El 2 del 11 del 14 publicaba yo un artículo en la Nueva España, titulado Periébola, valorando todo el preceso del ébola en España (por ahora, desgraciadamente), los discursos en torno a la enfermedad y la alegría por la recuperación de doña Teresa Romero. Así concluía:
Uno se llena de júbilo al saber
de la recuperación de Teresa Romero y de la falta de contagio en los demás. Por
ella, por ellos; pero también por la sociedad y por el país, que ya tiene
bastante con tantas otras cosas, y evita, de este modo, la algarabía de los
políticos miserables y la de aquellos medios que tienen como fuente principal
de ingresos el revolver insistentemente el vaso de las deyecciones para que sus
entusiastas disfruten con el hedor. Con
todo, la cuestión no ha concluido. África está ahí y ahí se está produciendo
una hecatombe alguna de cuyas salpicaduras nos afectará. Pero no me refería a
eso ahora, sino al señor Limón, el esposo de Teresa. Tengo curiosidad por ver
si va a tener o no un largo periplo por editoriales, tertulias y juzgados. Si
así lo hace, siempre encontrará algún juez dispuesto, como don Quijote, a
liberar galeotes, en el entendimiento además, al igual que la exministro Carmen
Calvo, que el dinero público no es de nadie.
Y ayer, día 10, la noticia era esta:
Teresa Romero pedirá 300.000 euros de indemnización en los juzgadosEn realidad son 600.000: pide otros trescientos mil por atentado contra la salud laboral.
La auxiliar de enfermería tiene previsto denunciar al consejero de Sanidad de Madrid por atentar contra su honor y presentar una demanda por el sacrificio de su perro
CONTINUARÁ
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