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LA INDAGACIÓN SOBE EL ASTURIANISMO POLÍTICO

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(Ayer, en La Nueva España) LA INDAGACIÓN SOBRE EL ASTURIANISMO POLÍTICO Recientemente han aparecido dos libros que tratan sobre el asturianismo, Nunca vencida. Una historia de la idea de Asturias, de David Guardado, y ¡Esperemos! Así nos lo mandan (El debate sobre l’estatutu asturianu na II República), de Carlos Gordon. Precisemos primero el sintagma «asturianismo político». Su adjetivo elimina de la consideración aquel otro que es exclusivamente cultural, el que versa, por ejemplo, sobre hórreos, música o lengua. El «asturianismo político» es el que se construye sobre la acción política, la estrictamente partidista, la económica o la social; pero, también, el que suele ser el anverso inseparable de estas actividades: la reflexión sobre qué es Asturies, su papel en la historia de España, cuál nuestra «identidad» y qué la define, qué rasgos culturales propios tiene y qué posibilidades hay de mantener vivos estos rasgos en la sociedad contemporánea; y, finalmente, cuál debe ser nuestro entrañamiento con el resto del Estado, nuestra «autonomía». Esa materia, que es en realidad una «historia», ya había tenido algunas indagaciones en el pasado. Citaré solo tres, la de Bernardo Fernández Pérez, «Movimientos regionalistas (1916-1932)» de 1978, la mía, «Rexonalismu / Nacionalismu asturianu. Un sieglu: 1839-1936», de 1993, breves estas dos, y el libro de Pablo San Martín, Asturianismu políticu (1790-1936), de 2002. El Nunca vencida… de Guardado indaga en lo que pudiéramos conceptuar como una línea histórica sostenida de presencia y consciencia de la identidad -de la diferencialidad- asturiana. El de Carlos Gordon, de cerca de 600 páginas, estudia las manifestaciones y reacciones en Asturies durante la II República sobre una cuestión concreta, la articulación de la misma como una entidad centralista o descentralizada y, en este caso, naturalmente, en qué medida o dentro de qué modelo teórico -federalismo, mera descentralización administrativa...- debe encajar Asturies. ¡Esperemos! Así nos lo mandan, el título del libro de Gordon, sintetiza el elemento central de lo que ocurre en Asturies entre 1931 y 1936 con respecto a la cuestión autonómica. Es una frase de Emilio Robles Muñiz, Pachín de Melás, ferviente autonomista y asturianista, ligado al ámbito político del federalismo. Con ella cierra en 1931 un artículo en el que se queja de la idea del diputado socialista Teodomiro Menéndez, quien, preguntado por el Estatuto Asturiano, manifestaba que lo primero eran la Constitución y el Estatuto de Cataluña, después vendría lo demás, y que, en el país, sobre haber problemas más importantes que el del Estatuto, este no corría prisa alguna. Así concluye Robles: «en todo el horizonte asturiano no se columbra a nadie. Ni una simple mancha empaña el mar de nuestra apatía. ¡Esperemos! Así nos lo mandan». La frase de Robles, que naturalmente no puede contener toda la complejidad de lo sucedido en el sexenio republicano ni las variadas actitudes de los actores sociales y políticos, sí contiene dos elementos sostenidos a lo largo de todo el período: la voluntad mayoritaria de supeditar las cuestiones asturianas a las de índole estatal y la absoluta «apatía» con que la cuestión estatutaria se contempla por la opinión pública mayoritaria. Digamos que, en general, entre los políticos y gran parte de los intelectuales y personalidades destacadas, no hay un gran interés práctico, real, por analizar los problemas asturianos, plantearlos ni defenderlos. Lo que les ocupa y preocupa son los grandes problemas del conjunto de España. Dicho sea un poco en grueso, salvo contadas excepciones, nuestras élites, a servir a Madrid, a correr para Madrid y a despreciar o tener en menos lo nuestro, como cosa menor o secundaria. Pachín de Melás volvería a quejarse pocas fechas más tarde: «Y es que, como no tenemos ningún problema regional, nos permitimos el lujo de que nuestros representantes en las Cortes Constituyentes no se preocupen de nosotros para que así dispongan de más tiempo para resolver el porvenir de España». Es cierto que hubo algunas personalidades que reclamaron insistentemente un estatuto de autonomía, como el ya citado Robles o el también escritor Fabricio. De la misma forma, entre la emigración asturiana en América se produjeron manifestaciones a favor de la autonomía. A principios del período, el Partido Republicano Federal, especialmente su sección xixonesa y, muy particularmente, la Juventud Republicana Federal, cuyo presidente era, permítanme señalarlo, mi suegro, Benigno Fernández, insistieron en la necesidad de un Estatuto desde la perspectiva federalista, pero todo se fue apagando. Existió también durante el curso de la República alguna iniciativa particular, así la de Sabino Álvarez Gendín, que redactó un Anteproyecto de Estatuto. Cabe también señalar que, a lo largo del período, algún medio de comunicación, como el Aldeano, de Castropol, mantuvo una persistente reclamación de autonomía. Quizás el dato más significativo de todo ese largo no-acontecimiento sea lo que ocurre con la puesta en marcha de la redacción de «un anteproyecto de Estatuto regional de Asturias», que anunció el 11 de noviembre de 1931 Ramón González Peña, presidente de la Gestora de la Diputación. Para su ejecución se crea una comisión formada por don José Buylla, don Teodomiro Menéndez, don Manuel Rico Avello, don Ramón Pérez de Ayala y don Ramón Menéndez Pidal. Transcurre el año 32 y se llega al 33. Del anteproyecto no se sabe nada en ese tiempo (a veces, ni de la presencia en Asturies de los ponentes), salvo que, ocasionalmente, algunos medios preguntan por él. A partir de las elecciones de noviembre del 33, también desaparecen las preguntas sobre tal ente de razón. Acaso conviene señalar algunos elementos discursivos generales que, en mayor o menor medida, manejan la mayoría de los actores sociales y políticos. Uno de ellos es la oposición frontal al Estatuto de Cataluña, ya que vendría a romper la unidad del Estado creando privilegios para una parte y, asimismo, por la oficialidad de la lengua. Salvo los federales y, a medias y a rastras, obligados por sus compromisos en Madrid, los socialistas, la oposición es general y enconada. El discurso va con frecuencia contrapuesto al modelo de Asturies como paradigma ejemplar: cuna de España, poseedora de una identidad singular, renuncia a lo que podrían ser sus exigencias o privilegios para someterse al interés del conjunto de España. Esa imagen de Asturies, ese ofrecimiento en realidad, como modelo de, al tiempo, renuncia implícita y voluntad de servicio a lo colectivo, no va inevitablemente unido al discurso de enfrentamiento con el privilegio catalán, campea de manera casi universal sin estímulo expreso. He aquí unas palabras de Pérez de Ayala en 1931: «Sepa España -y éste es el homenaje que os debe- que en vuestra mano estaba el suscitar conflictos no menos apremiantes que los de otras regiones. ¿Por qué no los habéis atizado? […] No, sino por señorío de vuestra fuerza y vuestra conciencia. […] No es que Asturias no sepa, sino que nunca ha querido aprovecharse. Asturias no tiene prisa […] Asturias inició la Reconquista de España y siglos después la guerra de la Independencia de España, no para sí sino para España toda. […] Cuando se haya conseguido la reconquista e independencia de España (en el nuevo Estado, entiéndase), sin haber estorbado un punto, Asturias se alzará a presentar su problemas. Y estos problemas no serán regionales, sino humanos, universales». Es curioso, por cierto, que un partido que nació como regional y murió prácticamente, como tal, el Reformista de Melquíades Álvarez, sea uno de los que, a través de las manifestaciones de sus dirigentes, más renieguen de cualquier forma de autonomía profunda o «diferencial». Por otro lado, la existencia de nuestras peculiaridades históricas o culturales es materia que, aun cuando se tome en consideración para señalar nuestra identidad, se rechaza en general como elemento que pueda sustentar nuestra autonomía, si no es que se consideran esas peculiaridades como muertas o se ven con absoluto desprecio. Como no podía ser de otra forma, Cuadonga y el discurso cuadonguista son omnipresentes. Cuadonga como fundadora de España se saca a la plaza por los más autonomistas y los menos, por unos, como mérito que marca una identidad, por otros, como tilde de gloria para España. En todo caso, de esa marca de origen no se concluye, en general, otra cosa que el orgullo y una razón para la renuncia a insolidaridades. Es cierto que existen también propuestas de buscar una autonomía administrativa, que tuviese fundamentos y objetivos principalmente económicos (la minería, por ejemplo, el campo y la ganadería), en su concurrencia o competencia con otras regiones o con el carbón o los productos del campo de otros países; alguna de ellas, pretendiendo articularse al margen de los partidos. Es destacable la del melquiadista Ramón Argüelles (Regionalismo económico asturiano), que limita la autonomía a un interés económico, eliminando cualquier motivo cultural o histórico. Resumiendo, ¡Esperemos! Así nos lo mandan aporta un enorme caudal de datos nuevos al conocimiento de las cuestiones identitarias y culturales asturianas, y es material que conviene conocer y tener a mano. Hablando, por cierto, con su autor, me manifestaba su deseo de que el libro sirviese, al menos, «p'animar a más xente a investigar sobre'l tema y, nel procesu, qu'apaeciera documentación nueva». Lo veo difícil, por lo exhaustivo que es.
FERNÁNDEZ PÉREZ, Bernardo, «Movimientos regionalistas (1916-1932)», n´Historia General de Asturias, t. VI, Xixón, 1978. GORDON, CARLOS, ¡Esperemos! Así nos lo mandan. El debate sobre l’estatutu asturianu na II República, Uviéu, Trabe, 2024. GUARDADO, David, Nunca vencida. Una historia de la idea d’Asturies, Xixón, La Frabriquina, 2003. SAN MARTÍN, Pablo, Asturianismu políticu (1790-1936), Uviéu, Trabe, 2002. SÁNCHEZ VICENTE, Xuan Xosé, «Rexonalismu / Nacionalismu asturianu. Un sieglu: 1839-1936», n´Alcordanza del padre Galo, Conseyería d’Educación, Deportes y Xuventú, 1993. Edición posterior en Ríu Nalón. Estudios lliterarios y llingüisticos, Uviéu, Fundación Nueva Asturies y Trabe, 2005, pp. 18-46.

Asturies: la realidad y el deseo

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(Ayer, en La Nueva España) ASTURIES: LA REALIDAD Y EL DESEO Recientemente han aparecido dos libros sobre Asturies que representan dos visiones antitéticas sobre nuestra identidad, social y política, sobre la imagen que los asturianos tenemos sobre nosotros mismos, sobre los deseos de construcción o representación política de la comunidad, sobre, en resumen, el “¿quién somos?”, “¿qué queremos ser?”, “¿adónde vamos?”, y todo ello desde la perspectiva de que existe una identidad peculiar en el conjunto del Estado, que es Asturies, y que ha de mantenerse o proyectarse de alguna forma como tal en la acción social y política. Los dos libros son Nunca vencida. Una historia de la idea de Asturias, de David Guardado, y ¡Esperemos! Así nos lo mandan (El debate sobre l’estatutu asturianu na II República), de Carlos Gordon. El libro de David Guardado lleva ya unos meses en la calle y está siendo un verdadero éxito. El de Carlos Gordon es de recentísima aparición. Comparten ambos una condición enciclopédica: será difícil añadir mucho más al abrumador conjunto de datos que muestran. Ahora bien, son en el fondo dos libros opuestos sobre lo que es Asturies, la concepción que los asturianos tienen de sí mismos y lo que es la práctica de sus comportamientos frente a lo que, a veces, son sus proclamas de asturianismo (dicho sea esto en el sentido más amplio o vago). El libro de Guardado muestra que, aunque aparentemente la vocación asturianista o la conciencia identitaria parecen en la práctica sumergidas en el desconocimiento o la indiferencia, hay una línea histórica continua de presencia y consciencia de la identidad -de la diferencialidad- asturiana. El de Gordon se centra en los años de la II República, los debates sobre la España federal y el Estatuto para Asturies. Pues bien, como se ve en sus 566 páginas, salvo contadas excepciones, nuestras élites, a servir a Madrid, a correr para Madrid y a despreciar o tener en menos lo nuestro; las tímidas propuestas de autonomía, opuestas la inmensa mayoría a cualquier reconocimiento de identidad o particularidad que no fuese el económico; la calle, el pueblo, indiferente a la idea de la autonomía y la especificidad política asturiana. Esa ha sido y ha venido siendo siempre nuestra propia identidad, el rechazo a ser nosotros. Solo un dato: en las sucesivas redacciones iniciales del Estatuto de Autonomía de Asturies de 1981, a ninguno de los veinticuatro redactores se les ocurrió que esto volviese a llamarse Asturies, y no “provincia de Oviedo”. Tengo yo el honor, de entre los diputados, de haber presentado una enmienda en ese sentido. Y, si me lo permiten, una experiencia personal ilustrativa. Llanes, abril de 2003. El mes anterior, el día 20, se ha producido la invasión de Irak, el último domingo de mayo se celebran las elecciones municipales y autonómicas. Desde 1999 nosotros estamos fuera de la Xunta, Álvarez Areces gobierna Asturies. Tras un acto cultural, un viejo militante socialista llanisco me desea que entremos en el Parlamento asturiano: “Vosotros sois los únicos para solucionar esto de la pesca deportiva”. (Aclaración: el Gobierno Areces había decretado la prohibición de pescar pulpo y establecido otra serie de limitaciones para la pesca deportiva, de pedreru y de embarcación). Le digo que, entonces, nos vote. Respuesta: “No puedo: tengo que votar a Areces, sobre todo, ahora con lo de Irak”. De modo que, para solucionar un asunto de aquí, lo decisivo en unas elecciones autonómicas era la guerra de Irak; solo podían solucionarlo, según él -y no andaba errado-, aquellos a quienes no pensaba votar; votaba a quien había causado la tropelía que quería solucionar. Les completo. Aquella decisión de prohibir la pesca del pulpo -una actividad milenaria- a la gente común se gestó de la siguiente manera: en Euskadi estaba prohibida su captura. Los aficionados de allí protestaban porque comparaban su situación con la de Asturies. Un alto funcionario de allí llama a otro de aquí para decírselo y pedir la equiparación. El lugareño lo traslada al Consejo de Gobierno de don Vicente y este, ni corto ni perezoso, sin duda en consonancia con su tradicional solidaridad internacionalista, prohíbe aquí el pulpo (a lo que añaden otras limitaciones). Unos y otros: siempre en la línea tradicional de pensar y actuar no de acuerdo con los intereses asturianos o con los propios, sino con lo que es más importante: todo lo de fuera. «En todas las ocasiones».

Reconocimientos y homenaxes

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(Ayer, en La Nueva España) RECONOCIMIENTOS Y HOMENAXES Diome una gayola grande esti titular de LA NUEVA ESPAÑA: “Pablo Ardisana se convierte en patrimonio de Asturias. El Muséu del Pueblu acoge el archivo del poeta, voz imprescindible de les lletres asturianes”. Pablo Ardisana ye una voz mui notable. Publicárense d’él Azul mirar d’amor, Una luz inesperada y Armonía d’Anxélica sirena. Queden agora papeles suyos por ver, revisar y publicar, y espero qu’un día, y non tarde, seya posible facelo, como espera l’hermanu sobreviviente de los tres Ardisana, José María. Esa entrega de testimonios produzse, además, nunes feches simbóliques, na rodiada del cincuentenariu de la salida a la llume de la sección periodística Conceyu Bable, que camudó dempués n’organización cultural y en movimientu social. Como se reconoció dende munchos ámbitos, ye abondo lo que la sociedá-y debe a Conceyu Bable, nun solo la modernización y socialización del asturianu, sinón la reivindicación de la nuestra identidá cultural y política. Conceyu fue guañu, formientu y afalamientu; y, masque non directamente enxertu na asociación, Pablo fue pieza fundamental del “milagru” cultural y lliterariu que llamamos el Surdimientu. Curiosamente, coincide que nestes feches exhíbese en Xixón una colección de pieces de vidriu y cerámica que salieren de les fábriques de La Industria y La Asturiana, iniciatives empresariales de Mariano Pola, persona clave na historia industrial de Xixón, de la muerte del cualu cúmplense 140 años. A él, como a otros munchos, débese-y el reconocimientu vivu de la so memoria, más allá del nome d’una calle. Y volviendo a Conceyu Bable y al Surdimientu: pa entender el so papel de biltu y formientu d’una sociedá tan poco amante de sí mesma como l’asturiana, tan despreciatible de lo suyo, recomiéndo-yos la llectura del llibru de Carlos Gordon ¡Esperemos! Así nos lo mandan, los debates sobre’l non-Estatutu d’Autonomía na segunda República: salvo contaes escepciones, les nuestres élites, a servir a Madrid, a correr pa Madrid y a despreciar lo nuestro.