Doi equí les mios felicitaciones (y l'agradecimientu pola so persona y trabayu) al restu los honraos y distinguíos pol Gobiernu nesta ocasión: don Antonio Suárez, doña Marigel Álvarez, don José Manuel González y al conxuntu los carteros rurales.
Como homenaxe particular y especial a Sergio Marqués, asoleyo equí esti artículu que, con motivu'l so fallecimientu, publiqué'l 09/05/2012 nel ABC.
SERGIO MARQUÉS, POLÍTICO CABAL Y
«PAISANO»
En
Asturias solemos dar el título de «paisano» a quienes son ciudadanos con
personalidad, cumplidores de su palabra («me visto por los pies», le gustaba
decir al amigo ido) y honrados. Sergio Marqués lo era en todos los sentidos del
término.
Conocedor
como ningún otro presidente asturiano del mundo de la economía «real» (frente a
la relación con ella discurseadora o ensoñadora de muchos políticos o
partidos), el período en que Sergio Marqués fue presidente de Asturias fue
enormemente fructífero para los asturianos en el empleo. El número de parados
bajó casi hasta los 50.000 (las cifras mejores de las últimas décadas bordean
los 75.000; hoy estamos en los cien mil) y se crearon 20.000 puestos de
trabajo. Es cierto que la coyuntura era buena en toda España, pero no es menos
cierto que el gobierno asturiano supo sacar el fruto máximo a cada peseta del
presupuesto.
Asimismo,
en aquellos años se puso en marcha un ambicioso paquete de infraestructuras que
—ejecutado en parte por los gobiernos posteriores— mejoró enormemente las
comunicaciones entre las diversas partes del Principado. También en los ámbitos
de lo que pudiéramos llamar «la identidad y la cultura asturianas» se dieron
importantes pasos adelante. Es de destacar, igualmente, su negativa a recibir
las transferencias de sanidad por deficitarias. En la colaboración que, como
diputado, en esos años mantuve con él y su ejecutivo para que pudiese haber
presupuestos y poner en marcha esas actuaciones, se fue fraguando nuestro
entendimiento y amistad.
Sorprendentemente
(en realidad, nada sorprendentemente para quien conociese a los menudos actores
del drama y su trabajo de zapa desde el primer día en que Sergio Marqués tomó
posesión), el año y medio final de su mandato se convirtió en poco menos que un
infierno entre compañeros, con el PP roto y con la situación anómala de un
ejecutivo en total minoría en la Cámara. ¿Las causas? Al margen de las miserias
humanas que hemos sugerido, tal vez una cierta ingenuidad política: su apuesta
decidida por la austeridad, con la reducción de carteras y de asesores y su
convencimiento de que, votado por los asturianos, su deber era defender a los
asturianos y sus intereses, por encima del mandato o designios de sus
correligionarios en Madrid. Fue desde esa disposición desde la que pronto
empezaron a producirse enfrentamientos con Álvarez-Cascos, que pretendía
imponer sus recetas y voluntad. Y ello lo que al final —alimentado por
correveidiles y malmetedores de toda laya— produjo la ruptura del partido y la
expulsión del «hereje». «Prefiero un partido sin gobierno a un gobierno sin partido»
profirió quien —sarcasmos de la historia—, años más tarde, entendió que el
deseo de las personas estaba por encima de la jerarquía de su partido.
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