Una vez más, escandalizados los medios -más que los ciudadanos- por el nivel de muchos profesores, como ha hecho público la Comunidad de Madrid (Uno, El mito de "la generación mejor preparada"), las miradas se dirigen al número uno del ránking en resultados y calidad en la enseñanza (según algunos parámetros), Finlandia (Uno de los miles).
¿Para qué darle vueltas?, la diferencia fundamental es que ellos son finlandeses y nosotros... lo que decía Cánovas que éramos, con la respuesta que dio a la pregunta de "-¿Quién ponemos en la Constitución que es español? -Pues ponga usted..., el que no puede ser otra cosa."
O,
en otras palabras, lo que le decía Josep Pla a Jordi Pujol cuando este
se mostraba ilusionado con el modelo de la socialdemocracia sueca:
"Deséngañese, don Jordi, aquí no somos suecos".
Porque no hay que darle vueltas, como casi siempre, al final el responsable es, al menos en parte, el usuario, al que presta su colaboración, para ganar su asenso y su voto, el político.
Y aquí, la enseñanza es un restaurante donde los clientes aplauden todos los platos con igual entusiasmo, lo crudo y lo en su punto, lo insípido y lo salado, lo quemado y lo bien guisado. Esto es, aquí los tribunales, los inspectores, los padres y los legisladores (o políticos) han convertido el derecho a estudiar gratuitamente la enseñanza básica en el derecho a estar en clase, si se quiere, tocando los cojones a los compañeros y al profesor; y, en la práctica, han hecho del derecho a estudiar el derecho a aprobar, en la básica, en el bachillerato, en la universidad (vean en La NUEVA del 21/03/13, pág. 32, la entrevista con el profesor Jesús Hernández -interesantísima- de la que extraigo: "La Universidad, ahora, prolonga la Secundaria, existe una guardería de los 3 a los 23 años"). Y, en una palabra, todos los votantes (padres) quieren que sus hijos sean los mejores, pero sin que eso suponga que tengan que trabajar para ello ("que se los agobie").
Pues, nada, otra vez: Para qué darle vueltas, la diferencia fundamental es que ellos son finlandeses y nosotros... lo que decía Cánovas que éramos, con la respuesta que dio a la pregunta de "-¿Quién ponemos en la Constitución que es español? -Pues ponga usted..., el que no puede ser otra cosa."
O, en otras palabras, lo que le decía Josep Pla a Jordi Pujol cuando este se mostraba ilusionado con el modelo de la socialdemocracia sueca: "Deséngañese, don Jordi, aquí no somos suecos".
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