Estos son Zapatero y el PSOE: Valle-Inclán, profeta


Ahora que hasta El País parece saber quién es en realidad Zapatero y su contribución al desastre de todos estos años, y ahora que ya se han convocado elecciones, publicaremos aquí una serie de artículos que, desde 2004, vienen señalando ya qué tipo de plaga nos había caído encima. Con todo, en la mayoría de ellos se señala lo fundamental: que Zapatero no es un selenita caído del cielo, que fue, en su día, escogido como el mejor de entre todos los afiliados al PSOE y que su desastrosa política fue apoyada, aplaudida y jaleada por todos los afiliados y cargos públicos del PSOE, así como por todas las organizaciones territoriales del mismo. De la misma forma, fue aplaudido, apoyado y jaleado por muchos ciudadanos. Pero nunca, ni él ni su política fueron distintos. Desde antes de acceder al poder ya era una catástrofe anunciada: su incapacidad, evidente; su ignorancia, patente; su desprecio por la realidad, notable; su adanismo y sectarismo, totales: y fue eso precisamente lo que apoyaron los afiliados del PSOE y los votantes. ¡Que ahora no se llamen a andana!

VALLE-INCLÁN, PROFETA
(10/2008)


Los próceres socialistas se agitan sobre la superficie del globo buscando desesperadamente a una Susan de alto copete que les dé el aval para hallarse presentes en la reunión de la buena sociedad que tendrá lugar el 15 de noviembre próximo en Washington. Arguyen que, al margen de los derechos de España, es necesario que estén ellos en tan importante evento para poder iluminar con sus ideas —las de los socialistas españoles, las del Gobierno— la resolución de los problemas actuales del mundo y la orientación correcta de su futuro.

Y es que sus títulos son muchos y su bagaje abundante. Porque, si ustedes lo recuerdan, el señor Rodríguez profetizó hace un año que la crisis de los activos hinchados fraudulentamente no llegaría a España; hace seis meses, que esta legislatura sería la del pleno empleo; hace tres, que las peores cifras del paro con su gobierno siempre serían mejores que las que se hubieran producido con el PP; hace dos, que la solvencia de nuestro sistema financiero era tal que no se necesitarían medidas extraordinarias para respaldar los bancos. Por lo demás, tanto él como el señor Blanco y el resto del PSOE, sobre afirmar que el futuro necesita más política y menos mercado —como Cuba, China y la URSS, probablemente—, aseveran que la salida de la crisis requiere «más transparencia y más democracia», lo que avalan convirtiéndonos en el único país del mundo occidental en el que no sé va a saber a qué instituciones crediticias se va a socorrer con el dinero de todos. Tal vez la doblez y su ejercicio como práctica política habitual sean la aportación con que pretenden ayudar los socialistas españoles a la salvación del mundo. Ya lo dicen siempre los indios de las películas de vaqueros: «Blanco hablar con doble lengua».

No debería olvidársenos tampoco que el señor Rodríguez puede, asimismo, ilustrar al orbe con sus profundos conocimientos económicos, aprendidos en las dos tardes de clase que Jordi Sevilla decidió darle en el año 2003, cuando, en el Congreso, el Presidente confundió «progresividad fiscal» con «regresividad fiscal». Y, sobre todo, su entusiasmo por la ciencia económica:

—¿Sabes lo peor de todo esto? Que me gusta —le espetó al mentor, tras su promesa de aleccionamiento, en tan sonada ocasión.

No cabe duda de que el optimismo antropológico del Nietísimo, su rapto entusiástico y, sobre todo, esos conocimientos adquiridos con casi tanta celeridad como en un Pentecostés vendrían a servir de faro que, como el de Cuideiro, «alumbre el mundo entero y no se pierdan los barcos».

La mayoría de ustedes, alumnos, sin duda, en su día, aventajados y de buena memoria, recordarán que Valle-Inclán inventó el «esperpento», una estética donde, aparentemente, los gestos y las palabras de los personajes parecen humanos, pero que, en realidad, por la falta de adecuación entre lo dicho y lo hecho, o por los parajismos con que se acompañan al actuar, los convierten en muñecos descoyuntados, en títeres grotescos.

En Luces de Bohemia el gallego de Vilanova de Arousa afirma que la realidad española no puede entenderse más que bajo esa óptica y dice: «Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato (en el callejón del Gato había —recuerdo— unos espejos que eran «espejos de la risa»)». […]. «España es una deformación grotesca de la civilización europea».

¿Hablaba de su época o era un oráculo, el escritor gallego, que nos profetizaba el advenimiento de estos cacareadores «cráneos privilegiados»?

En todo caso, yo creo que el señor Rodríguez debería estar en la reunión washingtoniana para aclarar las cosas. Allí, como Jaimito en el chiste, cuando el inspector de educación en visita a la escuela pregunta quién escribió el Quijote, podría puntualizar, él también, al inquirirse los presentes sobre la responsabilidad de la crisis:

—Yo no he sido.

Y si lo acompañase en el asiento de al lado su inseparable José Blanco, mejor que mejor. Pondría éste su mejor expresión de coruxu, estiraría su dedo índice y acusaría.

-No, señor. Ha sido Jorgito.

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