¿Semana negra y cultura? ¡Aquí, Clemenceau y Baroja!


Mi estimado Rafael Pérez Lorenzo, director de la Escuela de Empresariales, se manifiesta en la Nueva España del 06/03/09 a favor de la conviviencia en el campus de Viesques (Xixón) entre el "eso" denominado "Semana Negra" -un ferial con muchos chigres, bastantes bocadillos, norias y caballitos y algún pretexto en torno a la novela policial- y los espacios universitarios. Don Rafael expresa así su opinión en torno a la controversia suscitada entre el Ayuntamiento y la Universidad. La razón fundamental que don Rafael da es que "acerca la cultura al común de los mortales" y que se trata de un "importante acontecimiento cultural".

¡Pero, hombre, don Rafael! Uno puede estar a favor de la Semana Negra porque le gusta la folixa, porque es amigo de la alcaldesa o votante del PSOE (ignoro si el responsable de Emprresariales lo es), porque la circulación de las multitudes hacia un único destino le trae ensoñaciones del pueblo dirigiéndose hacia el Palacio de Invierno (deconozco si es el caso de mi amigo), porque le encanta orinar en una esquina tras una caseta o ver cómo lo hacen otros, porque se desinhibe comiendo de pies un bocadillo y un vaso entre una apretada multitud..., lo que sea. !Pero argumentar con la cultura para justificar el ferial y la folixa! A uno no se le ocurre aquí más que invocar los espíritus de Clemenceau y Baroja, a los que se les atribuyen, respectivamente, aquellas troquelaciones de "¿Música y militar?, no me suena" y "¿Pensamiento y navarro?, no me suena?

Pero aun dando por supuesta la importancia cultural con que la folixa y el negocio (subvencionado, por cierto, generosamente con el sudor -con los impuestos- de los ciudadanos) se amaruten, ¿alguien cree que esos miles de ciudadanos que corren presurosos al ferial van allí por otra cosa que por entretenerse paseando, bebiendo y comiendo o por dar solaz por unas horas a sus hijos o librarse del coñazo que en casa representan?

Don Rafael, haga usted una encuesta, o, simplemente, ponga usted la oreya.

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