Siria, Irak, Papa Francisco y el falsu progresismu

               UBI SUNT? (asoleyáu'l 08/09/14 en LNE)

                La pregunta no remite aquí al pasado, al tópico literario que se pregunta por los antepasados  (famosos, especialmente) que ya no están o que el mundo ha olvidado; o por los objetos o modas que nos acompañaron o que triunfaron en el pasado inmediato y que se han desvanecido, como en las magníficas sextillas con que Jorge Manrique honra la memoria de su padre. No, la pregunta se refiere al presente. ¿Úlos? ¿Dónde están? ¿Quiénes? Los que habitualmente estampan su huella al pie de los manifiestos, los que parecen querer atribuirse la exclusiva del sentimiento humanitario (solidario, dirían ellos), quienes pretenden a todas horas erigirse en la  conciencia universal y en antorcha de ética, los que corren con consignas anti tras pancartas y enseñas por las calles y plazas de Occidente. Tanto los que son humilde gente de a pie, como universitarios, clases medias, señoritos y mundo de la fama o del arte.
                ¿Dónde están ahora que se masacra a miles de personas en Siria o Irak, que en esos países los bárbaros islamistas provocan el éxodo de miles de personas, obligan a abjurar de su religión a yazidíes y cristianos bajo pena de muerte, violan y esclavizan, y lo hacen, además, de la forma más cruel y primitiva: lapidando, crucificando, cortando cabezas, exhibiendo esos horrores en los medios de comunicación y jactándose de ello? ¿O ahora que a unos miles de Kilómetros, en Nigeria, los sanguinarios de Boko Haram secuestran a centenares de niñas para hacerlas sus esclavas sexuales o venderlas? Abran ustedes sus ventanas y escuchen, asómense a las plazas y esperen, miren periódicos, radios, televisiones, tabletas, teléfonos móviles, redes sociales. ¿Qué ven? ¿Quién viene? ¿Qué oyen? Nada, el más absoluto silencio, el vacío más total; si acaso alguna voz para sugerir que no es para tanto o, incluso, que algún vídeo es un montaje y que, en todo caso, la importancia que se les da a estas cuestiones obedece a una perspectiva de derechas o a un interés electoral.
                ¿Es que para toda esa progresería no hay más víctimas que los palestinos o cualesquiera otros que lo sean de Occidente o de Israel? ¿Acaso su capacidad de empatía es tan pequeña que no puede extenderse más allá de las víctimas de un (pre)determinado grupo humano? ¿Tal vez son incapaces de leer la realidad por sí mismos y solo ven aquello que les ha sido dictado en su cartilla humanitaria?
                Y a propósito del genocidio de Siria, he aquí alguien, el papa Francisco, que ha perdido una magnífica oportunidad para estar callado. Esto es lo que ha dicho al referirse a los bombardeos estadounidenses en Irak para contener al  ISIS: «Cuando hay una agresión injusta es lícito detener al agresor injusto, pero no bombardear, no hacer una guerra. Los medios deben ser evaluados». Comprendo que un líder religioso occidental no puede hoy pedir ejercer la violencia (algunos líderes religiosos islamistas sí lo hacen), pero esa frase del Papa, tan del pensamiento evanescente de las redes sociales, no ayuda en nada a quienes padecen la criminal violencia islamista en Siria e Irak y perjudica a quienes tratan de ayudarlos. ¿Con qué se va a detener el genocidio? ¿Tal vez recabando firmas en las redes sociales? ¿Acaso con aquello que a ustedes se les está ocurriendo? ¿O con la graciosa amenaza asturiana que Xovellanos refiere: «tó tirate con fueyes»?
                Su Santidad debería conocer que, hace cuatro siglos y medio, cuando el turco robaba, esclavizaba, violaba, saqueaba y conquistaba, un antecesor suyo, Pio V —además de rezar mucho, estoy seguro— ayudó a organizar la Liga Santa, aquella que triunfó en Lepanto, a la cual aportó doce galeras, a fin de combatir el poderío naval del sultán y detener aquella incesable sucesión de violencia, daño, humillación y destrozo de «derechos humanos». Y es que Pío V  sabía sin duda que Dios acaso pueda soplar favorablemente en las velas del bien, pero previamente es necesario que dichas velas se encuentren armadas sobre los navíos y desplegadas adecuadamente.


Xuan Xosé Sánchez Vicente

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