Trescribo equí l'artículu qu'ayer asoleyé na Nueva España n'homenaxe a don José Cosmen. Aprovecho agora pa reiterar el mio tributu como persona y como empresariu, asina como pa tresmiti-y el pésame a la muyer y los fíos.
Por
alguna razón, en la evocación de don José Cosmen Adelaida, cuyo fallecimiento
acaban de comunicarme, se me une la memoria de otro Pepe, don José Caso, quien,
como el alma de ALSA y las empresas de ella devenidas, era una persona a la
que, a la vez, se trataba con afecto, proximidad y un sumo respeto, lo que,
todo ello, se condensaba en idéntico cognomen, «Pepe».
Don
José Cosmen ha sido, entre otras muchas cosas, el gran vertebrador de Asturies,
a través de la urdimbre que el gasoil y los neumáticos de los vehículos de la
antigua «Automóviles Luarca» tejen permanentemente entre nuestros pueblos; así
como quien ha mantenido a la Asturies del interior en ósmosis permanente con la
Asturies exterior del resto de España y de Europa. Pero ha sido, evidentemente
muchas más cosas como empresario. En primer lugar, ha mantenido la sociedad a
lo largo de décadas —lo que no es poco—, y la ha mantenido en constante
innovación tecnológica —lo que los viajeros agradecemos— y en expansión. Ha
sido de los primeros, sino el primero, empresarios de toda España que ha visto
el potencial del mercado chino y, allí, desde hace tiempo, ha sentado sus
reales, bajo el mando y dirección de sus hijos. Además, y más cercanamente, ha
impulsado la conjunción de ALSA con su participación en gigantes del sector de
los transportes, como la National Express. Y, por si fuera poco, ha tenido la
habilidad y la capacidad de dar continuidad a la firma familiar, destacando,
desde hace ya mucho, a sus hijos como directivos de las diversas hijuelas de la
empresa matriz.
Todo
ello, además, desde una Asturies que, como es nuestra costumbre, ha criticado con
cierta frecuencia a los Cosmen y su obra por nuestra tradicional envidia al que
es más, al que crece, al que innova y al que triunfa, sobremanera si es de la
tierra.
A
pesar de esas críticas, y a pesar de algunas decepciones en su concepción del
mundo y la empresa, como la que manifestaba tras las huelgas de finales de los
setenta, cuando tuvo que reconocer que la relación con los trabajadores había
dejado de ser para siempre aquella relación personal, casi familiar, del
pasado, y que las cosas habían cambiado, contra su gusto, definitivamente; a
pesar de ello, digo, y de su relevancia social, la relación de don José Cosmen
con los asturianos nunca dejó de ser de proximidad y de afecto, nunca de forma
engreída, siempre a la manera de un paisano. Raro era el acontecimiento social,
político o cultural en que, a pesar de sus ocupaciones, no se dejaba ver de
manera discreta; infrecuente el entierro de un conocido en que no hacía llegar
su pésame a través de su persona o con su recado. Y es eso lo que hace más
grande su obra: su persona y la herencia que en su forma de ser deja en sus
hijos.
Por
todo ello, sobre guardar su memoria, debemos darle las gracias por su obra y
por su persona. Gracias, don José. Gracias, Pepe.
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