METAFÍSICO ANDA, SEÑOR LASTRA


El 30 de agosto, domingo, don Fernando Lastra publicaba en La Nueva España un artículo titulado «A propósito del Estatut y del señor Ernest Maragall», en el que acusaba a éste, socialista como él, de «no ser socialista» «ni prudente» por exigir que el Tribunal Constitucional no tocase el Estatut, dado que consiste en un pacto entre dos poderes «federales», Cataluña y Euskadi.

El señor Lastra olvida que, al menos desde el 30 de agosto del año 2003, con la llamada «Declaración de Santillana», todo el Partido Socialista ha venido propugnando la existencia de un estado federal (recibió la explícita denominación de «Federalismo asimétrico» por parte del PSC y de Pascual Maragall, hermano de Ernest) previo a la Constitución y paralelo a ella, y la necesidad de una financiación superior para Cataluña. Fruto de esa concepción del Estado ha sido la gestación del Estatut como un pacto entre dos “naciones”.

Es esa concepción —a la que respondía aquella zapaterina frase de «aceptaré el estatuto que venga del Parlamento Catalán»— del Estado la que ha dirigido todo el proceso que ahora se encuentra atascado en el Constitucional. A reconocerla, a conseguirla, a impulsarla ha contribuido todo el PSOE: jaleándola, aplaudiéndola, votándola. También la FSA, su Secretario General, su Ejecutiva, sus diputados, sus senadores. Uno, que todavía goza de cierta memoria, recuerda cómo responsables socialistas asturianos salieron al balcón de la Generalitat para felicitarse del triunfo de Pascual Maragall, es decir, de la puesta en marcha de la plasmación federal del Estado en el Estatut: y cómo después, próceres de la FSA (entre los que se encontraba don Fernando Lastra) y del Gobierno areciano saludaron el texto catalán como un texto «progresista, solidario, de izquierdas, que iba a calmar las tensiones territoriales por veinticinco años, bla, bla, bla, bla, bla, bla».

De modo que don Ernest Maragall, y el señor Rubalcaba y el señor Zapatero y el ministro Francisco Caamaño y otros miles de responsables y miembros del PSOE no hacen más que seguir manteniendo aquello que vienen propugnando desde hace, al menos, seis años, que es lo mismo, reiterémoslo, que toda la FSA, sus diputados y senadores vienen votando y vitoreando también todo ese tiempo.

¿Se olvida de ello don Fernando o trata, al atacar a don Ernest Maragall, de engañar, engatusar, embelecar, embabucar, en gañote o más embaxu a las buenas gentes y a sus votantes?

Con todo, no es esa voluntad amnésica lo que me llama la atención en las palabras de mi-sin-embargo-amigo don Fernando, sino el pensamiento metafísico en que apoya su argumentación. En efecto, al sostener que hay un «ser socialista» distinto al producirse socialista, es decir, al afirmar que «ser socialista (de verdad de la buena, diríamos)» es distinto a la praxis histórica de los socialistas reales (desde el señor Maragall al señor Zapatero, pasando por el señor Rubalcaba o la señora Fernández de La Vega), coloca la realidad en un metafísico mundo de las ideas o las esencias, cuya verdad ontológica sería inmarcesible y superior a cualquiera de sus manifestaciones concretas.

Pero si es discutible que en el ámbito individual haya un «ser» distinto al hacer o al actuar —situable, por ejemplo en las instancias de la conciencia—, en el ámbito social y político, y, especialmente en los sujetos colectivos, en los partidos, no hay más «ser» que su producirse: sus actos y sus votos.

Lo demás es metafísica y, acaso, si no voluntad de embeleco, mala conciencia.


Nota: asoleyóse como artículu na Nueva España del 09/09/09.

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