Tragedia y dolor en La Griega

El viernes por la noche nos despertó a mi mujer y a mí un fuerte y continuado ruido hacia la una y algo de la mañana. Nos asomamos a la ventana y vimos, en la oscuridad, una fuerte foco sobre la misma playa de La Griega y sentimos el rotor de un helicóptero (por el ruido y potencia de los rotores, supongo que sería el Helimer), casi como si estuviese al lado: la noche serena, de luna clara, su vuelo por debajo de La Villeda, que hacía de caja de resonancia, el nordeste aún ligero, no tan fuerte como el sábado, que recordaba el refrán destinado a los de Llastres ("Cuando sientas la mar de La Griega -nordeste-, saca la colada fuera -nun va llover-), multiplicaba su eco. Pensamos, tal vez, en un surfista o en un calamareru o en un pescador; acaso en un accidente de un pesquín nocturno en el pedréu. A las cuatro y media de la mañana se retiró el helicóptero.
Por la mañana supimos de la concreta desgracia: Mónica Fidalgo Martínez había desaparecido cuando, hacia las doce de la noche, se bañaba con su novio en la playa. 
A lo largo de todo el sábado y hoy domingo no han cesado las patrullas de los helicópteros, las inspecciones de los barcos de salvamento y de la "lanchona" de la guardia civil, la policía municipal por tierra, el paseo de cientos de voluntarios por los pedreos de la zona, tanto ayer como hoy.
A la hora de abandonar Llastres, a las seis de la tarde seguía el rastreo.
Ni mi mujer ni yo hemos podido apartarnos en todo este tiempo del pensamiento de Mónica, del dolor y el pasmo de su compañero, y, sobre todo, del dolor, el desconcierto, el desconsuelo y la angustia de sus padres y familiares. Tampoco, del empeño y generosidad de todos los rescatadores, especialmente de los voluntarios.



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