Soneto
XXXVII
A la entrada de un valle, en un desierto
do nadie atravesaba ni se
vía,
vi que, con estrañeza, un can hacía
estremos de dolor con desconcierto:
ora va rastreando por la vía;
camina, vuelve, para, y todavía
quedaba
desmayado como muerto.
Y fue que se apartó de su presencia su
amo,
y no le hallaba, y esto siente:
mirad
hasta dó llega el mal de ausencia.
Movióme a compasión ver su accidente;
díjele, lastimado: «Ten paciencia,
que yo alcanzo razón, y estoy ausente.»
Una maravía: el símil, parábola o proyección empática sobre'l perru. La perprestosa descripción de l'actititú del perru, cola ayalga espresiva con esa alternancia ente los dos versos d'andar más llentu (ahora suelta el llanto al cielo abierto, ora va rastreando por la vía) y la rapidez de l'asíndeton (camina, vuelve para) reforzada polo arreblagamientu (, y todavía).
Pues nada, a lleelu más d'una vegada y que-yos preste.
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