Cuanto más sabemos de los homínidos, más conocemos que no hay, sustancialmente, una gran diferencia entre el homo sapiens y especies anteriores humanas. Ahora acabamos de saber que el homo erectus, un homínido muy temprano del que teníamos la idea de que, poco más o menos, carecía de habilidades técnicas y de la inteligencia suficiente para inventar grandes cosas y humanizar el mundo, ya cocinaba.
Al respcto caben un par de reflexiones. La primera, de humildad: no somos mucho más que las anteriores especies de humanos. La segunda de orgullo: a pesar de todos cuantos se empeñan en subrayar que no somos nada porque compartimos casi todo el genoma con ratas, mosquitos y, por supuesto, orangutanes, chimpancés y otros monos, sin embargo, esa pequeña diferencia nos hace absolutamente distintos. Como en una ocasión Churchill subrayó a una impertinente dama que insistía en que a hombres y mujeres solo les separaba una "pequeña" diferencia, es esa pequeña diferencia, "mutatis mutandis", la que establece -en el caso de los humanos con respecto a los monos, por supuesto- una diferencia fundamental.
Si quieren más datos, pueden pinchar aquí: El homo erectus, el primer cocinero del mundo (ABC)
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