Deliquios sin razón


Tal vez, como el Pedro Nolasco de Zurbarán ante el otro Pedro, o la Santa Teresa de Bernini. Así los he oído yo y visto a algunos ciudadanos, a ciertos periodistas, arrobados, en éxtasis ante y por el nombramiento del nuevo presidente, el socialista don Javier Fernández. Y la verdad es que se podría afirmar lo que aquella dama al caballero, tras acceder ella a comprobar hasta dónde se extendía «su caballerosidad», después de encarecérsela él reiteradamente e invitarla a comprobarlo: «La verdad es que no es para tanto, señor mío».

Es cierto que ha habido un general y justificado suspiro de alivio al cerrar el año de «cascato», doce meses en que el Ejecutivo ha tenido una notable inacción, disgustando a casi todos -incluidos muchos de sus iniciales turiferarios y votantes-, enfrentándose con media Asturies, de modo que bien se le podrían aplicar aquellos versos del, al decir de Borges, hermano de Manuel Machado: «Camorrista, boxeador, zúrratelas con el viento».

Pero que ello sea así y que, por ello, deba agradecerse el cambio no es razón ninguna para el optimismo, y menos para esos deliquios, dignos, sin duda, de mejor causa. En primer lugar, porque el nuevo Ejecutivo, apoyado en las patas de IU y UPyD, va a ser un Ejecutivo inestable, que no va a poder resolver algunos asuntos fundamentales por impedírselo sus socios (por ejemplo, la incineradora, salvo que lo acuerde con el PP); que nos va a costar un dinero extra para gastarlo en algunos prejuicios programáticos de IU (no siempre equitativos, aunque aparenten justos); y que a las rebajas de sueldos de los funcionarios de entrambos gobiernos y a los recortes en las prestaciones sociales añadirá previsiblemente alguna subida de impuestos de su propia cosecha, aquí, que ya son altos.

No es menos baladí la nómina de consejeros. De algunos es notoria su seriedad y su eficacia. De otros, por el contrario, su ineficacia. De algunos, en particular, su sectarismo y su desconocimiento del mundo, que no son más que dos partes de un mismo mal. Pero el centro del problema es el propio partido y el propio presidente, si es que el conocimiento del pasado sirve para juzgar cómo van a actuar las personas y las instituciones en el futuro.

En efecto, tanto el partido como el propio Javier Fernández -éste, como secretario de la FSA o en puestos en la Administración- han sido los responsables de los doce años de gobiernos socialistas entre 1999 y 2011. Y nadie podrá decir que hayan sido años buenos. Al contrario, se ha despilfarrado el dinero en proyectos inviables, se han utilizado mal los muchos millones de euros que han venido de Europa y de los Presupuestos del Estado, se ha enfocado mal desde el principio toda la política de reconversión, se ha sido incapaz, siquiera, como en el caso de los fondos mineros, de gastar el dinero disponible, ha sido inadecuada la política de formación y de incentivos empresariales y, en último término, hemos oscilado siempre entre los 65.000 y los 85.000 parados, con una baja tasa de ocupación, una escasa incorporación de la mujer al trabajo y un alto paro juvenil que no ha aliviado ni la permanente emigración. ¿Éxitos? ¡No me hagan reír! Pero no ha sido Areces el responsable, no, sino su partido y el propio Javier Fernández, en persona. Éste ha sido, en parte -¿lo recuerdan?-, el diseñador del polo energético de El Musel y quien pensaba en la instalación de más de una decena de centrales de ciclo combinado en nuestra tierra.

Pero es que, además, tanto el señor Fernández como la franquicia asturiana del PSOE han apoyado, impulsado y aplaudido a rabiar la errada política económica y territorial del señor Zapatero, así como su inacción (hasta que lo obligaron) en materia legislativa económica y laboral. Causas y concausas de una importante parte de nuestra situación actual. Y en cuanto a la política territorial, ¿se acuerdan ustedes de que fue don Javier Fernández quien suscribió en 2003, en Santillana del Mar, aquel trazado político que, a mayor gloria de los catalanes y mayor interés de su partido en España, marginaba a los asturianos y a otros? ¿Se puede uno olvidar de que fueron ambos, partido y secretario general, quienes aplaudieron y suscribieron el Estatuto de Cataluña, que aún ayer coleó en los Presupuestos Generales para 2012 y en la pretensión (estatutaria) de la Generalitat de controlar las inversiones fuera de Cataluña? ¿Y puede pasársenos por alto que la FSA-PSOE firmó otros estatutos que detraían dinero del común, mientras no hizo nada -salvo palabras- para modificar el nuestro?

Es fácil, pues, pensar que la gestión económica de don Javier y el PSOE será mala, que su voluntad de generar empleo se quedará en palabras. Y a uno, incluso, a la vista de la experiencia, le parece que es fácil que, más de una vez, los intereses de los asturianos sean preteridos a favor de la política general del señor Rubalcaba.

En cualquier caso, es difícil ver la razón de aquellos deliquios en que algunos cayeron, como si de una celestial y milagrosa aparición se tratase. Como dijo la dama en proverbial ocasión: «La verdad es que no es para tanto, señor mío».

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