Dos lecciones exteriores de política interior
Las migraciones, las votaciones en Alemania y el ascenso de Donald Trump
27.03.2016 | 05:35
Xuan Xosé Sánchez Vicente Las migraciones masivas, ya por razones de trabajo, ya por huir de las guerras, constituyen un doble problema. El primero, el que vemos todos los días en los medios y nos conmueve, el de los propios emigrantes: el dolor, la inseguridad, el miedo, la muerte, las enfermedades atenazan a cada uno de ellos. La otra cara del problema, no tan visible de forma inmediata, se localiza en los países receptores.
Digamos, de mano, que existe lo que podríamos llamar una "física de las relaciones sociales", conflictos y reacciones que se manifiestan de manera inevitable en determinadas circunstancias. Por expresarlo en forma de parábola: es relativamente fácil diluir un grupo humano pequeño en otro que hasta entonces era extraño a él, pero, a medida que el tamaño del grupo aportado se hace mayor, la dilución se hace más difícil o imposible, con lo que, con el tiempo, hallaremos conviviendo en un único espacio dos grupos con intereses y formas de ver la vida distintos. Esto, que es ya una evidencia desde hace mucho en varios países de Europa, corre el riesgo de agravarse con los inmigrantes y fugitivos del Oriente Medio.
Ya sé que la amplia comunidad del Gloria in Excelsis, que incluye una variada tipología de personas y organizaciones, no ve ningún problema en todo ello y cree que no existe más impedimento para la recepción ilimitada de emigrantes que la maldad o la miseria de los gobernantes europeos. Conviene, sin embargo, que miremos alrededor y examinemos en vivo cómo se conduce el fenómeno.
Es sabido que la malvada para la mayoría de la izquierda Mérkel fue quien más alentó -si no la única- la llegada de emigrantes/fugitivos a su país, hasta el punto de que se recibieron más de un millón en el solo año pasado. La consecuencia de ello fue que en las recientes elecciones Mérkel y sus socios perdieron muchos votos y ascendieron los partidarios de la xenofobia. De modo que, como dice el refrán, vino a ocurrir aquello de "no hay ninguna buena acción que no tenga su castigo". [....................................................................................]
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