Trescribo, como davezu, los primeros párrafos:
Metafísica postelectoral
La interpretación de lo que el pueblo o la mayoría ha dicho a través de su voto en las urnas
20.06.2015 | 05:33
Xuan Xosé Sánchez Vicente Si no fuese porque nos jugamos el dinero y el TC (TC no es aquí el Tribunal Constitucional, sino que la T representa al verbo "tocar" y el C a "salvas sean la partes"), yo los invitaría a ustedes a reírse como el diablo que, en la introducción de "Los cuernos de don Friolera", se ríe de un ahorcado, "al modo en que deben ser las risas de los muertos al contarse historias de los vivos". Pero como aún andamos vivos?
¿Qué vota un ciudadano cuando deposita su papeleta? Pues, sencillamente, toma una opción y desecha otras. Las razones por las que lo hace pueden ser múltiples (se vota muchas veces más en contra de alguien que a favor de otro), pero su significado es unívoco: un voto a un partido. Exclusivamente.
Ahora bien, hay quienes pretenden que, a través de la urna, los ciudadanos realizan una manifestación más general. "El pueblo ha hablado", se dice, "la voluntad popular es manifiesta". Y de ahí deducen que lo que quiere la gente (los que han votado, los que no han votado, los que lo han hecho por la facción del intérprete y los que lo han hecho por otras) es determinada cosa.
Naturalmente, estos arúspices siempre interpretan que lo que el pueblo o la mayoría ha dicho va a favor suyo.
En general, habrán ustedes notado que los partidos denominados de izquierda han leído las entrañas de las urnas en el sentido de que lo que quería la mayoría era un cambio o, lo que es lo mismo, echar al PP de las instituciones. Aparte de ser ello una interpretación que manipula lo que dicen los votos, contiene, además, una visión al tiempo metafísica y beatífica de lo que ellos llaman la izquierda. Como si la izquierda, el conjunto de los ciudadanos que ahí se sitúan o votan, fuese una especie de cuerpo místico que se moviese con la unánime trabazón del blandiblú y respirase al igual que un único ser. Como si en la izquierda no hubiese (por solo ir a la historia, sin mentar el presente) anarquistas, poumistas, trosquistas, maoístas y otros istas que se hubiesen odiado a muerte y exterminado sin piedad. Como si no contuviese (hoy, sí) partidarios de las dictaduras (comunistas, por supuesto) y contrarios a ellas; enemigos de la libertad de prensa y favorables a ella? Como si, por terminar, muchos no hubiesen depositado su voto más por extirpar al PSOE que por otra razón. De modo que esa especie de comunión de los santos, de UHP, no es más que una visión metafísica del mundo, eso sí, interesada en el caso de cada enunciador de la misma.
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