pidiendo limosna en un sombrero, y junta cuatro o cinco cuartos, algún pedazo de pan y escudilla de caldo que le da el cura, y con esto sigue su estrella y prosigue su camino hasta que halla remedio». Pues así, don Pere. Venía, en particular viaje entretenido, de hablarnos de la reforma constitucional para la monarquía. Ahora parece, que tras acercarse  al planeta don Javier, su trayectoria gravitacional se ha acelerado y ha pasado a representar la reforma constitucional para vascos y navarros.
Esperemos que, con el pan y la escudilla del cura halle pronto remedio y, con ello, reposo. Por él, por ellos. También por nosotros. ¡Porque tantos años la misma comedia, ya fiede!


Xuan Xosé Sánchez Vicente

EL ARTEFACTO DEL PSOE

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«Oye», dijo Rubalcaba, «sube al desván y mira a ver qué encontramos que nos pueda servir para salir de esta». Y Elena Valenciano subió y bajo con ello. «Es lo único que tenemos por ahí, este artefacto». Rubalcaba lo contempló con cierta duda, dio una vuelta en torno a él, sopló para quitarle un poco de polvo y manifestó: «Bueno a fin de cuentas nos ha funcionado desde el 2003 al 2010, ¿por qué no iba a servirnos ahora con unos retoques?» Y ahí lo tiene ustedes otra vez, el viejo artefacto federal. Es el mismo cuyo estandarte levantaron Maragall y Zapatero en Santillana y llevaron en procesión seguidos de los pendones de todas las federaciones del PSOE, unos de cuyos más conspicuos portaestandartes fueron don Javier Fernández y la tropa socialista asturiana.


A comienzos de siglo el artefacto tenía una cuádruple misión: arrebatar la hegemonía a los nacionalistas en Cataluña; solucionar el problema catalán, si no definitivamente al menos «para veinticinco años»; contentar al PSC y hacer menos conflictiva su relación con la casa madre; marginar al PP o, al menos, hacerlo aparecer como la derecha torva e incapaz de dialogar. Hoy la finalidad del ingenio ha quedado reducida a la de contentar al PSC y la de distinguirse del PP invistiéndolo de idéntico sambenito. En cuanto a los otros previstos frutos de la pócima mágica, de un lado, ya ven cómo anda de «solucionada» la cuestión catalana; de otro, el PSOE ha pasado de 1183000 votos y 53 diputados a 524.000 votos y 20 diputados. ¡Menudo bálsamo de Fierabrás para ellos mismos! Aunque es cierto que lo comido y lo bailado que se lo quiten a los que lo comieron y lo bailaron mientras el artefacto les permitió gozar del poder en cama redonda.
Pero supongamos que el propósito del PSOE es serio y que creen de verdad en el artilugio. ¿Qué es para ellos un estado federal? Porque estados federales los hay de muchos tipos y, en todo caso, España es ya un estado federal. ¿Cuál es el que ellos preconizan? Lo ignoran ustedes tanto como ellos. Porque para estos chicos el único contenido de la palabra es el propio significante. «Lindo es palabra que se significa a sí misma», decía el poeta Fernando de Herrera. Pues igual para ellos. Y como «federal» es palabra euforizante, pues ¡adelante!
Pero vayamos más allá. Supongamos que se realizase la propuesta que, en su caso, los chicos socialistas pergeñasen. ¿Arreglaría eso algún problema? Para que existan acuerdos, más allá de la palabra euforizante de «diálogo», es necesario que ambas partes estén dispuestas a llegar a un punto común. ¿Creen ustedes que CiU y ERC estarían dispuestos a llegar a convenio alguno que no incluyese el derecho a la independencia, que el PSOE dice que de ninguna manera está entre las materias negociables? Y aun si CiU estuviese en su fuero interno dispuesta a esa renuncia, ¿podría hacerlo sin ser devorada electoralmente por ERC, con lo que se estaría en igual situación?
Y ahora vengan ustedes al conjunto de España. ¿Qué sería del partido de ámbito estatal que aceptase una solución de ese tipo para Cataluña, la del derecho a la independencia? Más allá: si para el PSOE sería un desastre relativo, para el PP sería una hecatombe absoluta. De modo que tampoco por aquí son posibles las cosas. Y, desde otro punto de vista, en la hipótesis marciana de que la nueva constitución (de obligado acuerdo entre PP y PSOE y los partidos CiU y ERC) incluyese ese derecho, ¿no debería incluirlo asimismo —por la fuerza de los hechos— para Euskadi? Y, en ese caso, no debería incluirlo, por un mínimo decoro democrático, para todas las «nacionalidades y regiones». Párense un segundo y piénsenlo. ¿Recorre su espinazo algún escalofrío?
Figurémonos ahora que el artefacto incluyese alguna fórmula distinta de la actual para la permanencia de Cataluña en España, que los catalanistas aceptasen y que, además, se les concediese una financiación a la carta que les permitiese aportar menos dinero al conjunto (en la línea precisamente que la procesión del estandarte y los pendones acabó entronizando en el Estatut de Mas y Zapatero, y que el Constitucional acabó anulando), lo que muchos piensan que es, en el fondo, lo único que quieren los catalanistas. En mi opinión creo que es una ingenuidad abismática pensar que en estos momentos la mera cuestión económica solucionaría el conflicto. Pero démoslo por bueno. Concedamos que los catalanes quedarían satisfechos con un arreglo pecuniario que reforzase en los demás la condición de ciudadanos de segunda —como ya lo somos con respecto a vascos y navarros—, con peores servicios, con peores comunicaciones, con menos dotaciones sociales y sanitarias.
Cuando lo llamasen a votar ese nuevo texto constitucional engendrado mediante el artefacto socialista, ¿usted qué votaría? Yo, desde luego, votaría que no, rotundamente que no. Pues no faltaría más que eso: devenir en bardaje (que es palabra que, como todo el mundo sabe, viene del pelvi «bardag, ‘cautivo’») voluntario, y encima «a jornal de mi pena y mi cuidado», en palabras de don Francisco de Quevedo.


GEORGIE DANN CON EL PUÑO Y LA ROSA

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«Estos chicos se vuelven locos con el calor», me dice Gaspar, acodado a mi lado en la barra del bar, nuestra mirada perdida en dirección al mar, que, por causa de la persistente borrina de estos principios julio, apenas logramos entrever. «Me recuerdan a Georgie Dann. En cuanto llega el verano, corcheas al aire. Y siempre la misma canción. En el 2003 cantaron la canción del federalismo asimétrico de Santillana y en el 2013 la canción del federalismo asimétrico disimulado de Córdoba. Y ni en uno ni en otro caso se sabe muy bien de qué hablan exactamente.  Lo que sí se sabe muy bien es por qué cantan. En el 2003 lo hacían para que el PSC ganase votos nacionalistas y triunfase en Cataluña, hoy lo hacen para que el PSC salga del profundo hoyo en que se halla en la tierra de Wifredo el Velloso. Lo curioso es que en pos de esa charanga que no interesa más que a una parte del partido vayan brincando y aplaudiendo quienes probablemente salgan dañados en sus expectativas electorales, y, sobre manera, quienes saben que perjudican a los ciudadanos de los territorios que representan».

«Y, por otro lado, no tenían más que mirar cómo les resultó —y cómo nos resultó a todos— la canción de Santillana. Aseguraron, el mismo Zapatero, que con el nuevo Estatut las tensiones de Cataluña «quedarían resueltas para 25 años», y, ya se ve, desde entonces no han parado de crecer los independentistas y los conflictos entre Cataluña y el resto de España son materia cotidiana». «Y en esta ocasión, prosigue, ni siquiera han resuelto el conflicto que tienen entre ellos, entre PSC y PSOE, porque aunque en el texto no aparece, fruto de un apaño, el concepto de «derecho de autodeterminación», ni en su forma explícita ni en la enmascaradora de «derecho a decidir», el PSC sigue manteniendo su exigencia, así como alguna otra inasumible por el PSOE».
«Se entiende, por lo demás, muy mal cómo se puede casar ese derecho a decidir — a separarse— con la aparente voluntad de federalismo cooperativo, al tiempo que asimétrico, que parece teñir todo el texto, como una especie de enseña que los distancie de los nacionalistas catalanes, explícitamente independentistas. Tampoco se ve cómo esta nueva  propuesta de federalismo asimétrico podría servir para calmar la excitación separatista, tal como los socialistas afirman. En realidad, la única virtud práctica del texto, al margen de establecer una tregua entre PSOE y PSC, consiste en haber encontrado una reformulación de aquel viejo concepto de «ni separatistas ni separadores», que es la que ahora pregonan, «ni recentralizadores ni independentistas», eslogan con el que nos aburrirán durante una temporada para intentar crear la imagen de partido moderado y centrado».
«Por lo demás, si analizamos con detenimiento las catorce propuestas de la declaración cordobesa, nos encontramos sustancialmente con cuatro ámbitos conceptuales: uno, la reiteración de viejas ideas ya contenidas en el documento cántabro: la reforma del Senado, la participación de las comunidades en la política europea, la mayor coordinación entre ellas; el segundo, la reforma de algunos aspectos de la Constitución y de los estatutos, que aclaren y delimiten competencias entre administraciones y —aunque la redacción es confusa— la reintroducción del recurso previo de inconstitucionalidad, eliminado en su día (1984) por el PSOE; el tercero es la propuesta de un nuevo modelo de financiación del Estado y las comunidades, donde se propone explícitamente mantener el principio de ordinalidad actualmente contenido en el Estatut; el cuarto, la introducción de algunas ideas que responden a las preocupaciones del momento: simplificación de las administraciones, unificación del mercado».
«Ahora bien, todo ello, aparte de la dificultad de su concreción en la práctica, es de una vaguedad absoluta: delimitación definitiva de competencias de las comunidades y del Estado, ¿pero cuáles serán las de cada uno?; estado federal, ¿pero no lo somos ya?, ¿y en qué cosas concretas no lo somos, si es que no lo somos del todo?; reforma del Senado, sí, ¿pero cómo?; nuevo sistema de financiación —inevitable, por cierto, porque el actual caduca próximamente—, ¿pero en qué sentido?, ¿con «cupo» para todos?, ¿solo para algunos?; ¿la actual desigualdad de los estatutos actuales de autonomía, tanto en las competencias como en la financiación, va a mantenerse o se van a modificar los estatutos para igualarse?; ¿la ordinalidad que preconizan, es la vigente del 206.5 del Estatut o incluye los condicionamientos originales del 206 eliminados por el Constitucional?».
«Y así todo —prosigue Gaspar con un cierto tono de irritación en su voz—: se habla de muchas cosas pero no se sabe lo que se quiere decir con ninguna, si es que lo saben los proponentes, más allá de arreglar sus problemas internos y de encontrar un lemilla de ficticia equidistancia con que colgarse la medalla de ser los únicos justos y benéficos en todo el Estado». «Y desde el punto de vista asturiano no te quiero decir nada: las anteriores reformas estatutarias, la de Cataluña, Valencia, Andalucía, etc. nos dejaron mal parados y más desiguales aún, en lo político y en lo económico. «Hay que reformar pronto el Estatuto para pillar cacho», decía el Secretario de Organización de la FSA, Jesús Gutiérrez, y mira cómo nos hemos quedado. Es más, el punto 3 de la cantata cordobesa parece ir en el sentido de consagrar comunidades de dos o más categorías».
Me mira y sonríe con una cierta sorna. «¿Qué quieres que te diga? Como los Georgie Dann del puño y la rosa. En cuanto llegan los calores, empiezan con la canción del verano. En el 2003 fue «¡Madre!, ¿qué será lo que tiene el negro, o Maragall?», hoy, «!Madre!, ¡el negro no puede, o Navarro!»
Mi trasgu particular, Abrilgüeyu, se corporeiza en medio de los dos. Echa un abundante y apresurado trago de nuestros vasos, pasa el dorso de la mano sobre los labios para secarlos, nos da una palmada en la espalda a ambos y se dispone a marcharse.
Ya en la puerta, da la vuelta y nos dice:
—Estáis equivocados, amiguinos, siempre cantan la misma: «El chiringuito».