Coincidiendo con la retirada del
Vaticano de Benedicto XVI mediante la ascensión a los cielos en helicóptero
—quizás una simbólica añoranza de la desaparición inmortal y también
ascensional del profeta Elías; tal vez una forma metafórica de decir «ahí os
quedáis», o una antífrasis simbólica de un «trágame, tierra»—, estos días he
visto encarnados algunos conceptos teológicos, religiosos; algún episodio
bíblico. Helos.
Alma. Me aborda una compañera,
irritada. Una y otra vez constata cómo alumnos de las primeras filas, que están
en silencio y aparentemente atentos, cuando se les pregunta por lo que se les
acaba de explicar no es ya que no hayan comprendido, sino que no han oído nada.
Le explico que es una prueba evidente de la existencia del alma: parecen estar
allí, pero solo está su cuerpo; su alma vaga y divaga por los espacios
siderales y sólo retorna al cuerpo reclamada por el pitido del fin de la clase,
urgida por la hora del recreo y el bocadillo. Queda convencida. Le sugiero,
puesto que da filosofía, que añada el argumento —indirecto— a las vías clásicas
de Santo Tomás y San Anselmo sobre la existencia de Dios. Por mi parte, estoy
pensando en comercializar la evidencia, tras la oportuna patente, para las diversas
iglesias.
Limbo. Doña
Carme/Carmen/Carmina/Carmiña Chacón (según el lugar y la conveniencia).
Votación en el Congreso. No está ni con los del derecho a decidir ni con los
otros, ni con el PSOE ni con el PSC, ni a favor ni en contra. ¿No es eso,
justamente, el limbo de los justos?
Babel. Esta semana pasada LA
NUEVA ESPAÑA, con motivo de cumplirse tres lustros de la crisis en la
presidencia de Sergio Marqués, ha venido realizando un minucioso reportaje
sobre los diversos desarraigos o desgarros del PP. Es exactamente la historia
de Babel. Una y otra vez trata de subir a los cielos, una y otra vez quedan
confundidas sus lenguas y, al no entenderse, se alejan y dividen hacia
territorios y urnas diversos. ¿Su pecado? Seguramente el que Marcos (3,29), Mateo (12:32) y Lucas (12:10) califican como el
único pecado imperdonable, el «pecado contra el Espíritu Santo», que, en
términos mundanos, la mayoría de los exégetas interpretan como «la soberbia»,
la hybris de los griegos.
Transustanciación. Don Javier
Fernández trata de aparecerse ahora como un luminoso Santiago celestial que,
Constitución en mano, vendría a debelar a los separatistas, como un valladar
contra los partidarios del derecho a decidir. Lo dice él y así lo proclaman sus
turiferarios. Pero don Javier, como todo el PSOE, ha venido impulsando,
alentando, aplaudiendo y votando todo el proceso que ha desembocado en la
situación actual. Se puede estar a favor o en contra de la independencia de los
catalanes, los vascos o los asturianos. Pero de lo que no hay duda es que
detrás del matu del independentismo catalán y de la postura del PSC se cobijan,
con sus orejitas largas, su naricita corta y su zanahoria en la mano, los
muchachos del PSOE, con don Javier a la cabeza. Ellos pusieron en marcha el
marabayu en Santillana, ellos aprobaron la declaración de Cataluña como
«nación» en el Estatuto, esto es, de su soberanía radical y primigenia. Por más
que don Javier y los suyos se empeñen, no hay forma de transustanciar en «Etxe
Berri» su «Etxe Zaharra».
Y volviendo al principio, a la
renuncia de Benedicto XVI como Papa. ¿No pone ella en cuestión la actuación del
Espíritu Santo en todo el proceso de elección del sucesor de Pedro? Porque, si
es el Paracleto quien inspira al colegio cardenalicio, papeletas y fumatas
mediantes, para designar al regente de la Iglesia, ¿cómo puede ponerse en
cuestión su decisión al cabo del tiempo? ¿Es más importante la voluntad humana
que la divina? ¿Es acaso que viene a hablar, años más tarde, personalmente a su
designado para comunicarle sus nuevos planes? A mi entender, es evidente que la
renuncia de Joseph Ratzinger introduce un punto de duda sobre la doctrina de la
intervención del Espíritu Santo en la elección del ocupante de la romana silla
de Pedro. Y, desde otro punto de vista, tal vez podría hacer pensar sobre
vacilaciones en las creencias del ahora cesante.
Por cierto, adviértase bien que
de Lucas, Mateo y Marcos he hablado únicamente a propósito del PP, la confusión
de sus lenguajes y votantes y su vagar errabundo por las urnas.
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