Llevo una temporada publicando artículos míos que abarcan desde 2005 hasta hoy (una ligera selección) que muestran a Zapatero y al PSOE tal como se han venido comportando a lo largo de estos años de gobierno. El propósito es mostrar (y recordar) cómo han sido el partido y su líder a lo largo de todos estos años y cómo su incapacidad, su incompetencia, su destrosa gestión no es nueva, ha estado ahí siempre para quien haya querido verla. Es más son esa incapacidad, esa incompetencia y ese desatre de gestión los que han sido aplaudidos y jaleados por sus cargos públicos, por sus afiliados y por sus votantes.
Ahora parece que todo el pais, incluso El País, empieza a ver la realidad. Falsa conciencia: empiezan a trasladar a una única persona lo que ha sido responsabilidad y culpa de todos ellos. Puesto que el tipo y sus políticas -y sus peligros y nefastas consecuencias- eran patentes desde el primer día para quien quisiese verlas.
Les ofrezco aquí un artículo de Jordi Graupera, en La Vanguardia del 06/08/11. Tiene una diferencia con lo que dicen la mayoría de los analistas sobre don José Luis. Confiesa que se dejó engañar porque quiso dejarse engañar, porque las señales eran evidentes ya desde el principio (aun antes de lo que él confiesa, diría yo).
Se agradece que haya alguien que no descargue sus culpas sobre el chivo expiatorio y que no actúe bajo el principio general de las sociedades democráticas: la irresponsabilida omnímoda y absoluta del ciudadano y votante.
LA VANGUARDIA
Jordi Graupera
Y no habla inglés
Jordi Graupera
Y no habla inglés
En general prefiero un buen presidente español a un mal presidente español, pero no tengo mis esperanzas puestas en ello. Se vive mucho más tranquilo. Ahora bien, tengo que reconocer que al principio Zapatero me gustó. Es culpa mía, Maragall me la coló. Y Zapatero era joven, y yo también. Más que ahora. Veníamos de Aznar y del final del pujolismo; y del tripartito todavía no se sabía si era carne o pescado por muy mal que pudiera oler. Odiaba su oratoria, pero la promesa de apertura del Estado me tocó el punto débil y quise creerle más de lo que desconfié. Debería haberlo visto: lo peor de la retirada de tropas de Iraq fue la frivolidad con que se hizo. La absoluta ausencia de cualquier cálculo real. Tendría que haberlo visto.
Después llegó la era de los derechos civiles, de la teoría de género contemporánea y de los derechos de las minorías, homosexuales y catalanes en especial. Más allá de que los homosexuales hayan salido mejor parados, tras cada principio que Zapatero proclamaba había un gesto vacío o un esputo mercadoctécnico. Hasta lo más grande que ha hecho lo ha hecho como un pequeño hombre, siendo la ley de dependencia el paradigma. Todo era en beneficio de una agenda cultural, ideológica, tentada a cada paso de adoctrinar tanto como de legislar. Su único éxito histórico -la regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo- es también la única medida que multiplica las opciones de la gente. A excepción del aborto, que también confirma la norma: una reforma inútil como esta que eleva tanto los decibelios sólo se justifica como una victoria cultural. Por lo demás, no falla: si no es inútil son restricciones. Lo contaminó todo de su ignorancia infinita y de un supuesto voluntarismo que era, como se ha visto después, la simplicidad de los dogmatismos. Idealismo social siglo XXI. Respecto a Catalunya, prometió como sólo se promete a los crédulos. El Estatut es un fracaso suyo que España y Catalunya pagarán durante décadas, pase lo que pase. El independentismo, con todo, debe a Zapatero la sensación de callejón sin salida.
La crisis lo borró porque no era nadie. Y si fue heredero al mismo tiempo de un sistema fallido y de un buen saldo en caja, se quedó con el sistema y se pulió la caja. Descontadas todas las sorpresas que la crisis ha llevado a todos los gobiernos de Occidente, Zapatero tiene el honor de ser el líder mundial que menos y peor escuchó a los que sabían qué pasaba. Su primera reacción a la crisis es una mezcla ejemplarizante de populismo de manual, de ludopatía estatal y del delirio de poder. Las insustanciales reformas forzadas los últimos tiempos son la prueba documental del epígrafe que le ofrecerá la historia inmediata: "Se equivocó en todo". Nadie lo echará de menos, y su prensa y sus compañeros no sólo le han pedido que se vaya, también han pedido que se lleve con él las ideas de su generación. El pasado fue mejor. Good bye, Mr. Nothing.
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