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Güei, en LA NUEVA ESPAÑA

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(Trescribo, como davezu, los primeros párrafos)

L'aprecederu

¡No nos los toquen más!

04.10.2016 | 04:05
¡No nos los toquen más!

Si usted entra en la capital en coche por la entrada de la autopista que lleva hacia el centro de Uviéu, padecerá una insólita situación de tensión cuya causa es absolutamente injustificada: Durante cerca de tres kilómetros ha de conducir a una velocidad reducidísima, primero a noventa, a setenta inmediatamente, después a 50, a 30 finalmente. Ni la situación de la vía ni las salidas o entradas o la misma justifican esa reducidísima velocidad obligatoria.
La circulación por ese tramo tiene ciertamente un aspecto cómico. Como si sufriesen un torzón que los obligase a apretarse la barriga, los conductores han de ir contrayendo su pie continuamente y frenando, pues, aún a punta de gas, resulta prácticamente imposible para un coche actual circular a esa velocidad. De ese modo, los conductores van en fila india, procurando no chocar, o, en paralelo, mirándose como si estuviesen vigilándose. Naturalmente, han de circular en velocidades cortas, y con frenazos, provocando mayor consumo de combustible y contaminación. No es extraño, pues, que los radares de la zona hagan una magnífica caza.
Pues bien, ahora el Ayuntamiento quiere torcer aún más el pescuezo a los ciudadanos, [................................................................................................................................................]

Una bona noticia: dexen de tocánoslos

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Yá saben lo que-yos venía diciendo: la decisión de rebaxar los kilómetros autorizaos n'autopista (de 120 a 110) yera una decisión ideolóxica, que nun ténía nada que ver col aforru enerxéticu. La discusión qu'hebo esti vienres 24 nel conseyu ministros vieno a confirmalo. Al final trunfó la tesis de Rubalcaba, porque pensaba que llevantar otra vegada'l llímite a 120 diba da-y votos, qu'abondu cabreao anda la xente con tantes coses. En tou casu, y pa que nun-yos quepia daqué dulda sobre la falacia que yera lo del aforru del consumu, sepian que la reducción del consumu fue un 30% menos de los esperáu (y eso ensin contar la variable de la menor circulación pola crisis, que, quiciabis, a lo meyor, si metemos esa variable, l'aforru nun fue ningún, pero'l tocamientu de coyo... infinitu).

110 nes autopistes: ¡Yá-yos lo dixera yo!

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Avisélos el 07/03/11, nun ensiertu asoleyáu equí y tituláu "Hay que echarlos y pronto": la restricción a 110 venía pa quedase, porque nun yera un tema económicu, sinón ideolóxicu. Equí tienen:

El Gobierno estudia dejar la velocidad máxima en 110 por hora porque «el ahorro es enorme»


Madrid, Agencias

El Gobierno estudia prolongar el límite máximo de velocidad de 110 kilómetros por hora (Km/h) en autopistas y autovías más allá del 30 de junio, fecha que marcó el Ejecutivo para valorar la continuidad de esta medida. El ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, también anunció ayer que el Gobierno tiene la «intención» de congelar la tarifa eléctrica en julio, salvo que se produzca un resultado «muy negativo de la subasta» eléctrica del próximo 21 de junio, y que pretende dejar inalterables los precios de la luz en lo que resta de año.


Y equí lo que decía yo naquella fecha:

La última de las ocurrencias ha sido la de limitar a 110 km/h la velocidad máxima en las autovías a partir del próximo día 7 de marzo. Es una decisión con la que casi nadie se ha mostrado de acuerdo y para la que no se ven las razones cuando el petróleo ya ha estado más caro, nuestra dependencia del suministro de Libia es limitada y Europa, sobre todo, no ha tomado ninguna medida parangonable. En mi opinión, no hay, tras ella, razones de índole económica, según se afirma, sino «ideológicas» -esto es, de ahormamiento social, de totalitarismo arbitrista-. La crisis de los países del norte de África (con alguno de los peores de los cuales el actual Gobierno ha ido, literalmente, de la mano) ha servido de pretexto para poner en marcha una voluntad largamente represada por el socialismo, la de rebajar la velocidad máxima de las autopistas (con lo cual, de paso, se le da en el focicu al Gobierno catalán actual, que pretendía subirla a 130). Se le ha escapado a mi amigo don Antonio Trevín, delegado del Gobierno, como puede leerse en la página 20 de LA NUEVA ESPAÑA del domingo 27. Pero no hacía falta que don Antonio nos lo confesase: el proyecto había sido anunciado tiempo ha, y muchos de ustedes recordarán, por otro lado, aquella temporada en que los tramos recientes de la autovía hacia Galicia lucían un límite máximo de 110 por hora, un experimento en el que esta sufrida Asturies, como tantas veces, fue pionera. De modo que este golpe de mano, la reducción de velocidad máxima, créanme, no tiene, a no ser que nos resistamos fieramente, otra voluntad que la de quedarse para siempre.

Algunas almas cándidas piensan que el propósito de esta nueva normativa, como de la restante normativa restrictiva circulatoria, es el recaudatorio. ¡Qué equivocados están! ¡Qué inocentes! Ese sería, al fin y al cabo, un procedimiento racional y legítimo en cualquier Estado. La cosa es más profunda: se trata de que seamos como ellos quieren; de hacernos bajar los focicos a tierra para que aceptemos sus designios y su diseño de cómo debemos ser. Eso sí, por supuesto, en nombre de nuestra felicidad y de nuestra -sugerida- inmortalidad, a la que deberíamos sentirnos felices de ser conducidos ramaleados por su sola sabia y benéfica mano.

Créanme, es una cuestión urgente de salud pública y de salvación social y del Estado mismo: hay que echarlos a todos y por la vía rápida, ¡a más de trescientos km/h, si puede ser!

Los votantes del PSOE necesitan un gobierno que no se ría de ellos (III)

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Los neumáticos que el gobierno dice subvencionar (y que no existen en España) vienen a ser un total de 240.000 anuales, unos 60.000 vehículos. Pero en España se sustituyen al año unos 18 millones de neumáticos. Así que el gobierno está dispuesto a subvencionar (para el ahorro energético que nos libre de apuros) al 1,3% de los consumidores anuales.

¡NECESITAMOS UN GOBIERNO QUE NO SE RÍA DE LA GENTE!


[Pd_1.: Recuerden EQUÍ l'exemplu-preba d'ayer]

[Pd_2.: Recuerden EQUÍ l'exemplu-preba d'antesdayer]

Los votantes del PSOE necesiten un gobiernu que nun se ría d'ellos (II)

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En tolos medios:
  • "Los neumáticos que el gobierno español ha propuesto subvencionar para ahorrar consumo de combustible no existen en el mercado español y tardarán en hacerlos un año al menos".
¡FAI FALTA UN GOBIERNU QUE NUN SE RÍA DE LA XENTE!


[Pd_1.: Recuerden EQUÍ l'exemplu-preba d'ayer]

¡Necesitamos un gobierno que no beba! (III)

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Los neumáticos que el gobierno dice subvencionar (y que no existen en España) vienen a ser un total de 240.000 anuales, unos 60.000 vehículos. Pero en España se sustituyen al año unos 18 millones de neumáticos. Así que el gobierno está dispuesto a subvencionar (para el ahorro energético que nos libre de apuros) al 1,3% de los consumidores anuales.

¡NECESITAMOS UN GOBIERNO QUE NO BEBA!


[Pd_1.: Recuerden EQUÍ l'exemplu-preba d'ayer]

[Pd_2.: Recuerden EQUÍ l'exemplu-preba d'antesdayer]

[Pd_3.: ...y EQUÍ otru exemplu-preba]

¡Necesitamos un gobiernu que nun bebia! (II)

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En tolos medios:
  • "Los neumáticos que el gobierno español ha propuesto subvencionar para ahorrar consumo de combustible no existen en el mercado español y tardarán en hacerlos un año al menos".
¡FAI FALTA UN GOBIERNU QUE NUN BEBIA!


[Pd_1.: Recuerden EQUÍ l'exemplu-preba d'ayer]

[Pd_2.: más exemplos-preba EQUÍ]]

[Pd_3.: más exemplos-preba EQUÍ]]

En campaña y contra los pobres

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Salvo los fieles, nadie entiende o acepta las teóricas medidas de ahorro de consumo energético que el Gobierno central acaba de adoptar. (Un fiel es una boca voraz de grandes dimensiones y con paladar amnésico que encloya cuanto lo inviten a tragar: anteayer que la subida de impuestos es de izquierdas; ayer, que lo es la bajada; hoy, otra vez, que la subida. Ayer que la televisión asturiana era un daño, hoy que estar contra ella es de derechas -y un infinito etcétera, que algún día veremos-).

No se comprende, por ejemplo, cómo, al mismo tiempo, la rebaja del límite de velocidad va a suponer un 15% de ahorro de combustible por cien kilómetros (Rubalcaba), un 10% (Blanco) y un 2% (Sebastián). Asimismo, nadie sabe cómo el Gobierno pasa un día de apagar la mitad de las farolas de las autopistas, a decir que no piensa apagarlas, sino cambiarlas. Tampoco se entienden muy bien las cifras de un plan que pretende pagar 2.300 millones de euros anuales menos en importaciones energéticas y cuya inversión asociada es de 1.151 millones de euros. Lo de abaratar el transporte público (tras un divertido «hoy lo pagas tú, mañana lo pago yo, pasado ya veremos») no retirará ni un coche de la circulación. ¡Y, en fin, eso de que las empresas de servicios de energía (con las que tienen pufos un montón de ayuntamientos y el Gobierno) vayan a adelantar las inversiones para sustituir las actuales lámparas por leds, a fin de irse cobrando de la futura ganancia de ahorro energético, que, sobre seguir sin pagarse será infacturable, mira que tiene guasa!

Por otro lado, varios periódicos españoles -«La Voz de Galicia», «ABC», LA NUEVA ESPAÑA- han hecho pruebas de cuál es el ahorro entre la conducción. El resumen general es que en 500 kilómetros se pierde cerca de una hora y se ganan (si hay suerte) unos dos euros. Como calificó el acto sexual Lord Chesterfield en carta a su hijo: «El placer momentáneo, el coste descomunal, la postura ridícula».

Pero en todo ello hay aspectos enormemente irritantes, por lo que tienen de desprecio hacia los ciudadanos por parte de aquellos «que están en sus tiendas bebiendo el vino que paga el pueblo». Así, Zapatero ha manifestado que «no tiene ninguna importancia llegar diez o quince minutos más tarde». ¡Y lo dice él, que coge un avión del Ejército para venir a un mitin, o vuelve desde Túnez a dormir en la Moncloa para regresar al día siguiente! Y, sobre todo, hay en esas palabras desprecio a la libertad de los ciudadanos (pues cada uno es libre de su tiempo y de su ocio) y a la economía real (pues un mayor tiempo en los trayectos implica para empresas y particulares, un mayor coste o un lucro cesante).

Alguna de las medidas propuestas o consideradas (cambio de neumáticos, prohibición de entrada en las ciudades de los vehículos más contaminantes, renovación del parque?) van en la línea de la «política de señoritos» que hace mucho tiempo vienen practicando la mayoría de los ayuntamientos de España (especialmente, los de izquierdas), una política que no hace más que poner dificultades hacia aquellas personas que trabajan con el coche o para las cuales es imprescindible su uso, y, especialmente, que desprecia a los pobres, a los que ganan menos. Pues no hay más que mirar un poco para ver que son los que poseen menos medios (los jubilados, los jóvenes que tienen su primer coche o su primer trabajo, los salarios bajos) quienes utilizan vehículos más viejos, más contaminantes y con menor puesta al día. Y es que a ellos también les alcanza el derecho a disfrutar de un vehículo para tener más tiempo libre, para ir a trabajar, para pasear a su pareja o sus nietos, para ir al campo o a pescar. Todos ellos, en la práctica, sin embargo, son motivo del desprecio y la desconsideración objetiva de quienes dicen desvelarse por ellos, desconsideración que empieza por quitarles las plazas gratuitas de aparcamiento en las ciudades.

He dicho aquí la semana pasada que el motivo fundamental de la reducción de velocidad no es económico, sino discursivo: nos quieren salvar y decir cómo hemos de vivir. Pero hay otro coyuntural: el de las próximas elecciones de mayo. Cosa es sabida que uno de los objetivos centrales de cualquier campaña es convertirse en el eje del debate, de que los demás hablen de nosotros y de nuestras propuestas. Pues bien (y sin que eso quiera decir que es esta la última de las hipomeneas naranjas que arrojen a los incautos atalantos) lo han conseguido. Y, por si tienen alguna duda, ¿recuerdan ustedes con quién se reunió el ministro Sebastián el martes, día 1, para anunciar un nuevo paquete de inconcretas medidas de ahorro, que afectarían a los ayuntamientos? Con Pedro Castro (no Pedro Crespo, que ya quisiéramos). ¿Y saben a qué hora lo hizo? Pues justo a la hora en que la conclusión de la reunión coincidiera con la de los informativos y la de las tertulias. ¿Y quién transmitió la información?

¿Qué no lo ven? Es que son hombres de fe, que, como se sabe, es «no creer lo que vemos en virtud de lo que creemos que debemos ver».

Hay que echarlos, ¡y pronto!

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La pulsión autoritaria -una componente seguramente de todos los humanos- se da, sin duda, en mayor medida en quien aspira a gobernar. La cuestión, pues, no es la ausencia de esa pulsión, sino su grado y, por tanto, su posibilidad de coexistencia con la democracia. Algunas ideologías contienen, en su misma pretensión de ser, determinados parámetros de actuación e interpretación del mundo que acarrean inevitablemente una específica voluntad de actuación totalitaria; por ejemplo, aquellas que tratan de establecer cómo ha de ser la sociedad futura -aun la democrática- y, en consecuencia, pretenden ahormar o modificar a los individuos, a fin de ajustarlos a ese modelo ideal futuro. Si a ese inevitable arrastre autoritario (que, no se nos escape, tiende a atraer hacia sí los individuos con mayor vocación de manipulación social) sumamos la larga tradición cultural arbitrista española (esa que hace de tantos vecinos de comunidad expertos en cualquier materia y a cada tertuliano de chigre en poseedor de soluciones definitivas para todo), entenderemos con claridad cuáles son las razones últimas de las actuaciones del Gobierno socialista en tantas materias (Plan E, renovables, nucleares, trasvases, enseñanza, pensiones, modelos económicos «sostenibles», bombillas regaladas, prohibiciones de quemar en lugares y fechas donde no hay ningún riesgo y un larguísimo etcétera, entre autoritario y cómicamente arbitrista, que ustedes pueden completar).

La penúltima de las medidas, por ahora sólo enunciada, había sido la de limitar a 30 km/h la velocidad en todos los núcleos habitados, salvo en aquellas vías que tuviesen al menos cuatro carriles, con el pretexto de que, así, habrá menos mortandad de peatones en caso de accidente. Por la misma razón podrían prohibir que se subiese a los andamios, se embarcase para faenar en la mar o se bajase en la mina. Una Humanidad inactiva tendría, sin duda, muchísimos menos riesgos de accidente.

La última de las ocurrencias ha sido la de limitar a 110 km/h la velocidad máxima en las autovías a partir del próximo día 7 de marzo. Es una decisión con la que casi nadie se ha mostrado de acuerdo y para la que no se ven las razones cuando el petróleo ya ha estado más caro, nuestra dependencia del suministro de Libia es limitada y Europa, sobre todo, no ha tomado ninguna medida parangonable. En mi opinión, no hay, tras ella, razones de índole económica, según se afirma, sino «ideológicas» -esto es, de ahormamiento social, de totalitarismo arbitrista-. La crisis de los países del norte de África (con alguno de los peores de los cuales el actual Gobierno ha ido, literalmente, de la mano) ha servido de pretexto para poner en marcha una voluntad largamente represada por el socialismo, la de rebajar la velocidad máxima de las autopistas (con lo cual, de paso, se le da en el focicu al Gobierno catalán actual, que pretendía subirla a 130). Se le ha escapado a mi amigo don Antonio Trevín, delegado del Gobierno, como puede leerse en la página 20 de LA NUEVA ESPAÑA del domingo 27. Pero no hacía falta que don Antonio nos lo confesase: el proyecto había sido anunciado tiempo ha, y muchos de ustedes recordarán, por otro lado, aquella temporada en que los tramos recientes de la autovía hacia Galicia lucían un límite máximo de 110 por hora, un experimento en el que esta sufrida Asturies, como tantas veces, fue pionera. De modo que este golpe de mano, la reducción de velocidad máxima, créanme, no tiene, a no ser que nos resistamos fieramente, otra voluntad que la de quedarse para siempre.

Algunas almas cándidas piensan que el propósito de esta nueva normativa, como de la restante normativa restrictiva circulatoria, es el recaudatorio. ¡Qué equivocados están! ¡Qué inocentes! Ese sería, al fin y al cabo, un procedimiento racional y legítimo en cualquier Estado. La cosa es más profunda: se trata de que seamos como ellos quieren; de hacernos bajar los focicos a tierra para que aceptemos sus designios y su diseño de cómo debemos ser. Eso sí, por supuesto, en nombre de nuestra felicidad y de nuestra -sugerida- inmortalidad, a la que deberíamos sentirnos felices de ser conducidos ramaleados por su sola sabia y benéfica mano.

Créanme, es una cuestión urgente de salud pública y de salvación social y del Estado mismo: hay que echarlos a todos y por la vía rápida, ¡a más de trescientos km/h, si puede ser!

DGT y Radares: tocando los coy..., como siempre

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Hasta agora los radares de la DGT "saltaben" a los 138 Km/h nes víes nes que la velocidá ta llimitada a 120. Entendíase que los márxenes d'error del radar y los del cuentakilómetros del coche facíen afayaízo que 138 km/h (esto ye, una ralura d'error de 18 km, 9 per caún) fuesen una cifra afayaíza pa sancionar ensin riesgos xudiciales de perder si'l sancionáu recalamaba. (Fai poco tiempu, por cierto, el llímite yeren 142, 11 per caún).

Agora la DGT establez el puntu de saltu de los radares en 135 Km/h. La disculpa, como siempre, ye la de la seguridá en carretera. Que nun los engañen, ensin embargu, la única pretensión, como siempre, ye la de tocar los coy...

Al respective, dos cuestiones: les estadístiques y argumentos estadísticos de la DGT son pura manipulación o especulación (salvo, claro ta, nes cifres totales de siniestros o de persones). Segundo, el llímite de 120 Km/h en autopista ye un caprichu, y, pa qu'ustedes imaxinen, si un coche a 120 tuviese qu'adelantar a otru a 119 tardaría ¡17 minutos! n'adelantalu. ¿Creen qu'eso nun carreta riesgos?

INVÍTOLOS A LLEER EL SIGUIENTE ARTÍCULU DEL 18/09/2009 (nesti blog)

CONTRA PERE NAVARRO Y SU SOSTÉN


Circula por ahí un chiste a propósito de los sermones de Pere Navarro y los suyos: «La DGT afirma que, de cada diez accidentes de coche, tres de los conductores bebieron. La conclusión es que vale más ir bebido que conducir abstemio». Pero el dicho no es simplemente una facecia, es lo único que, en rigor, se puede concluir —no se me escandalicen— de las estadísticas de la DGT, tal como nos las presentan. Porque en esto de las estadísticas sobre el tráfico y sus eventos, la DGT realiza una permanente fabulación en la interpretación de los datos y en las conclusiones que de ellos extrae, confirmando así la máxima de Benjamín Disraeli: «Hay tres tipos de mentiras: mentiras pequeñas, mentiras grandes y estadísticas».

Pero no es mi propósito hoy analizar toda esa logomaquia embaucadora y recaudadora, sino mostrarles un nuevo disparate a donde nos lleva la conjunción de los Pere Navarro y los cefaloñálguidos de las Cortes o Parlamento.

Sabido es que el límite máximo de velocidad en las autopistas y autovías españolas es de 120 Km por hora. Por otro lado, el límite de velocidad de 100 km/h en vías rápidas y carreteras nacionales puede ser superado en 20 km/h momentáneamente, para adelantar. En principio, por el contrario, en las autopistas y autovías nadie podía exceder el límite señalado, ni para adelantar ni por otras razones. Ahora bien, en la práctica ese límite podía ser superado por una tolerancia consentida, primero de un 20% y, desde hace poco más de un año, del 10%, tolerancia que no tenía —a mi juicio— la intención de facilitar la circulación de los vehículos, sino el evitar que la Administración perdiese demasiados pleitos. En todo caso, el límite de velocidad no sancionable estaba situado hasta ahora en los 132 km/h.

Pues bien, la próxima nueva Ley de tráfico y circulación —ya votada en el Congreso— establece que de ningún modo se pueden sobrepasar los 120 km/h, ni siquiera para adelantar. Les pongo algún supuesto de sus consecuencias. Si usted se encuentra en una autopista con un coche que circula a 119 y usted lo adelanta a partir de la distancia reglamentaria (144 metros, separación de seguridad) sin superar el máximo de velocidad (120), tardará algo más de 17 minutos en realizar la maniobra completa de adelantamiento (distancia al coche inmediato, superación de éste, nueva distancia de seguridad antes de la reincorporación al carril izquierdo). Eso si el suelo está seco, si está mojado tardará usted el doble. Un conjunto de diez coches que realizasen esa misma maniobra estarían casi una hora y media circulando por la izquierda.

¿Que a ustedes les parece que no merece la pena adelantar si el antecesor va sólo 1 km/h menos rápido? Pónganlo a 117 por hora, emplearán casi seis minutos en caso de que la carretera esté seca. Ahora bien, ¿podrán ustedes reincorporase al carril izquierdo siempre? Pues puede que no sean capaces de hacerlo nunca. Suponga que circula por el carril próximo al arcén un coche que iba a menor velocidad —puesto que usted ha podido alcanzarlo— y que, al llegar usted a su lado, decide ponerse a 120 de forma permanente. En esas circunstancias, usted correría en paralelo con él hasta su destino, digamos, desde Mieres, donde se habría producido el encuentro, hasta Guadalajara o Madrid.

Es verdad que, en unas circunstancias como estas, se abren infinitas y jocundas posibilidades: intercambiar direcciones de Internet con el vecino, contarse chistes, timarse con el prójimo o la prójima (usted o su acompañante), bendecir a Zapatero…

Pues, bromas fuera, ya ven a qué nos va conduciendo poco a poco esta conjunción de cefaloñálguidos y un gobierno que a la rancia pulsión hispana del arbitrismo une un puntín de voluntad dictatorial. Por eso, cuando les toque circular en paralelo con otro automóvil durante cientos de quilómetros, no maldigan sólo a Pere Navarro, maldigan también a su sostén, don José Luis Rodríguez Zapatero.

Y, al llegar al destino, una vez que se liberen del malhumor, piensen ustedes en los sostenes del sostén, porque como dice el adagio: «La causa de la causa es la causa de lo causado».


O llean esto de La Nueva España del 201/2011


Tráfico ajusta los radares de las autovías para multar a partir de los 135 kilómetros por hora

Tanto los fijos como los móviles saltan desde el 1 de enero cuando detectan un vehículo a esa velocidad en vez de hacerlo a 138 km/h

Los vehículos que excedan la velocidad de 135 kilómetros por hora en autopista serán multados. La Dirección General de Tráfico ha ajustado a la baja los márgenes de error de los radares fijos y los móviles que utiliza la Guardia Civil para que en las vías limitadas a 120 kilómetros por hora se empiece a sancionar a partir de los 135 .

Así se desprende de una circular interna fechada el 9 de diciembre, en la que el director general de Tráfico, Pere Navarro, ordena a la Agrupación de la Guardia Civil que los radares móviles sean configurados para que se activen en cuanto los vehículos excedan los 135 km/h, «en lugar de los 138 km/h», como sucedía hasta ahora.

Los fijos están configurados para saltar cuando se exceden los 135 por hora en autovías desde el pasado 1 de enero y Tráfico considera que también deben hacerlo los móviles. Esta medida de la Dirección General de Tráfico llega justo después de que en el último trimestres de 2010 repuntara el número de víctimas mortales en las carreteras, sobre todo debido al exceso de velocidad.

Al medir la velocidad a la que circula un vehículo, todos los radares tienen un cierto margen de error. Fuentes de la Dirección General de Tráfico han asegurado que este último cambio se debe a que, según la tecnología de estos dispositivos va mejorando, también se van recortando esos márgenes.

Igualmente explicaron que es el Centro Español de Metrología el que establece esos límites, y por tanto, el tope en el que se tiene que empezar a multar, en función de cada aparato. Para reforzar la vigilancia de la velocidad, el Ministerio del Interior anunció a primeros de años la instalación de cien radares más para estrechar la vigilancia en las carreteras.

En 2010 murieron en autopistas un 31 por ciento de personas más que el año anterior. En concreto, de los 80 fallecimientos registrados en 2009 en este tipo de vía se pasó a 105. El director general de Tráfico señaló recientemente que si todo el mundo respetara los límites de circulación se podría evitar uno de cada tres accidentes y avisó de que la vigilancia de la velocidad va a ser la prioridad en los próximos años.

El porcentaje de vehículos detectados circulando a más de 140 kilómetros por hora fue del 0,3 en 2010, cuando en 2001 era del 6,8 por ciento. Un portavoz de la DGT explicó ayer que pese al ajuste de los radares para multar a partir de los 135 por hora en vez de a 138, los márgenes de error de estos dispositivos son los mismos y se van a seguir manteniendo.