CORBERA EN LA FSA


Puesto que en la vida no hay casualidades, como le gusta reiterar al ex presidente Sergio Marqués —y menos en la FSA y el PSOE, añado yo—, no cabe entender otra cosa sino que un conjunto de señales apuntan hacia un cambio en el futuro cabeza de lista socialista a las elecciones autonómicas del 2011.

Dos primeros sumandos. Uno, el Ejecutivo de Areces venía repitiendo machaconamente la postura de la FSA: «Nos opondremos al AVE del Cantábrico». De pronto, la FSA acepta la posibilidad de esa vía, contradiciendo al Gobierno por sorpresa. Segundo, la orquesta Areces se niega a hacer públicos los salarios de los altos ejecutivos. Inopinadamente, el partido proclama que no se pueden ocultar. Tercera y definitiva: don José Blanco, en entrevista a La Nueva España, declara el domingo 23 que «no se puede mirar para otro lado» en el asunto del sobrecosto de El Musel. Al día siguiente una fuente anónima del partido socialista remacha: «Parece claro que el Ministro está pidiendo responsabilidades por todo lo que ha ocurrido en El Musel y en la FSA está claro también que somos partidarios de que se busquen todas las responsabilidades que puedan existir y que se actúe con el rigor que sea necesario». Hagamos una aclaración previa: es el Presidente del Principado quien nombra al Presidente de la autoridad portuaria y a la mayoría de los consejeros de dicho organismo; más aún, el propio don Vicente Alberto se personó, sin formar parte de él, en la reunión del Consejo que optó por adjudicar la obra del puerto a las empresas que ahora la llevan. En consecuencia, a quien apuntan tanto el señor Blanco como la FSA es a don Vicente Alberto.

Contextualicemos: El señor Blanco fue hasta hace poco el secretario de Organización del PSOE, en una Ejecutiva federal que debe su existencia a la FSA. A su vez, en esa condición secretarial y en devolución de favores, voló a Asturies a principios de siglo para hacer doblar la cerviz a don Vicente Alberto y su Gobierno en el gravísimo enfrentamiento que éste tuvo con el partido a propósito del control de Cajastur. Terminemos: la mayoría de las intervenciones de la FSA corren a cargo de Fernando Lastra, muñidor de los votos para que ganase Rodríguez Zapatero, revolvín general de la Ejecutiva, cachicán de las tropas que derrotaron la lista empujada por Areces en el último congreso de la FSA.

Si a todo ello añadimos que en el PSOE —el único partido de verdad, en el sentido fuerte del término, en España— no se habla por hablar, es claro que está preparándose el relevo para la lista y para el Gobierno.
No seré yo quien me preocupe por la sustitución del señor Areces, cuya capacidad de gestión ya puse en solfa cuando era alcalde de Xixón (troquelamos para sus actuaciones la expresión «pómpares de xabón»), como sabe mucha gente que entonces la alababa. Lo que me preocupa es que el significado de ese cambio, de producirse, no será un recambio, sino un (re)cambiazo, con el objetivo de volver a engatusar a los desilusionados durante todos estos años por el desastre de la política socialista en Asturies, por sus prácticas rotundamente contrarias a la cultura y la identidad asturianas, por su ineficacia económica con su corolario de paro y emigración, por su despilfarro, por su sumisión a los mandatos de Madrid y su escasa voluntad autonómica y autonomista, por su apoyo a leyes (como la del estatuto catalán y otras) contrarias al interés de los asturianos.

Porque ni el señor Areces tenía capacidades y maneras distintos a los que hoy tiene cuando la FSA fue a buscarlo para sustituir al señor Trevín, ni ninguna de esas desastrosas políticas de que hablamos, tan negativas para los asturianos, fueron diseñadas por el Gobierno Areces, sino que lo fueron por la FSA, en algún caso, y, en los otros, cuando su concepción correspondió al aparato madrileño del PSOE, fueron los socialistas asturianos los que las acataron, votaron y aplaudieron.

El cambio, pues, no tendrá otro objetivo ni efecto que, de un lado, volver a conmover y seducir a los votantes del PSOE desilusionados y dispuestos en estos momentos a no repetir su voto, y, de otro, excitar el entusiasmo y la combatividad de los inasequibles al desaliento.

Para hacer exactamente la misma desastrosa política, la misma antiasturiana política, la misma sumisa política.

Porque, como si don Fabricio Corbera, Príncipe de Salina, guiase la estrategia y la ética de la FSA, han decidido que algo debe cambiar para que nada cambie.


Nota: esti artículu asoleyóse na Nueva España del 03/09/09.

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