Ayer, en LNE: Diluvios de agua, argayos de lenguas

(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos)

L'aprecederu

Diluvios de aguas, argayos de lengua


No hace falta que diga nada: argayos, carreteras y huertas inundadas, cultivos arrasados, colegios cerrados, hospitales con problemas? Hasta cierto punto, la cosa es inevitable en muchos lugares: los valles asturianos tienen escasa extensión y en ellos conviven el ferrocarril, las carreteras, los pueblos y un río de estrecho cauce. A medida que crecemos, ocupamos las vegas. Hasta cierto punto, digo. Porque hay en ello culpas de imprevisión y de falta de mantenimiento por parte de las Administraciones. Y seguramente la más culpada, la Confederación Hidrográfica, es la más culpable, por limpiar poco y por dificultarlo a los particulares.
Entre las cosas que se han dicho estas fechas, hay algunas que causan sorpresa, como el anuncio de científicos universitarios de que, si seguía lloviendo, habría "más argayos por toda la región". ¡Menuda profecía!
Me he acordado estos días de un suceso de 1586. Septiembre cumplió con la segunda parte del refrán y "llevó les pontes" de media Asturies. En Llangréu, una mujer hubo de subirse a un ablanu con su hijo de cuello, y allí estuvieron durante dos días, sin saber qué sería de ellos. Lo recordaba yo en un pregón en 2003 en Bimenes (por cierto, ¡vaya desastre allí con el temporal!) y me preguntaba en qué variedad dialectal rezaría aquella madre angustiada a la Virgen de Covadonga. ¿Diría, por ejemplo, "hermenu" o "hermanu"? En todo caso, rezaría y pensaría en asturiano, no en castellano.
Y, al meditarlo, me acordé de que los enemigos del asturiano, para rechazar su uso o existencia, a la vista de los dialectos, suelen argumentar que cuál es el asturiano verdadero.
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