Asoleyo equí una entrevista que saliera'l llunes n'El Comercio (Sobre l'asturianu y l'asturianismu), a propósitu d'un interesante manifiestu de los profesores Ramón y Vital d'Andrés y de Alfredo I. Álvarez Menéndez.
Semeya de Luis Sevilla, n'El Comercio |
por Miguel Rojo para El Comercio
Fue uno de los fundadores de aquel Conceyu Bable que, en la práctica, supuso el comienzo del movimiento asturianista allá por los años 70 del siglo pasado. También es fundador del PAS, el partido que sigue presidiendo y por el que estuvo durante dos legislaturas ocupando escaño en el Parlamento, entre 1991 y 1999. Su apoyo al Gobierno de Marqués para aprobar los presupuestos supuso también la aprobación de la Ley de Uso y Promoción del Asturiano, que implicó una quiebra entre los asturianistas que pensaban que era insuficiente y que llevaba a renunciar a la oficialidad y los que creían que era una forma de avanzar hacia la supervivencia del asturiano.
-Echando la vista atrás y tras 40 años de luchar por el asturiano, ¿qué se ha logrado hasta ahora?
-Se ganó algo de prestigio para la lengua. Al menos ahora cuando hablas en asturiano no te miran como si fueses un aldeano ignorante. Se ha avanzado en toponimia, en la presencia del asturiano en algunos actos como el Día de Asturies... Y poco más. La dinámica es la de una pérdida progresiva de hablantes, la situación en ese sentido es peor que hace diez años, por ejemplo.
-¿Por qué sucede esto, si se han destinado medios y recursos para tratar de mejorar la situación del asturiano?
-Nosotros, desde el PAS, hicimos todo lo que pudimos y más. Conseguimos sacar adelante la Ley de Uso a pesar de la hostilidad del PP, y eso nos costó muchas críticas. Por eso, me alegro de que una parte del asturianismo se anime a ver la realidad tal y como es.
-¿Se refiere al artículo publicado en EL COMERCIO por Ramón d'Andrés, Vital d'Andrés y Alfredo Álvarez?
-Es un análisis muy certero de la situación actual. Muy comedido, quizás. Pero rompe con esa visión voluntarista del mundo que había en el asturianismo, que parecía estar esperando la oficialidad como si de un milagro se tratase, pensando que solucionaría todos los problemas. Yo cambio la oficialidad por radio y televisión en asturiano. Sin ninguna duda. La culpa de que esto no sea así es de los sucesivos gobiernos autonómicos, que no han hecho nada por que así fuese.
-Sí ha habido avances en otros campos, como en la literatura en asturiano, por ejemplo.
-Todas esas mejoras se apoyan en la Ley de Uso, por ejemplo las publicaciones que se han hecho estos últimos años. Pero es complicado que la gente lea en asturiano. Si se observan otros lugares como Cataluña o Galicia vemos que, aunque la prensa más generalizada es en castellano, la televisión y la radio son muy escuchados en catalán y gallego.
-¿No se arrepiente entonces de haber apoyado aquella Ley de Uso y Promoción del asturiano?
-Si no hubiésemos tenido eso, ahora no tendríamos nada, pero quizás seguiríamos con representación en el parlamento. Es una muestra de mi compromiso personal con el asturiano.
-Algunos le veían entonces como un traidor a la causa.
-Hasta me silbaban. Recibí una gran hostilidad por parte de ese asturianismo milagrero obsesionado con la oficialidad. Quizás ahora se estén dando cuenta de que no era tan mala idea.
-¿Hay cierto desánimo entonces en la causa asturianista? ¿No hay futuro para el asturiano?
-Utilizaré una frase de Ángel González para describir mi postura: «Sin esperanza pero con convencimiento». Seguiremos adelante a pesar de las dificultades. El avance en todos estos años ha sido insuficiente, aunque hay un grupo de militantes -militantes con connotaciones positivas, se entiende- que siguen trabajando por el asturianismo.
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