El tetru griegu, la exemplaridá, la función social, la catharsis


Un testu poco conocíu sobre'l teatru griegu, la so función social y la so recepción. Ye de Luciano de Samosata y ta nel so Anacarsis o sobre la gimnasia.

Dime, Solón, ¿no ha pensado el Consejo algún tipo de castigo para los que no dicen, sino que se callan, en el Areópago lo que debieran decir?
SOLÓN. — ¿A cuenta de qué me preguntas eso? ¿No está claro?
ANACARSIS. — Porque resulta que dejas de lado lo más bonito y lo que gustosamente escucharía yo, lo que se refiere a la formación moral, y piensas, en cambio, seguir hablando sobre lo que menos conviene, a saber, sobre los ejercicios gimnásticos y el adiestramiento del cuerpo.
SOLÓN. — Tengo muy presentes tus observaciones del principio, amigo mío, y no quiero llevar la disertación fuera de sus cauces, no sea que su fluir confunda tu memoria. Por lo demás, seré breve, en la medida de lo posible. Para examinar ese tema con detenimiento sería menester otra larga conversación.
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Educamos armoniosamente sus mentes enseñándoles sin reservas las leyes de la comunidad, que están expuestas en público en letras grandes para que todos las lean, y les aconsejamos lo que deben hacer y de lo que se deben abstener, y a frecuentar la compañía de los hombres de bien, de quienes aprenden lo que se debe decir y a obrar con criterios de justicia y a tratar en un plano de igualdad a los demás ciudadanos, a no  lanzarse  a lo que está feo, y a aspirar a lo que es noble y a no actuar con violencia. Los hombres que se comportan así reciben entre nosotros el nombre de sofistas y filósofos.
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Llevándolos al teatro los educamos públicamente por la influencia de comedias y tragedias en las que contemplan las virtudes y los vicios de los hombres de antaño, para que se aparten de los últimos y se afanen en conseguir las primeras. Permitimos a los escritores de comedias que insulten y se burlen de los ciudadanos que ellos notan que observan un comportamiento inmoral e indigno de la ciudad, y no sólo por el bien de ellos, que se mejoran cuando se ven puestos en solfa, sino por el de la mayoría, para que eviten la censura ante comportamientos semejantes.
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ANACARSIS. — Conozco, Solón, a los trágicos y cómicos de quienes hablas, si es que se trata de aquéllos  con  pesados y altos calzados, con los vestidos adornados con cintas doradas y con una ridícula máscara con la boca grande y muy abierta. Creo que la ciudad celebraba en su momento las fiestas en honor de Dioniso. Los actores de comedias eran más breves, más pedestres, más humanos y daban menos voces y sus máscaras eran mucho más graciosas; el teatro en pleno se reía de ellas; pero todos oían a los tipos altos
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con un aire preocupado, compadeciéndolos, creo, al verlos arrastrar tales grilletes.
SOLÓN. — No los compadecían a ellos, amigo mío, sino que, posiblemente, un poeta presentaba a los espectadores alguna desgracia de antaño y dirigía a la audiencia con aire trágico series de versos que moviesen a compasión para provocar con ellas las lágrimas del auditorio. Probablemente has visto a algunos hombres tocando la flauta y a otros que cantan con ellos de pie, en círculo; esos cánticos y sones de flauta no carecen de utilidad; impregnando su espíritu de todos ellos y otros por el estilo, se van haciendo mejores.
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Y sus cuerpos —que es, precisamente, lo que más deseoso estabas de escuchar— los entrenamos de la siguiente manera. Dejándolos desnudos, como te dije, cuando ya no son blandos y están totalmente conformados, solemos acostumbrarlos primero a las inclemencias del tiempo, habituándolos a cada una de las estaciones, de modo que no les moleste el calor, ni desfallezcan ante el frío; después, los untamos con aceite y demás masajes para que tengan mayor elasticidad. Y si pensamos que el cuero suavizado por el aceite se hace más difícil de romper y más duradero, siendo como es algo muerto, sería absurdo que no pensáramos que un cuerpo, que tiene aún una vitalidad, no puede ponerse en mejor forma por acción del aceite. A partir de aquí, habiendo inventado modalidades diversas de ejercicios gimnásticos, y adjudicándoles profesores especializados, les enseñamos a uno a boxear 
16, a otro a practicar lucha libre, para que se acostumbren a resistir la dureza y a afrontar los golpes y a novolver la cara por miedo a las lesiones. Con eso logramos en ellos dos útiles objetivos para nosotros: se consigue que hagan frente al peligro con ánimo crecido sin preocuparse de sus cuerpos,
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Más bien en el sentido que hoy damos al sintagma «hombre culto» o, incluso, «intelectual».
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El texto indica inequívocamente «altos», y no se refiere a altura de tamaño o de estatura, sino a altura de altitud o elevación, lo que vendría a realzar la importancia del empleo del coturno en el teatro griego.

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