Más sobre la enseñanza (y 4): Logse, tópicos, política

  • Tomáu de El MUNDO 

  • JOSÉ SÁNCHEZ TORTOSA
  • 25/08/2015
EDUCACIÓN
La enseñanza y el lenguaje trampa
Lejos de lo que cabría esperar de un partido reformista como Ciudadanos, su modelo educativo, que incluye algunos aciertos, está preso delos tópicos que instauró la LOGSE e incide en una visión infantil y voluntarista.

NO ES FÁCILdeshacerse del peso muerto de una jerga vacua y oscurantista que empapa incluso el discurso de los que se enfrentan a ella y que acaba siendo interiorizada. Se van acotando, así, los márgenes de la mentalidad predominante, fuera de la cual sólo parece quedar espacio para el silencio. La potencia política y social de la Filosofía es dar voz a ese silencio, mostrar, aunque nadie lo escuche, la inconsistencia lógica y empírica, formal y material de esos lenguajes asumidos sin crítica, refugio de los buenos sentimientos, origen de los peores desastres. La primera batalla de la Filosofía, librada en el mundo real, en el que ciertos individuos eran ajusticiados (Sócrates) o convertidos en esclavos (Platón), fue la del lenguaje, la tenaz insistencia por dar con la definición precisa de los vocablos invocados que, sin confrontación crítica, son fuente de engaño y de poder. Es el caso de la jerga psicopedagógica que da cobertura a un modelo educativo, obsoleto bajo su pretensión de innovación, causa de la ruina de la Enseñanza pública en España. La realidad exigiría ser enfrentada con el rigor de un análisis que permitiera propuestas concretas y viables para paliar, sin pretensión de salvación o perfección, los defectos del sistema, para frenar su inercia.
Debido a que casi todas las fuerzas políticas presentes en el panorama parlamentario español actual tienen deudas con este modelo, por convicción, comisión, omisión o aquiescencia, cabría esperar de Ciudadanos una propuesta fértil por ser ajena a la ceguera de los responsables del paradigma en cuestión y a la parálisis burocrática y cómplice de los que, en el poder, lo dejaron intacto en sus elementos básicos.
Y, sin embargo, el documento presentado por esta formación el 27 de julio, a pesar de su declaración reformista y de algunos aciertos, como la revisión del estatuto profesional del profesor y su formación, está preso de los mismos tópicos que la LOGSE hizo institución inamovible, y repite, en dosis nocivas, la secuencia de postulados retóricos habituales que resisten las leves modificaciones introducidas. Queda así garantizada la continuidad de una visión de la enseñanza voluntarista e infantil y de su deriva catastrófica (para los estudiantes y por extensión para la sociedad).
Se reitera, sin ir más lejos, el mantra de la atención a la diversidad, que no es más que una redundancia retórica, como pronunciada con los ojos en blanco en éxtasis políticamente correcto, como si alguna vez los alumnos no hubieran sido diferentes. La argucia enmascara el relativismo pedagógico de moda. No se puede siquiera hablar si no es acerca de lo diferente, pero no hay manera de hacerlo, así mismo, si no es sobre la base de unos códigos comunes, extremo que el pedagogismo tiende a ocultar. Hay que echar mano de la Historia de la Filosofía ya que estamos (condenada por la LOMCE a la condición de optativa o «de libre configuración» para «los de letras» en el curso clave de 2º de Bachillerato) para no olvidar que esta ruda tarea crítica tiene como desencadenante conceptual el principio según el cual sólo se puede decir lo igual de lo diferente y sólo se puede hablar de lo diferente sobre la base de lo igual. Y quien dice hablar dice, como es lógico, enseñar. Enseñar es ayudar a que los diferentes adquieran unos referentes comunes. Si todo se reduce a psicología (afectos, sentimientos, intereses) no hay enseñanza.
Este olvido infecta todo el paradigma y, por esa pendiente, se acaba hablando de una escuela inclusiva, otro tópico repetitivo por el cual se le da una pátina amable a la verdadera función de la escuela pública desde hace décadas: contener administrativamente masas de sujetos fuera del mercado laboral en centros otrora destinados a aprender. El uso de esta expresión en la propuesta muestra un pavor terminológico y conceptual al carácter necesariamente elitista de la enseñanza que discrimina en función de la inteligencia y el esfuerzo, y no en función de clase social, nivel económico, raza, lengua, religión, según los postulados de la escuela republicana francesa presentados por Condorcet ya en los debates de la Asamblea Constituyente. La aristocracia de la inteligencia como arma contra los privilegios del Antiguo Régimen, algo que ha recordado recientemente Arcadi Espada al ver en la democracia un elitismo, o como sostiene Joseph Brodsky: «La cultura es elitista por definición y la aplicación de los principios democráticos en la esfera del conocimiento lleva a hacer equiparables la sabiduría y la imbecilidad».
La propuesta afirma la pretensión de alcanzar un sistema educativo de calidad y equitativo, en el que la «igualdad de oportunidades» se presenta como un principio ético que, en realidad, enmascara la igualación material en la ignorancia a la que tiende el modelo y a la que se ven condenados precisamente los que menos medios tienen.
Tal adjetivación desagua el problema hacia una cuestión de buenos principios morales o buenos sentimientos, cuando, en realidad, consiste en un asunto técnico y político elemental en beneficio del bien común, del Estado, y por ello de todos sus habitantes (lo que un aristotélico llamaría egoísmo inteligente), que necesita que los mejores estén en los puestos de mayor relevancia, sin importar su procedencia o sus peculiaridades genitales, fenotípicas o sociológicas. Y como tal, requiere conocimientos precisos de la realidad con la que hay que trabajar y no engañarse con ensueños utópicos ni con aspiraciones idealistas siempre en busca de la felicidad de sus víctimas y no del conocimiento. Omitir el carácter estructuralmente elitista de la instrucción no conduce a la integración de todos, sino a la ignorancia de la mayoría en perjuicio de todos.
En relación con este desprestigio del conocimiento, que sólo de modo muy tímido denuncia C’s en este documento, suelen surgir dos puntos clave, cuyo carácter técnico queda enterrado bajo la lápida de lo ideológico. Uno de ellos es el problema de la repetición, verdadera clave de bóveda del sistema LOGSE, que eliminó institucional y objetivamente la necesidad de estudiar (y aprobar) para avanzar en el sistema educativo, consumando de ese modo su ruina. La propuesta de C’s plantea insistir en el error y habla incluso de eliminarla, pero ¿a cualquier precio? Precisamente las repeticiones proliferan porque los alumnos saben que aun suspendiendo acaban pasando de curso e, incluso, consiguiendo el título. La promoción automática, con independencia de las condiciones administrativas con que se aplique, es la fuga del sistema por la que escapa el conocimiento, fomentando el triunfo de la ignorancia y la infantilización.
EL SEGUNDO punto es la denuncia de la enseñanza memorística, cuyo carácter mítico tuvimos ocasión de desmontar (EL MUNDO, Pisa es solamente el síntoma, 14 de abril de 2014). La vieja aspiración de acabar con la enseñanza memorística siempre se presentó como nueva y como la solución para acabar con un sistema educativo que ha «fomentado demasiado a menudo un aprendizaje memorístico de conocimientos». Pero no puede haber conocimiento sin contenido y desgajar aprendizaje y memoria es como amputarle a una moneda una de sus dos caras.
Resulta llamativo en una formación que emergió de entre las cenizas de la política en reductos nacionalistas con la vocación heroica de refutar las falsedades y trampas del discurso reaccionario y etnicista del nacionalismo, que no se haga alusión siquiera a la posibilidad, que es ya una urgencia social, de recuperar las competencias estatales en educación y permitir que se aprenda en español en todo el territorio nacional, con independencia de los idiomas, españoles o foráneos, que se estudien además del materno.
Hay en Ciudadanos personas de gran valía intelectual cuyo enfoque crítico con respecto a la pedagogía oficial es clarividente. En especial, el profesor Pericay, diputado por Baleares, ha demostrado su lucidez en estas cuestiones (imprescindible su libro Progresa adecuadamente, 2007). Sería beneficioso para todos que su nuevo cargo no le obligue a debilitar su discurso en la denuncia del sistema público de enseñanza y en la posibilidad de desactivarlo y ofrecer una alternativa que detenga la hemorragia intelectual, demográfica y social abierta por la escuela basura que padecemos desde, al menos, octubre de 1990.

José Sánchez Tortosa, doctor en Filosofía y profesor de secundaria y bachillerato, es autor del ensayo El profesor en la trinchera (La Esfera de los Libros) y de los poemarios Ajuste de cuentas y Versus (Ediciones Vitruvio).

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