Xuan Xosé Sánchez Vicente: asturianista, profesor, político, escritor, poeta y ensayista. Articulista en la prensa asturiana, y tertuliano en los coloquios más democráticos. Biógrafo no autorizado de Abrilgüeyu
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Coyuntura económica y desajustes
(Ayer, en La Nueva España)
COYUNTURA ECONÓMICA Y DESAJUSTES
El crecimiento económico ya está asentado, el aumento del PIB y el del empleo son sus evidencias más notables. Con todo, frente a esa escala ascendente, aparecen algunos factores, coyunturales unos, estructurales otros, que representan una preocupación y añaden sobre el futuro algunas incógnitas no pequeñas.
Las primeras son monetarias: el despegue de la inflación, en primer lugar, que tendrá sus efectos sobre precios, salarios y financiación de las empresas y que no sabemos si ha venido para quedarse o es coyuntural, como algunos afirman. Aunque, en principio, una cierta tasa de inflación era hasta el día de hoy deseable en las teorías económicas, el actual despegue no parece verse con buenos ojos. En segundo lugar, la incógnita de las decisiones inmediatas de los bancos centrales sobre la creación (“emisión de belarminos”, lo llamo yo) de dinero y la financiación de bancos y gobiernos a costo cero, en la espera de que el futuro o un crecimiento exponencial de la economía en lo inmediato permitan reducir en algún momento la masa monetaria a términos más acordes con la riqueza real. En ese sentido, el endeudamiento de España, que se desliza e incrementa mes a mes sobre esa vaselina, constituye una evidente amenaza a la que algún día habrá que hacer frente (o que nos argayará encima).
La inflación tiene que ver, ciertamente, no solo con el incremento de la demanda en muchos ámbitos, muy notablemente el energético, sino también con el desabastecimiento o escasez de materias primas o productos elaborados, escasez provocada en parte por el parón productivo durante gran parte de la pandemia. De ese modo nos encontramos, por ejemplo, con fábricas de coches inactivas por la falta de chips, con empresas de viviendas prefabricadas sin materiales, con estrangulamientos en el sector de la construcción por el encarecimiento de las materias primas. Así, muchas empresas de este campo han tenido que renunciar a cumplir sus contratos o han renunciado a concurrir a convocatorias públicas porque los costos reales superan a los estipulados en los pliegos de los concursos. Así ha ocurrido, es un ejemplo, en la convocatoria del ayuntamiento de Xixón para la reforma de barrios degradados.
Un problema de otro tipo, este estructural, para frenar la actividad económica ha surgido en estos últimos meses: a la queja continua de falta de personal de algunos sectores especializados en los campos industrial e informático se suman ahora las carencias de personal en sectores como la construcción o la hostelería, que tanto empleo convocan. No se me escapa que es un problema que se ha suscitado en muchos países europeos, Inglaterra, por ejemplo, o Países Bajos, y en EEUU. Recuerden las recientes palabras de Joe Biden a propósito de ello: “si no encuentran quien quiera trabajar, que les paguen más”.
Aquí se han manifestado reiteradamente los sindicatos sobre la cuestión: si en algunos sectores no se encuentran trabajadores es fundamentalmente, dicen, por dos razones: porque se paga poco y porque no son empleos estables. Aceptémoslo. Pero ello, en un contexto en que existen millones de parados, plantea una reflexión de no poca enjundia: si esos parados no quieren emplearse por esas u otras razones, ello quiere decir que obtienen por otros medios el dinero que obtendrían trabajando: subsidio de paro, subvenciones de otro tipo o de instituciones varias, apoyo familiar, actividades ocasionales…, es decir, tienen cubiertas sus necesidades por una u otra vía.
Pero podríamos suponer que, efectivamente, las empresas tienen capacidad para subir los salarios del sector, bien porque las ganancias de los empresarios sean muy grandes, bien porque puedan trasladar los costos a los precios. Esa consideración nos lleva a otra, uno de los caballos de batalla de algunos partidos y de los sindicatos, la del Salario Mínimo Interprofesional. ¿Pueden las empresas subirlo, con la agregación de los costos a la Seguridad Social, y trasladar su aumento a los precios? De hacerlo, ¿pueden mantener la competividad frente a otras empresas?
Dada la estructura microempresarial de España, es seguro que a muchas sociedades contratar con sueldos más altos o hacerlo con contratos que no expiren cuando la tarea se acaba, en un contexto, además, de creciente competencia en algunos sectores —provocada, en parte, por el comercio digital y la internacionalización— y de precios muy ajustados por las administraciones, las llevará al límite de su viabilidad, por decirlo casi eufemísticamente.
De modo que ahí nos movemos, entre la Scila de las necesidades de los sueldos bajos y la Caribdis de la viabilidad de las empresas, que no significa solo riqueza de los empresarios, sino empleo e ingresos del Estado, en vez de gasto en subsidios.
Por cierto, los invito a dar una vuelta a esa paradoja de la convivencia del paro con la obtención de unos ingresos que no vienen del empleo y que, si no magníficos, son suficientes para vivir.
Y, en relación con ello, tal vez puedan ustedes plantearse otras reflexiones.

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Comisión Europea. ¡Vaya pronósticos!
Abre tolos informativos y portaes:
Los tertulianos acueyen la noticia, como siempre, diciendo: "Yá tamos, yá lo decía yo, esto nun tien igua". Y dempués, yá se sabe, falen de FED, del BCE, de Krugman, de Merkel, d'Obama, etc.
Pero nun dicen: ¡Pues vaya previsión de los tolanos!
Porque esti añu el PIB yá creció'l 1,4% y, si como dicen, va seguir creciendo, ¡como nun de la vuelta per detrás del rau pa llegar al 1,2%!
BRUSELAS. La Comisión Europea (CE) mejoró hoy en una décima sus previsiones de crecimiento de la economía española en 2014, que espera que cierre con un crecimiento del 1,2 %, aunque rebajó sus expectativas para 2015 en cuatro décimas y las situó en el 1,7 %.
Los tertulianos acueyen la noticia, como siempre, diciendo: "Yá tamos, yá lo decía yo, esto nun tien igua". Y dempués, yá se sabe, falen de FED, del BCE, de Krugman, de Merkel, d'Obama, etc.
Pero nun dicen: ¡Pues vaya previsión de los tolanos!
Porque esti añu el PIB yá creció'l 1,4% y, si como dicen, va seguir creciendo, ¡como nun de la vuelta per detrás del rau pa llegar al 1,2%!
Bueno, pues seguimos:
Coles noticies qu'anuncien un crecimientu (y, polo tanto una creación d'empléu) mayor de lo previsto fai meses, d'alcuerdu colo qu'equí anticipamos. Esta información ye d'agora mismu (10,55):
El Banco de España prevé que la economía crezca un 1,2%
Gracias a la primera tasa positiva de la demanda interna (0,3%) desde que comenzó la crisis, la entidad prevé que esta tendencia se acelere y el PIB avance un 1,7% en 2015
Seguimos con buenas perspectivas
Acabo de escucharlo en Onda Cero: SEUR ha desarrollado su propio cálculo del PIB, a base de su movimiento de mercancías y su movimiento fiduciario.
Estiman que este primer trimestre del primer trimestre del 2014 el crecimiento del PIB será del 0,4%, lo que viene a corroborar mi pronóstico de que este año vamos a estar más cerca del 1,5% de crecimiento del PIB que de aquellos 0,4% o 0,7% "oficiales". Y, en consecuencia, evidentemente, el empleo crecerá también más de lo estimado.
HACIA MEJOR
Hacia mediados del pasado año la situación económica empezó a mejorar (0,1% de crecimiento del PIB) y a hacerlo más rápido de lo esperado (0,3% en el cuarto trimestre), tal como habíamos predicho en junio del 2012, aquí en La Nueva España. Y como desde esa fecha llevo procurando trasladar a mis lectores los datos que nos señalan que las cosas van a mejor y negándome, aun con riesgo de errores, a engalanarme con el hábito de prestigio que conceden el escepticismo y el negativismo, voy a aventurar ahora que en el 2014 nuestro crecimiento estará más cerca del 1,5% que del 1% y que a partir del comienzo del segundo semestre se empezará a crear empleo.
Todas las señales apuntan en esa dirección. Permítanme indicarlo: la bajada y estabilización de la prima de riesgo, la vuelta de la inversión extranjera, el crecimiento de la oferta de crédito bancario (por este lado, el problema no es únicamente de disponibilidad de las entidades, sino de la rala demanda y la escasa solvencia de muchos de los demandantes), el aumento de las ventas de coches, el crecimiento de la exportación y el equilibrio de la balanza comercial, el crecimiento de las ventas minoristas y el aumento del consumo privado (aunque es cierto que habrá que ver como evoluciona este parámetro, pues la vuelta a la normalidad de las pagas extraordinarias de los funcionarios, con lo que ello tiene no solo de inyección dineraria, sino de retraimiento de la desconfianza, distorsiona la comparación entre finales del 2012 y el 2013), el seguro cumplimiento de nuestro objetivo de déficit, el cambio de percepción sobre España en los mercados; todo ello y otras cosas no solo son factores positivos en sí, sino que supondrán seguramente una interacción entre ellos que acelere la recuperación.
Es cierto que aún nos quedan esfuerzos financieros notables por realizar, parte de los cuales, sin duda, están en interrelación con el paro y el crecimiento del PIB, pero otros no. Es verdad, asimismo, que algunos eventos internacionales o la cuestión catalana pueden producir una enorme convulsión que detenga nuestras mejoras. Esperemos que no.
En la calle y en los discursos tertulieros se suelen recibir estos datos con cierta reserva o, incluso, con el discurso demagógico de que afectan a los ricos y a los bancos, pero no a la gente común. En otras ocasiones lo que se emite es la prédica milagrera de que esas mejoras deberían traducirse inmediatamente en la creación de empleo.

Y en lo inmediato, ¿de dónde podrán crearse unos cuantos cientos de miles de empleos en un no excesivo tiempo? A mi entender, han de venir de cuatro ámbitos: el ya dicho —aunque lento— de la recuperación de nichos de mercado que requieran un escaso capital y una no muy sofisticada tecnología; la eliminación de trabas y caprichos burocráticos; una cierta rebaja de las cargas sobre la empresa, y, especialmente, de la tributación añadida por la creación de empleo en las microempresas, pues solo quien vea con claridad que puede ganar una cantidad suficiente de dinero contratando a un nuevo trabajador arrostrará los problemas que conlleva (hay muchos autónomos que prefieren ahora ganar menos o trabajar más horas a meterse en el «lío» de emplear a una persona que les puede dar muchos disgustos y pocas ganancias); de una modificación de la legislación laboral para que el coste del despido o la justificación del mismo no quede al arbitrio del juez, pues, por un lado, el juez ha de estar para aplicar la ley, no para colegislar o interpretar el mundo, y, sobre todo, nadie contrata si ignora a ciencia cuál va a ser el costo total (final) de su empleado: no lo hacen las multinacionales, ¿cómo van a hacerlo un tendero, un vendedor de ropa, un repartidor de bebidas, una florista?
Final con optimismo: espero que, de seguir bien las cosas, las decisiones de inversión y gasto se animarán y el proceso irá más rápido de lo que ahora somos capaces de ver.
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