Alcàsser: sigue la condena de las víctimas

Como el tiempo todo lo devora, quizás convenga recordar sustanciadamente los hechos: en el 92, varios delincuentes habituales, secuestraron, torturaron, violaron y asesinaron a tres niñas. Después de muchas indagaciones aparecieron los cadáveres y, después de algunas otras vueltas, alguno de los asesinos.

En torno a todo ello se armó un gran revuelo mediático -tanto por la índole del crimen como por la demora en encontrar a los asesinos y la fuga de alguno- y los padres comparecieron en varios programas de televisión m., donde, incitados por los periodistas de televisión m. alguno de los padres, y muy especialmente, Fernando García, padre de Miriam, una de las niñas asesinadas, vertió juicios contra jueces, fiscales y guardia civil. Como consecuencia de ello, en la segunda semana de este septiembre corriente, y tras varios juicios y apelaciones, se ha condenado a Fernando García a penas privativas de libertad y penas pecuniarias.

Estoy seguro de que, desde el punto de vista objetivo, la sentencia final es inobjetable. Ahora bien, desde otros puntos de vista, el humano, el moral, el emocional, ¿no es terrible que uno de los padres que viven desde hace tantos años con una pena y una frustración encima que jamás podrán desarraigar se vea, además, condenado -cuando es posible que alguno de los asesinos ande libre- a esas penas? ¿No pensará que a los únicos a que es capaz de castigar la justicia es a los incoentes? ¿Cuál no será la indignación de los demás, y aún de todas las madres y padres que andan por las televisiones penando por sus hijos?

Esperemos que, de inmediato, el gobierno zapateril, "tan blando con las espuelas / tan duro con las espigas" (sí, ya sé cómo es el original), piense en los ciudadanos de verdad y en su realidad y proceda al indulto total.

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