Un sonetu de los menos conocíos de Garcilaso (y pa los amigos de los canes).


                         





                     Soneto XXXVII

A la entrada de un valle, en un desierto 
do nadie atravesaba ni se vía, 
vi que, con estrañeza, un can hacía 
estremos de dolor con desconcierto:

               ahora suelta el llanto al cielo abierto, 
               ora va rastreando por la vía; 
               camina, vuelve, para, y todavía 
               quedaba desmayado como muerto.
   
                Y fue que se apartó de su presencia su amo, 
                y no le hallaba, y esto siente:
           mirad hasta dó llega el mal de ausencia.
  
                 Movióme a compasión ver su accidente; 
                 díjele, lastimado: «Ten paciencia, 
                 que yo alcanzo razón, y estoy ausente.»


Una maravía: el símil, parábola o proyección empática sobre'l perru. La perprestosa descripción de l'actititú del perru, cola ayalga espresiva con esa alternancia ente los dos versos d'andar más llentu (ahora suelta el llanto al cielo abierto, ora va rastreando por la vía) y la rapidez de l'asíndeton (camina, vuelve para) reforzada polo arreblagamientu (, y todavía). 
Pues nada, a lleelu más d'una vegada y que-yos preste.


 

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