Mostrando entradas con la etiqueta Libia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Libia. Mostrar todas las entradas

De ilusiones y primaveres

0 comentarios

Somos mui fáciles de manipular. Y, sobre ello, hai una llarga llista de "tontos útiles" dispuestos a facer rodar la bola y a regoletiase pel suelu cola ilusión d'una fantasía.

Manipulárennos colos "rebeldes" de Libia. Y, dempués, nuna ñude d'ilusión fata tolo mundu corrió a falar de "la primavera árabe", en Túnez, n'Exiptu, n'otros llugares menores.¿Recuerden? Al tavés de facebook y de los píos diben venir la modernidá, la llibertá y la lliberación de les muyeres.

Pero, según yá señalara d'aquella, con bones intenciones nun se faen les revoluciones y, en tou casu, les revoluciones failes el que quier, nun el que puede. De mou y manera que, dempués de toos aquellos rapazos na calle, los que se ficieren col control y los votos fueren los islamistes. Y la llei que se llantó la saria, y les muyeres, al velu y a casa.

Y, equí, n'occidente, yá se sabe, coles ganes que tenemos de creer nos milagros y na maxa (anque ninguna d'esforzanos en conseguir soluciones), encantaos con aquelles "revoluciones", que, pa encima, yeren per interné o con interné.

En fin, que munchu se reirán de nós los islamistes.

Acaba Libia, empieza Francia, España sigue

0 comentarios
Ya saben en qué acaba el negocio de Libia. Tras la revolución se van a constituir en "un Estado democrático islámico, con la Sharía como ley y el árabe como lengua". Para este negocio ("democracia" y "sharia" son términos antitéticos; toda esa definición no es más que una pura contradictio in terminis) no sé a qué hemos ido allí.

Lo saben de sobra los franceses y Sarkozy, que van a tutelar el nuevo estado (acabarán acampando allí sus instructores militares) y van a llevar el 30% de las concesiones de petróleo.

¿Y nosotros? Nosotros reactivando la Alianza de Civilizaciones zapaterina. Y, por lo demás, haciendo de palanganeros de los franceses y poniendo dinero para su guerra, digo, sus negocios en Libia.

¿A qué está bien? ¿Y Carme Chacón? Pues esa, fenomenal: se ha lucido.

La guerra de Gilbia

0 comentarios

De Gila y de Libia. De Gila no, evidentemente, por las víctimas -mortales o de otro tipo-, sino por la forma en que se está llevando y por la en que la percibe la opinión pública occidental.

Empecemos por las divinas palabras, aquellas con que los Pedro Gailo de turno conmueven y mueven a las masas supersticiosas: «guerra legal». Ninguna guerra es legal ni podrá serlo nunca. A las guerras convendrán, en parte según la perspectiva de los actores, otros calificativos de tipo moral, religioso, descriptivo o secuencial, pero nunca el de «legal» o «ilegal». La guerra es, precisamente, la ruptura del marco de convenios y acuerdos entre comunidades, esto es, la ruptura del mundo de lo jurídico o lo transado en el que se basan las relaciones habituales, esto es, en tiempos de eso que llamamos «paz». La guerra supone, pues, el salto a otro orden de cosas, el de la ajuridicidad. Decir, por tanto, «guerra legal» equivale a proclamar la «sidra de agua» o la «fabada de garbanzos», un no-sentido.

Sigamos por las preguntas. ¿Quiénes son los «rebeldes»? Es obvio que, aunque mal armados, tenían una cierta organización y una cierta capacidad militar. ¿Constituyen una entidad unitaria o son un conglomerado de elementos dispersos? ¿Quién les había proporcionado las primeras armas y los había entrenado y dotado de mandos, aunque en grado mínimo todo ello? A esa entidad unitaria se la reconoce, desde el primer momento, como tal por algunos países occidentales. ¿Esos países tenían conocimiento cabal ya de la especificidad y finalidades de «los rebeldes»? ¿Tal vez los habían adiestrado? De ser así, ¿con conocimiento de otros países occidentales? ¿Es esa la razón por la que EEUU da un paso atrás?

Sobre la forma de llevar la guerra. Puesto que el objetivo explícito de la operación es derrocar a Gadafi -aunque el pretexto o el arranque haya sido el de una exclusión aérea para salvar vidas- ¿cómo es posible querer ganar una guerra «disparando poco», o disparando unos días sí y otros no, o sólo cuando el enemigo se acerca demasiado a algunos puntos vitales de «los rebeldes»? ¿Cómo es posible que en un conflicto que se desarrolla en frentes confusos se pretenda disparar sin matar civiles o sin confundirse de enemigo o, acaso, sin matar al enemigo demasiado? ¡Y mandar aviones a una guerra para que no disparen y sólo controlen la circulación de aviones que no existen? ¿Cómo, finalmente, querer que Gadafi resigne sin querer hacerle pupa y no ofreciéndole otra salida que la cárcel y la miseria? Las preguntas podrían multiplicarse. Muchas respuestas, en todo caso -y al margen de la tragedia de las víctimas-, tienen un tono entre risible y bufo.

Concluyamos, casi, por la semántica. ¿Se han dado ustedes cuenta de que a los opositores a Gadafi no se los llama «la insurgencia» (como en las revoluciones llamadas marxistas), ni la «resistencia» (como en la guerra civil de Irak en que las «cabezas» de occidente estaban contra Bush y EEUU), sino «los rebeldes», que tiene un matiz juvenil y a lo Robin Hood? ¿Quién habrá inventado el nombre para ustedes? ¿Y el anuncio de dotar a los rebeldes de sólo «armas defensivas»? ¿Serán acaso escudos y picas? ¿Los gomeros entrarán en la categoría de armas defensivas?

Vayamos finalmente a Aznar. ¡Qué poco delicado este chico! No se ha recatado en recordar que tanto él como Zapatero y otros próceres occidentales anduvieron, literalmente, de la mano de Gadafi (acudan a los vídeos de la red) o que el Reino Unido, tras negociar con el dictador libio, liberó en el 2009 a Abdelbaset Ali al Megrahi, la mano ejecutora del atentado de Lockerbie. ¡Pero, hombre, don José María, proclamar, usted, que el rey está desnudo!

En fin, si no fuese por los muertos y el sufrimiento, «de Gila» todo: la guerra, los gobiernos, la opinión pública, todo ello.

ADDENDA. Por cierto, ¿están ustedes tan seguros como yo de que Josu Ternera está perfectamente localizado y, digámoslo así, «perfectamente protegido»? ¿Por qué y para qué? ¿Creen ustedes que será para que rubrique algún acuerdo el día en que se produzca?

Libia

0 comentarios

Hasta ahora no hemos dicho nada sobre Libia. En general, ya se sabe, la forofada de la derecha iguala Irak y Libia (y acusa a la izquierda de estrabismo moral) y la bancada de la izquierda establece tremendas diferencias entre una guerra o intervención y otra. Es lo que dan de sí la opinión y el país.

Pero, a medida que avanzan los acontecimientos y el ejército del este, empiezan a surgir algunas preguntas: ¿Cómo es posible que una multitud aparentemente desorganizada y con mal y escasísimo armamento venza a tropas organizadas? Porque una cosa es que la aviación aliada (o de "la coalición") destruya tanques y aviones de un bando y otra, muy distinta, es que se derrote a un ejército más o menos organizado, se avance y se reconquiste. Es decir, que se mantenga una tropa unida y en el frente, que se le señalen objetivos comunes, que no se vuelvan a casa y que sean capaces de alcanzar esos objetivos.

En otras palabras, en el bando del oeste (o "rebelde") tenía que haber desde el principio una vertebración de ejército y mandos, una cierta organización colectiva, un determinado armamento.

Y, ahora, viene la otra cara de la moneda: ¿Cuánto conocimiento de todo ello tenían previamente los aliados (o coaligados)? ¿Qué naciones habían establecido contacto previo con ellos? ¿Hasta qué punto existen acuerdos post-Gadaffi? ¿Son de confianza los grupos con los que se han establecido acuerdos o convenido presupuestos? ¿La forma de esos acuerdos o el contenido de los mismos explica la actitud distante de EEUU y, tal vez, la de Alemania?

Lo iremos viendo y sabiendo.

Abstenerse bienpensantes, sedicentes izquierdistes y buenistes

0 comentarios

Dende munchos ámbitos empiecen a meter el deu nel güeyu de bienpensantes, sedicentes izquierdistes y buenistes (xente too, por cierto, que si Lenin, Marx o Stalin despertasen mandaríen al gulag non por izquierdistes, sinón por fatos y burgueses) a propósitu de la reclamación d'intervención en Libia pa salvar vides humanes. La llista puede ser illimitada, güei bástame equí con copia esti artículu de Javier Rupérez:

Intervenir o no intervenir: esa es la cuestión


Por JAVIER RUPÉREZ Día 07/03/2011

Curioso mundo este, en el que muchos de los que en 2003 calificaron a Bush de genocida por haber intervenido en Irak para expulsar del poder al sangriento tirano Saddam Hussein hoy levantan fervorosamente la voz para reclamar se haga contra el tirano sangriento Muammar el-Gadafi lo que entonces tan vehementemente se condenó. ¿Acaso merece el libio el castigo moral y militar que tan ardorosamente se puso en duda en contra del iraquí? ¿Tuvo este mejores credenciales éticas que aquel? ¿Cuál es el baremo de la indignidad para evaluar si la intervención militar para derrocar al tirano está o no justificada? ¿Sería Obama menos genocida si interviniera contra Gadafi que lo que supuestamente fue Bush al hacerlo en contra de Saddam?

La idea de la «intervención por razones humanitarias», nunca hasta ahora debidamente perfilada en la práctica política o en la teoría jurídica, comenzó a tomar cuerpo después de que la comunidad internacional —delicado eufemismo que normalmente abarca en exclusiva a los países democráticos y prósperos— contemplara con horror retrospectivo, después de haberlo hecho en silencio cómplice y obsceno, la matanza de un millón de personas de la etnia tutsi a manos de los rebeldes hutus en la Ruanda de 1994. Para los que alberguen dudas al respecto o hayan olvidado la historia y no tengan alterado el ritmo cardiaco, es recomendable la lectura del libro que el general canadiense Romeo Dallaire, jefe entonces de las tropas de la ONU en la zona, dedicó a la narración de la barbarie. Cuya memoria estuvo presente en las decisiones tomadas por los Estados Unidos y sus aliados en la OTAN para finalmente decidirse a intervenir, sin autorización del Consejo de Seguridad, en Bosnia y en Kosovo, a finales de los años noventa del pasado siglo, con el objeto de evitar la aplicación sistemática de criterios de limpieza étnica a todos sus adversarios por parte de Milosevic, el hombre fuerte de la Serbia posyugoslava. ¿Vamos a contemplar impasibles cómo el enloquecido y bufonesco coronel de la antigua Cirenaica extermina a sus súbditos y perpetúa su reinado de sangre y sinrazón?

Claro, nunca son fáciles las intervenciones militares. Lo saben mejor que nadie los americanos, cuyo secretario de Defensa, Robert Gates, ha recordado que la imposición de una zona de exclusión aérea significa un previo bombardeo de las baterías antiaéreas y consiguientemente la guerra. Franceses, alemanes, árabes diversos, rusos y chinos, es decir, los sospechosos habituales, se han apresurado a vocear la convencional cautela de los melindrosos. O de los interesados. No quieren intervención. O, mejor dicho, no quieren intervención americana. Sabiendo que no es posible ninguna otra —aunque a los franceses no les temblara el dedo en el gatillo cuando en Chad en 1987 actuaran precisamente en contra de las incursiones libias para preservar la seguridad de sus aliados y la integridad de sus sagrados intereses nacionales—. Es decir, hay intervenciones e intervenciones, según sus protagonistas. Pero ¿qué pasa si los súbditos del tirano de la jaima empiezan a morir a centenares bajo la atenta mirada de las cámaras de la CNN? ¿Seguirán los biempensantes televidentes occidentales mirando para otro lado? ¿Y qué pasará en el momento de la verdad, cuando, Dios no lo quiera, se imponga la realidad de la barbarie y el Consejo de Seguridad sea incapaz de tomar la decisión de autorizar la intervención militar y la sangre convierta el desierto en un charco viscoso y rojizo? ¿De verdad alguien piensa que con respingos y mohínes se podrá convencer a los Estados Unidos para que observen impávidos desde sus buques de guerra desplegados en las aguas vecinas a Trípoli cómo civiles inocentes son exterminados por la vesania del sátrapa?

Gadafi nos ha roto el guión. Lo de Túnez y Egipto había transcurrido tan bien, con los autócratas optando prudentemente por la retirada tras unos breves y en gran medida incruentos escarceos, que pensábamos que era orégano todo el monte de la transición árabe a la democracia. Pero el asesino de Lockerbie está hecho de otros mimbres, y evidentemente, como su colega el mesopotámico Saddam Hussein, quiere morir matando. La lógica y la responsabilidad del momento demandan lo primero y exigen poner coto a la segundo. Caben muchos circunloquios, análisis, esperas, observaciones, verificaciones y certezas, y toda prudencia será poca a la hora de tomar la gran decisión, si de intervenir militarmente se trata. Y no es cuestión de condicionar el desenlace: ojalá la razón inunde su turbada mente y decida poner pies en polvorosa y buscar acomodo en Venezuela, o en Cuba, o en Nicaragua, donde encuentra seguro los abrazos fraternales de sus conmilitones Chaves, Castro y Ortega. ¡Menudo póquer de ases harían los cuatro juntos! Pero allá, al final del proceso, agotadas todas las posibilidades, descartadas por imposibles otras opciones, cuando se llegue a imponer la realidad de la inminente catástrofe, la cuestión seguirá siendo si se interviene o se deja de hacerlo. Momento de la verdad en el que tienen poco espacio los tiquismiquis jurídicos, dicho sea con el máximo respeto a los que de ellos viven y por ellos juran.

Ha estado sobradamente en su sitio el presidente Obama al indicar a Gadafi que su tiempo ha terminado, mientras recordaba que para su país, los Estados Unidos, todas las opciones para el tratamiento de la crisis estaban sobre la mesa. Incluyendo la intervención militar. Al hacerlo seguramente habrá recordado que su antecesor en la Casa Blanca se vio parejamente en similar tesitura: un tirano harto de fechorías al que hubo que extender también un perentorio ultimátum bajo la amenaza, luego cumplida, de la acción bélica. Y este, Obama, como aquel, Bush, procurará que si la dura decisión se adopta sea bajo la clámide protectora del Consejo de Seguridad, y si posible incluso con el asentimiento de todos sus quince miembros. Pero si el Consejo de Seguridad —es decir, algunos de sus miembros permanentes— no quiere considerar el tema, o si haciéndolo no desea conceder su plácet, ¿dejaremos que los esbirros del exótico coronel se ensañen impunemente con los que piden su destitución?

Sí, claro, ya lo sabemos, son cuestiones complicadas estas de la paz y la guerra, y nunca es aconsejable la precipitación, y todas esas cosas, pero si los verdugos matan y los inocentes mueren y hay medios para impedirlo nunca faltará la razón para intervenir y, en la medida de lo posible, salvar la vida de los que están a punto de perecer. Está en juego su integridad. Y su dignidad. Y la nuestra. La jaima de Gadafi ya no tiene sitio en que desplegar su inicuo folclore.

JAVIER RUPÉREZ ES EMBAJADOR DE ESPAÑA

ABC del 07/03/2011

Amiguinos

0 comentarios

Aviones de guerra y helicópteros de la "Fuerza Aérea Libia" están bombardeando indiscriminadamente Trípoli como parte de una ofensiva contra las protestas que se están desarrollando en la capital libia en contra del régimen de Muamar el Gadafi (informó la cadena qatarí de televisión Al Yazira).

Ahora, no se pierdan el siguiente video:

Al Megrahi: un insultu a los muertos

1 comentarios
La lliberación de Abdel Baset Ali al Megrahi pol Reinu Unidu fiede, fiede a intereses económicos, a corrupción, a miseria moral.

Pero, sobre tou, apozoña`l despreciu a les víctimes, l`insultu a los 270 muertos de Lockerbie que ye la so lliberación: con xente como esta nun caben compasiones humanitaries; ¿acasu imaxina daquién que se lliberare a Hitler por tener un cáncanu terminal?

Y la so recepción en Libia ye tamién exemplar: al Megrahi ye pa ellos un héroe, un santu que cumple los preceptos de la yihad y da muerte al infiel ellí onde lu topa.

Pero, yá se sabe, n`Occidente tamos enllenos de "motivos humanitarios", ¡qué boninos somos!

Como diz l`Evanxeliu san Matéu: "El que tenga oyíos pa sentir qu`atolene".